EL LUNES, el parlamento israelí (Knesset 19) votó para disolverse, a menos de dos años después de su elección. Para muchos de sus miembros era un día triste, un tipo de hara-kiri político. Ellos no tienen ninguna posibilidad de reelección. Algunos de ellos son tan fáciles de olvidar, que no reconozco sus nombres o rostros.

Al día siguiente, una bomba política estalló en las noticias de televisión. El Canal 10 ‒un poco más liberal que los otros dos‒ publicó los resultados de un rápido sondeo de opinión pública realizada por un encuestador respetado.

Eran increíbles.

EL PRIMER resultado fue que el Partido Laborista, después de su unión con el “Movimiento”, de Tzipi Livni, será el partido más grande en la próxima parlamento.

Los israelíes se quedaron con la boca abierta. ¿Qué? ¿Los Laboristas? ¿Un partido visto por muchos como clínicamente muerto?

Por supuesto, esta es sólo la primera de cientos de encuestas que vendrán antes del día de las elecciones, el 17 de marzo de 2015. Sin embargo, los resultados tuvieron su impacto. (Otras dos encuestas desde entonces confirmaron sus revelaciones.)

Un segundo resultado fue que el Likud, en segundo lugar, tendría exactamente el mismo número de escaños ya sea dirigido por Benjamín Netanyahu o por su retador putativo, Gideon Saar, un funcionario del partido poco atractivo (y un ex empleado del mío). Como ministro del Interior, se destacó principalmente en la persecución de los africanos que solicitaban asilo. (En el último momento, Saar renunció a su reto a Netanyahu.)

¿Será posible? ¿Netanyahu el Grande, el “Rey Bibi” de la revista Time, ya no es un imán de votos?

Yair Lapid, el héroe de las últimas elecciones, queda reducido a la mitad de su tamaño. Al igual que la calabaza en el Libro de Jonás, “que surgió en una noche y en una noche pereció”.

Pero la sensación real de la encuesta era otra: aunque Netanyahu aun encabezó la lista de los candidatos preferidos para el cargo de primer ministro, Yitzhak Herzog, el líder de Trabajo, se acercó tanto como para no que no haya ninguna diferencia.

Y está Herzog ¡Herzog! ¿Herzog?

Hace apenas un mes ese resultado habría parecido una broma de las que da risa. En ese momento, Netanyahu tenía una ventaja inalcanzable, por encima de todos los enanos que lo rodeaban. La sabiduría convencional decía que “no había nadie más”.

Ahora hay. Herzog! Herzog?

“HERZOG” ES la palabra alemana para “duque”. Yitzhak, comúnmente llamado Buji (que es como su madre lo llamaba cuando era pequeño), es de hecho de origen aristocrático.

Su abuelo, Yitzhak Herzog (a quien debe su nombre, de acuerdo con la tradición judía), fue el Gran Rabino de Irlanda. Él tenía tan buena reputación que se le pidió en los años 30 que se convirtiera en el Gran Rabino Asquenazí de Palestina. Se le consideraba (comparativamente) liberal.

Su hijo, Chaim, estudió en Inglaterra, se destacó como boxeador y se unió al ejército británico en la Segunda Guerra Mundial. Él estaba sirviendo como oficial de inteligencia en Egipto cuando conoció a Susan Ambash, la hija de una rica familia judía local.

Las dos chicas Ambash fueron enviados los sábados a la sinagoga a buscar oficiales judíos y llevarlos a casa para la comida de Shabat. En un Shabat atraparon a dos ‒Chaim Herzog y un tal Aubrey (Abba) Eban. Ambos casados.

En la guerra de 1948, Chaim Herzog se unió al nuevo Ejército Israelí como oficial de inteligencia, llegando a ser un general, y jefe de inteligencia del ejército. Al salir del ejército fundó lo que se convirtió en el mayor y más rico bufete de abogados del país.

Pero sus verdaderos días de gloria llegaron en la víspera de la Guerra de los Seis Días. Durante tres semanas, Israel fue víctima de un ataque de ansiedad aguda. Algunos hasta hablaron de la llegada del Segundo Holocausto.

Durante ese período, el general Herzog tenía un programa diario en la radio y logró calmar a la opinión pública con su análisis sobrio y sensato, sin menospreciar ni exagerar el peligro que tenían por delante.

La gente lo recompensó con la presidencia del Estado. En este cargo fue más británico que Israel. Un ejemplo: en un momento en que fue boicoteado por todos los jefes del sistema, me sorprendió una invitación a una cena privada con él en la residencia presidencial. Tuvimos una charla agradable, sin concretar ningún tema en particular. Él sólo quería conocerme.

Yo aproveché la oportunidad para abogar por su intervención en las medidas de seguridad en el aeropuerto Ben Gurión, donde los ciudadanos árabes eran (y son) rutinariamente señalados y registrados de manera humillante. (Él hizo promesas, pero casi nada salió de aquello.)

Por cierto, tuve una cena similar con su hermano, Yaacov, el entonces director general de la Oficina del Primer Ministro. De los dos hermanos, Yaacov era considerado el intelecto excepcional. Y entonces, como ahora, yo andaba predicando la solución de dos estados, que era totalmente rechazada en Israel y en todo el mundo.

Durante la cena, Yaacov dijo que a él le gustaría escuchar mis argumentos a favor de esta solución y me sometió a examen ‒ de nuevo, con una actitud más de británico que de israelí. Los altos funcionarios israelíes no suelen hablar con la gente de la oposición radical.

YITZHAK HERZOG también sirvió en la inteligencia del ejército antes de ser nombrado secretario del gabinete. Al unirse al Partido Laborista, como su padre, se convirtió en miembro del Knéset y fue ministro en varios ministerios menores.

