EL SIONISMO fue una idea revolucionaria. Proponía que el “pueblo judío” debería crear una nueva entidad judía en Palestina.
El proyecto sionista sin duda tuvo mucho éxito. En 1948, el embrión de la nación era suficientemente fuerte para crear un Estado. Nació Israel.
Cuando se construye una casa, se necesita un andamiaje. Cuando se termina la edificación, el andamio se retira.
Pero las ideas políticas y las estructuras no mueren fácilmente. La mente humana es perezosa y aprehensiva, y se aferra a las ideas que le son familiares, mucho tiempo después de que se hayan vuelto obsoletas. También, los intereses políticos y materiales se revisten de la idea y se resisten al cambio
Así, el “sionismo" continuó existiendo después de que ya se había logrado su objetivo. El andamiaje se convirtió en superfluo, en realidad, obstructivo.
¿POR QUE obstructivo? Veamos a Australia, por ejemplo. Fue creado por los colonos británicos, como una colonia de Gran Bretaña. Los australianos estaban profundamente comprometidos con Gran Bretaña. Durante la Segunda Guerra Mundial vinieron donde nosotros, en su camino para luchar por Gran Bretaña en el norte de África. (Nos gustaron mucho.)
Pero Australia no es Gran Bretaña. Un clima diferente, una geografía diferente, un lugar diferente, que dicta diferentes opciones políticas.
Si tenemos en cuenta la judería mundial como una especie de patria, como Gran Bretaña para Australia, Israel debería haber cortado el cordón umbilical al nacer. Una nueva nación. Una nueva ubicación. Un vecindario diferente. Diferentes opciones.
Esto nunca ocurrió. Israel es un Estado "sionista", o lo que la gran mayoría de sus ciudadanos y líderes creen. No ser sionista significa ser un apóstata, casi un traidor.
Pero, ¿qué significa para los israelíes "sionismo"? ¿Patriotismo? ¿Nacionalismo? ¿Solidaridad con los judíos de todo el mundo? ¿O algo mucho más amplio: la idea de que Israel no pertenece realmente a sus ciudadanos, sino también a todos los judíos en todo el mundo?
ESTOS CONCEPTOS básicos, ya sea consciente o inconscientemente, tienen consecuencias de amplio alcance.
Israel se define oficial y judicialmente como "un estado judío y democrático". ¿Quiere eso decir que los ciudadanos no judíos de Israel, como los árabes, en realidad no pertenecen aquí, sino que solo son tolerados y sus derechos civiles son cuestionables? ¿Quiere decir que Israel, como tal, es en realidad una nación occidental trasplantado al Oriente Medio? (En sí un nombre occidental.)
Theodor Herzl, el fundador del movimiento sionista, sugirió en su libro fundamental El Estado judío que en Palestina que nos gustaría ser voluntarios para servir como un puesto de avanzada de la civilización europea contra la barbarie. ¿Qué bárbaros tenía él en mente?
Unos 110 años más tarde, el primer ministro de Israel, Ehud Barak, expresó la misma idea con palabras más floridas, cuando describió a Israel como una "villa en la selva". Una vez más, es fácil de adivinar qué bestias salvajes tenía en mente.
Desde la inmigración masiva de comunidades judías orientales a Israel (y otros países) en la década de 1950, muy pocas comunidades judías han permanecido en el Este, y las que quedan son pequeñas y escasas. La comunidad judía mundial se concentra (o, más bien, está dispersa) en Occidente, especialmente en Estados Unidos.
La conexión judío-israelí es inmensamente importante para Israel. La posición dominante de la comunidad judía en la política de Estados Unidos garantiza la inmunidad diplomática del gobierno de Israel, lo que el gobierno hace, y quienquiera que sea el presidente de EE.UU., y el apoyo financiero y militar a gran escala, por supuesto.
(Si mañana todos los judíos estadounidenses fueron atrapados por el fervor mesiánico y emigraran en masa a Israel, esto sería una catástrofe terrible para el "Estado judío".)
Por otra parte, la conexión judía-israelí convierte de hecho a Israel en un "puesto de avanzada occidental", como previó Herzl, y garantiza que el Estado judío estará por siempre en guerra con sus vecinos geográficos.
"LA PAZ con los árabes" es un tema interminablemente discutido en Israel. Es la línea divisoria entre "derecha" e "izquierda".
La convicción que prevalece es: "La paz sería algo bueno. Todos queremos la paz. Pero desafortunadamente, la paz es imposible…" ¿Porque imposible? "Porque los árabes no quieren. No van a aceptar un Estado judío en medio de ellos. Ni ahora, ni nunca."
Sobre la base de esta convicción, Benjamín Netanyahu ha formulado su condición para la paz: "Los árabes deben reconocer a Israel como el Estado-nación del pueblo judío".
