El pasado gobernador Ricardo Rosselló fue derrotado. Más de un millón de indignados lo forzaron a largarse. Una gesta heroica de la ciudadanía. Los artistas del espectáculo musical hicieron su trabajo de avivamiento. Nada más, era lo que le correspondía hacer. No son políticos profesionales de partidos habituales ni de movimientos emergentes. No se le podía exigir que hicieran lo que no era ni es lo suyo. La mayoría de ellos no vive en PR, son itinerantes y nómadas. El trabajo político le correspondía a la oposición organizada y no organizada que vive en el país. La diáspora fue un complemento, otro apéndice de apoyo. Nada más podían hacer tampoco. Son eso: diáspora. El sentimiento de puertorriqueñidad es lírico, habita más allá del mar caribe. Reside por todos los mares. Es una especie de puente portátil sinfónico, una identidad viva de múltiples colores. Paradójicamente es una de las identidades más espesas de América. Un puertorriqueño sabe que es puertorriqueño desde donde sea. Vive conectado a la isla.

El ajuste de cuentas con Rosselló y su ganado se perpetró en las calles del país, casi exclusivamente en la Zona Metropolitana… Resulta que las masas actúan como relámpagos, sus estallidos son impredecibles y fulminantes, pero políticamente no es suficiente con sus bríos espontáneos y hasta ingenuos muchas veces, aunque su movimiento sea decisivo. Es lo normal, las masas lo que quieren es vivir. Su politización es efímera y fortuita. Luego se enfrían y retornan a sus faenas. Todos podemos ser y actuar como masa ante ciertas coyunturas.

Entonces después de Rosselló vino Pedro Pierluisi. Actuó como farsante y usurpador. Engatusó a la cámara baja y desafió y se enfrentó al senado y a su presidente bocón. Thomas Rivera Schatz es el autoritario muecoso de envites que apuntan a dictador. Se le sale hasta por los poros. No tiene república ni ejército militar donde ejercer, pero se impone como tiburón de agua dulce en su edificación senatorial. Domina su biósfera. Es un agitador y líder nato. Quizás el único con que cuenta el Partido Nuevo Progresista. Sabe las teclas que hay que tocar. Excita a sus huestes con su verbo arrebatado de trincheras. Con su histrionismo de pastor de iglesia que ha renegado de los caminos del señor conjuga las pasiones más erizadas con algunas de las formas que lo hacen parecer un hombre de Estado. Logra que hasta sus adversarios le reconozcan de vez en cuando la eficacia de ese travestismo. Lo demostró al derrotar a Pierluisi en el Tribunal Supremo.

Al articulado y camaleónico Pierluisi no fue necesario que el pueblo le hiciera una marcha para que renunciara. Las reglas constituciones hicieron el ajuste de cuentas. Su ecuanimidad de manual de buenos modales deslumbró a muchos y a muchas, pero algunos conocían su historial: sabían que era un ovejo de dientes amarillos y garras afiladas ensangrentadas de León ambicioso capaz de llegar a la crueldad con sus uñas de sedas enceradas. Tuvo que irse, pero por poco se queda. Era el candidato de los poderosos. No tuvo que dimitir porque nunca fue lo que se creyó que era. Pasará a la historia como el casi gobernador de un fin de semana. La maldición y desgracia de Pierluisi ha sido su cercanía con Ricky Rosselló: primero lo derrotó en unas primarias y ahora sus vínculos con Ricky impidieron que se coronara como gobernador colonial. Hay gente que tiene mala suerte.

Ahora la gobernadora es Wanda Vázquez. Viene con una cadena de sombras en su desempeño como pasada ex Secretaria de Justicia. Las denuncias de sus amapuchos ponen en serias dudas que pueda gobernar con integridad, transparencia y combatir la corrupción sistémica que empaña todos los centros y rincones del Estado. Vázquez concentra y acumula una cuota de lo que rechazó el pueblo en las protestas masivas contra Rosselló y su piara. El día 1 de agosto, cuando se sospechaba que ella vendría a ser la gobernadora, en su contra hubo un piquete preventivo frente al edificio del Departamento de Justicia. No tuvo ningún efecto, el fervor de los días previos había descendido. Tuvo suerte. Días después juramentó como gobernadora legítima por la regla constitucional del orden de sucesión. Ahí está.