De constitución ligera, ojos azules y tez clara, Herzog (de 54 años) parece más británico que israelí. Habla en voz baja, se expresa de una manera moderada y no tiene enemigos. Él es todo lo contrario del típico político israelí.

Sorprendió a todos cuando venció a uno de estos para la presidencia del Partido Laborista. Sheli Yachimovitch es estridente, sin pelos en la lengua, y beligerante; una socialista decidida que no duda en pisarle los pies a la gente. Rivalizó con demasiados colegas y perdió por votación. Buji se convirtió en líder del partido, y automáticamente en el “líder de la oposición”, un título y estatus otorgado por ley al jefe del mayor partido de oposición.

(Una de las bromas de la política: Herzog estaba a punto de perder su título y los beneficios asociados a él cuando Netanyahu rechazó a Lapid, cuya facción en el Knesset es mayor que la de los Laboristas. Y puesto que el parlamento se disolvió, Lapid no hereda el título.)

AL ASUMIR la dirección del partido, Herzog no perdió tiempo en declararse como candidato a primer ministro. Esto fue recibido en general con una sonrisa tolerante. Ahora, por primera vez, esto parece posible. No es probable, por ningún medio. Pero lo imposible se ha hecho posible. Y lo impensable, pensable.

Esto en sí es una revolución.

Durante los últimos años, los medios de comunicación israelíes han estado obsesionados con la idea de que “Israel se está moviendo hacia la derecha”. Ese Netanyahu, tan malo como es, es preferible a los que inevitablemente lo sucederían: fascistas declarados, belicistas, devoradores de árabes.

Era casi una moda declarar que la izquierda está liquidada, muerta, difunta. Entre los comentaristas se ha convertido en algo de rigor, sobre todo entre los de izquierda, amontonar desprecio sobre la Izquierda y los izquierdistas que quedan. Pobres chicos (y chicas, por supuesto). No pueden ver lo que está pasando. Albergan ilusiones. Están silbando en la creciente oscuridad.

Y de repente, hay una posibilidad ‒una remota posibilidad, pero oportunidad de todas maneras‒ para que la izquierda recupere el poder.

¿POR QUÉ? ¿Qué ha sucedido?

La explicación más sencilla es que la gente simplemente se hartó de “Bibi”. Netanyahu es una persona de la que un se puede hartar fácilmente. De hecho, ya esto le ha ocurrido antes. Su esposa, Sarah’le, quien es rechazada universalmente, no ayuda.

Pero, en mi opinión, el asunto es mucho más profundo. La encuesta muestra que al Likud no le irá mejor con otro candidato principal. ¿Habrá perdido el Likud su magia?

Dos factores han contribuido a ello:

En primer lugar, Moshe Kahlon. Un incondicional típico del Likud, popular entre sus compañeros, salió repentinamente de su partido. Sin dar razones.

Como ministro de Comunicaciones, un ministerio muy menor, Kahlon se había vuelto inmensamente popular. Se enfrentó a los magnates de la industria de la telefonía móvil, rompió su monopolio, instituyó la competencia y redujo los precios a la mitad. Dado que es difícil imaginar a un joven israelí, hombre o mujer, sin estar pegado a un teléfono móvil, se convirtió en un héroe.

Ahora Kahlon, dos meses más joven que Herzog, anunció que él está creando un nuevo partido. Se llamará “Kulanu” (“Todos”). A pesar de que todavía no tiene candidatos, ya aparece en la encuesta con 10 asientos, en su mayoría, con el apoyo de antiguos votantes del Likud.

Esto es muy significativo, por varias razones. En primer lugar, el electorado básico del Likud consta de judíos orientales, aunque Menahem Begin, Netanyahu y la mayoría de sus colegas fueron y son asquenazíes. Kahlon es tan oriental como los hechos a la medida: Sus padres vinieron de Trípoli, Libia, tienen siete hijos y Moshe creció en un barrio pobre de inmigrantes.

Romper el agarre del Likud sobre la comunidad oriental es extremadamente importante. Especialmente, cuando Kahlon cita a Begin como el líder que renunció a toda la península del Sinaí por lograr la paz con Egipto. Su “Likud moderado” podría cambiar todo el equilibrio entre la Derecha y la Centro-izquierda en el próximo Knéset. Y eso, después de todo, es lo que cuenta.

La segunda razón: El partido Hogar Judío, religioso-nacionalista de extrema derecha (algunos dicen que fascista) de Bennett, está ganando fuerza ‒y también ganando votos del Likud. Naftali Bennett, suave, amable, con la kipá más pequeña del mundo en la cabeza, hace también un llamamiento a los votantes seculares.

Tradicionalmente, los partidos ortodoxos tienen la llave. Puesto que no les importa ni la izquierda ni la derecha y no están en deuda con nadie más que con ellos mismos, pueden elegir.

Durante mucho tiempo fueron los aliados del Laborista. En las últimas décadas fueron aliados automáticos de la derecha. Después de las últimas elecciones, Netanyahu los dejó por el Lapid ultra-secular. Ahora están listos para la venganza. Y como Herzog es el nieto de un jefe rabino, es kosher.

HERZOG GANÓ su primer éxito de la campaña actual mediante la formación de una lista común con Tzipi Livni. Ahora le toca a él mantener el impulso y hacer alianzas con (posiblemente) Lapid, Kahlon y Meretz. Si tiene éxito en las elecciones, tendrá que estirar sus manos a los ortodoxos y los árabes.

La semana pasada hice un boceto de esta visión. Esta semana ha avanzado un paso pequeño, pero importante, hacia su realización.

¿Puede el duque llegar a ser rey? Bueno, eso es lo que los libros de historia nos dicen.