Esto es absurdo. Por supuesto, los "árabes" tienen que reconocer al Estado de Israel. De hecho, Arafat lo hizo oficialmente en nombre del pueblo palestino en la víspera de los acuerdos de Oslo. Pero la definición del carácter del Estado de Israel o de su régimen es responsabilidad única de los ciudadanos de Israel.
No reconocemos a China como un país comunista. No reconocemos a EE.UU. como un país capitalista −ni en el pasado, reconocimos a EE.UU. como un país protestante blanco. No reconocemos a Suecia como un país sueco. Todo esto es ridículo. Pero nadie, ni dentro ni fuera de Israel, se atreve a decirle a Netanyahu que se vaya a dormir la mona.
Pero en un punto Netanyahu toca algo fundamental. La paz entre Israel y Palestina −y, por extensión, con todo el mundo árabe y musulmán− requiere un cambio de mentalidad básica tanto en Israel como en Palestina. Un pedazo de papel no es suficiente.
En vísperas de la guerra de 1948, en la que nació el Estado de Israel, publiqué un folleto titulado "La guerra o la paz en la región semita". Comienza con estas palabras:
"Cuando nuestros padres decidieron establecer un ‘refugio seguro’ en Palestina, tuvieron que elegir entre dos alternativas:
"Podrían aparecer en Asia Oriental como un conquistador europeo, que se ve a sí mismo como cabeza de puente de la raza ‘blanca’ y amo de los ‘nativos’, al igual que los conquistadores españoles y los colonialistas anglosajones en Estados Unidos. Así, en su tiempo, lo hicieron los cruzados en Palestina.
"La otra forma era verse a sí mismos como un pueblo asiático que regresa a su lugar de origen…”.
Un año más tarde, casi al final de la guerra, yo estaba gravemente herido. Tumbado en el hospital, sin dormir ni comer durante muchos días, tuve mucho tiempo para pensar y sacar conclusiones de mis recientes experiencias como soldado en combate. Llegué a la conclusión de que existe un pueblo árabe palestino, que este pueblo necesita un estado propio, y que nunca habría paz entre nosotros y ellos a menos que se creara un Estado de Palestina al lado de nuestro propio nuevo estado.
Ese fue el comienzo de la idea de los "dos estados", como se discute ahora. En los años siguientes, fue rechazada por todo el mundo −por los árabes, EE.UU. y la Unión Soviética. Y, por supuesto, por todos los sucesivos gobiernos israelíes. Golda Meir dijo la famosa frase: "No hay tal pueblo palestino!".
Hoy en día, la solución de dos estados se ha convertido en un consenso mundial. La mayoría de los israelíes lo aceptan, aunque sólo en teoría. Incluso Netanyahu pretende, de vez en cuando, aceptarla. ¿Pero por qué motivos?
Muchos de los nuevos adherentes a la idea la adoptan como una buena forma de “separar”. Como dijera Ehud Barak (el hombre de “la villa en medio de la selva”) dijo: “Ellos estarán ahí y nosotros estaremos ahí”.
Esto no va a resolver el problema. Es una actitud negativa. Algunos de sus adherentes van a por ello, ya que tienen −con razón− miedo de que de por el contrario la Tierra de Israel se convierta en la “Tierra de Ismael”, un estado binacional con una mayoría árabe. Ya existe una mayoría árabe en la zona entre el mar Mediterráneo y el río Jordán. Los que quieren un "Estado judío" se sienten atraídos por la solución de dos estados, pero por la razón incorrecta.
Pero el principal argumento en contra de esta manera de pensar es que después de un conflicto histórico que ya ha durado casi 140 años, esto no es suficiente para lograr la paz. No se puede lograr una paz histórica con una mentalidad de guerra y conflictos.
Cuando en el hospital, pensé por primera vez sobre esta solución, con la guerra aún en pleno desarrollo, no pensé en "separación". Estaba pensando en la reconciliación entre los dos pueblos después de un largo, largo conflicto; dos pueblos que conviven en dos estados libres y nacionales, cada uno bajo su propia bandera, sin un muro entre ellos. De hecho, imaginé una frontera abierta, con libre circulación de personas y mercancías.
Esta tierra –llámese Palestina o la Tierra de Israel− es muy pequeña. Viviendo en ella dos estados antagónicos sería una pesadilla. Por lo tanto, algún tipo de asociación libre, llámese confederación o federación, es una necesidad pura y simple. Su puesta en marcha y mantenerla requiere un espíritu de reconciliación.
No solo una paz negativa, la ausencia de guerra, una paz fría de recriminaciones y animosidad mutua, sino una paz positiva, una paz real, con cada parte comprendiendo los motivos básicos de la otra, su historia, sus esperanzas y sus temores.
¿Sería posible?
Bueno, pues sucedió entre Alemania y Francia, después de muchos siglos de conflictos, incluyendo dos guerras mundiales.
Y, sí, creo que eso puede ocurrir aquí.