Según enterados y enteradas hay razones para rechazarla y forzar su renuncia como se hizo con Rosselló. La alta cúpula política de su partido tampoco la quiere, pero por otros motivos. La impugnan por grescas personales y luchas por poderes políticos. El imponente Thomas Rivera Shatz quiere en el puesto de gobernadora a la Comisionada en Washington Jennifer González, una política fiera y ansiosa que anda con una escalerilla plegable en su maleta que cuando la saca y la estira es capaz de trepar hasta el pico más escabroso para reunirse hasta con el diablo y negociar una tajada de poder o todo.

A Vázquez técnicamente le han pedido la renuncia, pero ella se aferra al puesto. Su estadía se suponía transitoria, pero poco a poco como que le ha cogido el gustito a la gobernación: el poder tiene sus embrujos. No se sabe si toma café marca Yaucono, pero por el “gustito” que se le nota cuando hace aparición pública parece que sí. En su partido hay presiones furtivas para que se marche por las buenas. Ha habido algunas escaramuzas minúsculas por parte del pueblo que sacó a Rosselló, pero que ni remotamente se acercan a los miles que sacaron al infame ex gobernador.

No luce que contra la Lic. Wanda Vázquez las masas se muevan en los próximos como se activaron fervorosamente contra Ricardo Rosselló. Habrá que ser cauto e hilar fino para no permitir que el fruto del esfuerzo y lucha en las calles recaiga nuevamente en manos de quienes se apoderaron del poder político luego de la salida de Ricardo Rosello para finalmente entregárselo a Vázquez tras la breve estadía de Pierluisi. Al no tener poder de negociación política real podría estársele puliendo el camino a Jennifer González la pupila del presidente del senado. Protestar solo para que Wanda Vázquez renuncie sin exigir nada más no sería buen negocio. La exigencia de su renuncia tendría que ir acompañada de demandas y reivindicaciones de más alcances.

Por lo pronto el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) ha lanzado una propuesta pragmática y coherente de reforma constitucional a la altura de las circunstancias tras las secuelas de aprietos políticos surgidos luego de la salida de Rosselló. Inclusiva, abierta a enmiendas y sugerencias amplias de otros sectores, la propuesta del PIP también apunta a una salida política digna de las relaciones entre Puerto Rico y los Estados Unidos que resulten descolonizadoras para que PR pueda refundarse y autogestionarse como país soberano e independiente.

En lo apremiante, el proyecto del PIP propone puntualmente un proyecto de reforma constitucional de emergencia que entre el vigor rápidamente. Esboza que cuando ocurra una vacante en el puesto de gobernador se pueda llevar a cabo una elección especial para sustituirlo con el voto ciudadano directo. Su proyecto formula también un referéndum revocatorio con poder de destituir a un gobernador, más la celebración de una segunda ronda en las elecciones entre los dos primeros candidatos que más votos alcancen si el ganador no acumula mayoría absoluta. Es solo parte de su propuesta.

Cualquier movimiento de masa ciudadano que demande la renuncia de la gobernadora Wanda Vázquez deberá tomar en cuenta la proposición del PIP junto a otras reivindicaciones ciudadanas más amplias y necesarias, tales como la eliminación de la Ley de cabotaje, la salida de la Junta de Control Fiscal y la auditoria de la deuda externa. A estas demandas habría que sumar la mejoría y garantía de los servicios básicos que debe suplir el gobierno al país. Protestar solo con el propósito de forzar la renuncia de Vázquez para que la cúpula del Partido Nuevo Progresista (PNP) imponga automáticamente a Jennifer González sería un movimiento ciudadano ineficaz. Se incurriría en un mero ejercicio vicioso y redundante de la renuncia por la renuncia. Sería salir de un rostro de la corrupción para suplantarlo por otro u otra. Las protestas deberían ser por algo más. Cualquier lucha ciudadana debe reclamar la ampliación del espacio democrático. Es lo menos que puede acompañar las exigencias en las calles de la renuncia de la gobernadora Wanda Vázquez.