Puerto Rico tiene mucho que aportar al Caribe, su identidad, sus valores y sentimientos identitarios, su orgullo de pertenencia, a pesar de la ausencia de un espacio soberano. La cultura convertida en su arma de lucha, ha alcanzado estamentos reconocidos incluso por organismos internacionales por la defensa del castellano como lengua materna del puertorriqueño.
Su solidaridad, está más que probada con los pueblos del Caribe, y del mundo, que la definieron como pasaje obligado de muchos intelectuales, artistas, líderes sociales y figuras de renombre internacional. Sus estrechos vínculos con Estados Unidos, forzado por una figura jurídica del Derecho Internacional, Estado Libre Asociado, no han mermado su caribeñidad sentida y expresada elocuentemente por sus más destacados artistas: Ismael Rivera, El Jibarito de Lares, Danny Rivera, Daniel Santos, José Feliciano, Luís Fonsi, Chayanne, Calle 13, Héctor Lavoe, Bobby Capó, Tito Rodríguez, Andy Montañéz, Yolandita Monge, la Sophie, Marc Anthony, Jennifer López, entre otros del canto y la música.
Desde la política, las letras y el mundo intelectual, muchos han sabido situar a Puerto Rico en el mapa mundial como Emeterio Betances en su momento, Eugenio María de Hostos, padre de la educación moderna de nuestro país, Pedro Albizu Campos, líder político, abogado y militante independentista, o la profundidad de la obra de Julia Burgos, bien reconocida por el profesor Juan Bosch; como Luís Palés Matos, Luís Llorens Torrres y otros que la belleza de sus prosas, nos enorgullecía como caribeños. Ricardo Alegría lo hace desde las ciencias sociales. Humanista de vocación y antropólogo de profesión, este intelectual fue siempre un solidario aliado de los antillanos y dominicanos. Embajador ante el mundo del Puerto Rico, aferrado a su identidad y sus tradiciones.
Impactado negativamente por un fenómeno natural, el huracán María, y una fuerte depresión económica que la postra a los pies de la pobreza, cuadro que circula como noticia actual de una isla próspera, y que en su momento, conoció de la abundancia, el empleo y la estabilidad de servicios y de su economía, convertida en destino obligatoria de los dominicanos inmigrantes.
Hoy ese Puerto Rico requiere de nuestra solidaridad, nuestro apoyo y nuestra ayuda. Ya en otros momentos Puerto Rico nos visitó, como lo hiciera a finales del siglo XIX muy ligado al auge de la industria azucarera que demandaba mano de obra y vinieron, dentro de una depresión económica parecida a la actual, a trabajar. Muchas familias se quedaron en nuestro país, y muchos apellidos de la franja San Pedro de Macorís -La Romana, son pruebas de ese intercambio intenso.
Luego nos correspondió a nosotros la vista en búsqueda de mejor vida, nos recibieron, nos dieron trabajo, nos aceptaron y nos integramos. Así es la historia, así se producen los movimientos sociales y humanos. Por ello, debemos valorar sensiblemente este cuadro de crisis de la Isla del Encanto, para extender la mano, en momentos en que ni siquiera, el gobierno central de los Estados Unidos, reconoce la reconstrucción como co-responsabilidad. Sabiendo en todo momento de nuestras carencias, dolencias y fragilidades de todo tipo, aun así, podemos.
Por unos kilómetros más, pudimos haber sido nosotros, y nuestra miseria social, nuestras dolencias sociales y debilidades estructurales, hubieran salido a flote. Lo lamentable es que el fenómeno natural coincidió, con un marco socioeconómico extremadamente difícil. Ningún pueblo del Caribe sobrevive a esta evaluación al mismo tiempo, sin reprobarla.
Cuáles lecciones nos deja Puerto Rico: cómo desde la nada, los pueblos construyen un tejido social solidario, de reciprocidad, de colaboración y saca de adentro lo más noble de la conducta humana, no solo para sobrevivir, sino para reponerse y continuar. Desde ángulos distintos, artistas, deportistas, intelectuales, y pueblo, mancomunan esfuerzos para levantarse de la polvareda y arriar…tal vez de la ceniza encuentra Puerto Rico su salida definitiva, errores y confusiones, y se conjuguen en una sola vocación: romper las cadenas y alcanzar otro peldaño histórico. En la otra ala del ave, estamos nosotros para volar juntos y anidar en mejores árboles, con esperanza, libertad y bienestar social.