El proceso electoral del 2020 llega sin detenerse. Ningún grupo se ha preparado para asumir una posición al respecto; sea para participar en la misma o para rechazarlo pura y simplemente. La coyuntura electoral siempre coge de sorpresa a los revolucionarios, no se preparan para la misma. Todo lo dejan para última hora.

En nuestro país cada cuatro años se eligen nuevas autoridades en el poder ejecutivo, legislativo y municipal. La sociedad dominicana se prepara para las elecciones nacionales, ya que se dinamiza la economía doméstica y los políticos, el Estado, invierten cuantiosos recursos para llegar a la población. Los revolucionarios se acuerdan de ella cuando tienen el agua en cuello y se ponen a dar las patas de ahogado o «panqueando» en agua desconocida por negligencia e ignorancia.

Los revolucionarios se caracterizan en prever los acontecimientos, utilizando las herramientas de investigación, no inventando, para tener dominio de la realidad y sus movimientos. Tienen un Proyecto de Nación conforme a la etapa de la revolución  y diseñan cuidadosamente sus planes de trabajos a corto, mediano y largo plazo, de manera tal que nada le sorprende, evaluación permanente, en su buena fe. Siempre tienen salidas correctas a los hechos imprevistos y dan continuidad a lo planeado.

En el sistema capitalista, las elecciones se aprovechan siempre. Son aglutinaciones de masas importantes para difundir ideas, ganar el corazón y voluntad de la gente, crear conciencia política, ascender peldaños hacía el poder, proyección de dirigencia, adquirir experiencia electoral, etcétera. O boicotearla para que la misma tenga dificultades en su realización. En nuestro caso, por el momento, es aprovecharla al máximo. ¿estamos preparados para aprovecharla?

Lo primero que debemos observar, de la izquierda revolucionaria, es su situación cuantitativa y cualitativa, son aspectos fundamentales para descifrar sus fortalezas y debilidades: tenemos un movimiento revolucionario fraccionado, dividido y aislado de la población, por décadas. Ha perdido fuerza en casi todos los sectores que antes dominaba a su antojo. Salvo algunos en que tienen influencias de manera individual, no como resultado de la unidad de acción con otras organizaciones de izquierda.

—Su poder de convocatoria es precaria y muy limitada. Cuentan con una membresía de poca militancia política, lo que reduce su radio de acción en la población.

Todos hablan de unidad, de la boca hacia afuera, hacen todos los intentos para vender la idea de la unidad; pero en el momentos que se necesita, cada quien coge, la de villa Diego, su franquicia y ni pal diablo ceden un centímetro de su espacio. Eso obstaculiza cualquier intento serio para emergen con una fuerza alternativa aliada al progresismo. Y así no se trabaja sinceramente por la unidad de los revolucionarios.

—Se han descontinuado el desprendimiento, como antes, que facilitaba la unidad en todos los escenarios, y, se ha limitado a pequeñas protestas, charlas y declaraciones de prensas. Vamos por más…

En el aspecto cualitativo es la mayor preocupación que se observa en el pensamiento crítico de los revolucionarios. Abundan los revolucionarios de oídos, aquellos que se creen dueños y señores del ambiente social y político, con capacidad para denigrar, descalificar y condenar a los que tienen posiciones contrarias, ausencia de periódicos con salidas regulares, los debates no tienen argumentos, ausencia de artículos de opinión, no existen círculos de estudios y planes ideológicos para crear y elevar espíritu y la conciencia revolucionaria. Esto se manifiesta en forma directa a todos los niveles de la estructura organizativa de la izquierda.

En este aspecto, cuantitativo, es preciso destacar el excelente papel orientador y educativo, del dirigente revolucionario Narciso Isa Conde, del Movimiento Caamañista, (MC). Su trabajo es permanente, sin pausa, pero lo hace en función de sus convicciones políticas, de considerable valor, que muchas veces no coinciden con las demás fuerzas revolucionarias.

Con este cuadro tétrico descrito, no se puede esperar nada saludable, en el proceso electoral, en función de analizar a la izquierda revolucionaria como un todo. Los acercamientos que se han hecho, con otras fuerzas, para desplazar al PLD del poder, se realizan en forma individual «fácil de torear» con la peligrosidad, que conlleva la misma. No hay homogeneidad para enfrentar los desafíos de la coyuntura electoral.

Los revolucionarios, como siempre, desaprovecharan otra oportunidad para avanzar e iniciar el proceso de vencer el aislamiento y la falta de unidad. Estamos consciente que el mundo no termina en el 2020; por el contrario, entraremos en un transito de vital importancia para ganar terrenos perdidos y redoblar el trabajo en los sectores abandonados que conforman las verdaderas fuerzas de la revolución.

A pesar de todo, podemos «ayudar» a crear un nuevo escenario político que nos permitan respirar un aire, en movimiento, refréscate de institucionalidad estatal, independencia de los poderes del Estado y estar en máxima alerta ante la promesa de combatir y castigar la corrupción y la impunidad.

El momento es para sacar del Palacio Nacional al PLD corrupto que encabeza el licenciando Danilo Medina Sánchez y derrotar a su candidato presidencial Gonzalo Castillo. Vencerlo en primera vuelta y enfrentar, en cualquier escenario, los planes fraudulentos que en complicidad con la JCE tienen tramado para imponerlos al costo que sea. El Licenciado Luis Abinader, candidato del PRM, es el instrumento circunstancial para impedir la continuidad de la Era del PLD.