PUEBLISTA 

“Los riquitos y PUEBLISTAS del. . .”

Con respecto de algunas voces que no pertenecen al caudal corriente de la lengua común, como esta del título, quien se ocupa del lenguaje duda ante el encuentro con esta.

La voz que se encuentra registrada en el Diccionario del español dominicano (2013:570) es pueblita, sustantivo de género masculino así como femenino, que aparece definido en tanto, “Persona que procede de un pueblo o ciudad”. Viene ese apartado documentado con una cita del libro Folklore de la República Dominicana (1976) de la autoría de Manuel José Andrade. Vale aquí que se mencione que esta obra se publicó por primera vez en 1948.

Es muy posible que el redactor de la cita que encabeza este comentario haya oído la palabra pueblita y haya pensado que en el habla, por descuido, se había omitido la ese /s/ que él se sirvió colocar para embellecer el vocablo.

Se hace necesario mencionar que ya en la obra Del vocabulario dominicano (1983:211) de D. Emilio Rodríguez Demorizi al asentar las voces correspondientes, este coloca las dos grafías, pueblita y pueblista.

Lo que no pensó quien se presume que así actuó es que la palabra procede de los predios rurales y tuvo en su origen un dejo despectivo. Esa denominación para los habitantes de los campos era una especie de burla a las costumbres afectadas por falta de espontaneidad de los habitantes de las urbes. O quizás surgió como producto del recelo de los campesinos ante los frecuentes intentos de engaños perpetrados por los habitantes de las urbes en perjuicio de los campesinos.

Se hace necesario mencionar que ya en la obra Del vocabulario dominicano (1983:211) de D. Emilio Rodríguez Demorizi al asentar las voces correspondientes, este coloca las dos grafías, pueblita y pueblista. Para explicar el significado, lo hace así, “Llaman así, en el campo, a la persona del pueblo, de la ciudad”. El autor de la mentada obra documenta la voz pueblista con una copla de María Díaz Stern.

Se recuerda haber oído la voz pueblita antes del ajusticiamiento de Trujillo, es decir, cuando la República Dominicana todavía era un país en el que predominaba la población rural; era un país en el que, a decir verdad,  no había ciudades, sino pueblos. En esos años las aglomeraciones urbanas no eran grandes y densas. Puede escribirse que las circunstancias antes señaladas dieron lugar a la voz aquí estudiada.

La voz que se estudia en esta sección, en sus dos grafías, tiene una versión correspondiente que se conoce en otros países; esa palabra es pueblero que el Diccionario de la lengua española (2014) atribuye al medio rural en Argentina, México y Uruguay.

Para Argentina y Uruguay, ese lexicón entiende que la acepción es, “Natural o habitante de una ciudad o pueblo”. Añade que en Uruguay se usa con sentido despectivo.

El Diccionario de americanismos (2010) asienta que el vocablo pueblero desempeña funciones de sustantivo y adjetivo y añade que es conocido en Venezuela, Bolivia y Paraguay; además de los anteriormente mencionados, con la excepción de México, que no se menciona en este diccionario.

A su vez, México cuenta con puebleril en tanto adjetivo que es, “Relativo o perteneciente a una ciudad o pueblo”, así lo recoge el Diccionario de mexicanismos (2014:489).

Antes de finalizar este estudio se hace constar que la voz pueblita, sustantivo de género masculino y femenino solo se conoce en República Dominicana, y de paso, no se encuentra consignada en el Diccionario de americanismos (2010).

TELENOVELA

“La TELENOVELA prosigue. . .”

Desde el principio es pertinente que se mencione que la cita se extrajo de un escrito en el que esta palabra se usó de modo metafórico. Ese rasgo es el más pertinente para este comentario, porque es la primera vez que se encuentra utilizado el vocablo de esa manera en un escrito; aunque se hace constar que se había oído en conversaciones.

En la mayoría de los casos, cuando un término se emplea en sentido metafórico, es decir, figurado, se hace con la intención de destacar la similitud entre el término concreto, en este caso la telenovela y, la situación a la que aludía el redactor.

La extensión de la telenovela es esencial a esta. En los diferentes capítulos se encadenan hechos o situaciones que tejen una trama que tiende a despertar el interés del televidente y que alargan la duración

El rasgo principal que tipifica la telenovela es el melodramático. En segundo lugar viene la característica de la secuencia por capítulos. Es una narración en progresión secuencial, existe un encadenamiento entre los diferentes capítulos que tienden a mantener el interés del espectador.

La extensión de la telenovela es esencial a esta. En los diferentes capítulos se encadenan hechos o situaciones que tejen una trama que tiende a despertar el interés del televidente y que alargan la duración.

Utilizada en sentido figurado, la palabra telenovela por necesidad se refiere a los aspectos patéticos y sentimentales que se producen en estas representaciones, que en gran medida contienen sucesos que mueven a lágrimas.

Hasta donde se ha podido investigar este empleo metafórico no tiene amplia difusión, pero se considera legítimo por las notas distintivas que se mencionaron más arriba. En el escrito del cual se extrajo la cita, la metáfora también mostraba matices de hipérbole.

CHICANERÍA

“Usan disposiciones de CHICANERÍAS jurídicas. . .”

La palabra chicanería pertenece al léxico del habla de los dominicanos desde hace décadas. Causa sorpresa descubrir que no es un vocablo que haya logrado reconocimiento en los medios académicos. Se pasará revista a las voces de esta familia para determinar cuáles de entre ellas tienen vigencia y en cuáles países.

En términos sociolingüísticos puede adelantarse que la voz chicanería halla su mayor vigencia en la jerga jurídica. Los abogados en el pasado reciente dominicano se especializaban -algunos- en interponer recursos tendentes a alargar los procesos; esto es, se daban a la tarea de desplegar las chicanas que se conocían entonces como chicanerías.

La palabra consagrada por las Academias es chicana, en tanto sustantivo femenino que posee la definición que se ha avanzado para la chicanería de los dominicanos y venezolanos

La chicana es una artimaña, astucia, treta o artificio que se hace de mala fe, especialmente para demorar los procesos que se siguen ante los tribunales.

Los dominicanos no son los únicos hablantes de español que llaman de chicanería al ejercicio de estos ardides. Los venezolanos denominan chicanería a la, “Astucia, picardía o trampa en el juego o en los negocios”, así se encuentra en el Diccionario del habla actual de Venezuela (1994:165).

La palabra consagrada por las Academias es chicana, en tanto sustantivo femenino que posee la definición que se ha avanzado para la chicanería de los dominicanos y venezolanos.

El Diccionario de americanismos de las Academias reconoce la existencia de la palabra chicanería  y la define así, “Artimaña o maniobra de mala fe, generalmente con fines dilatorios”. Al proceder de esta manera ese diccionario pasó por encima de la definición venezolana. Ese lexicón atribuye el uso a tres países, México, Bolivia y Paraguay.

Con respecto de Venezuela, asienta la acepción siguiente, “Astucia o malicia con la que se pretende engañar”. Junto a Venezuela con esta caracterización hace referencia a Paraguay. Para Colombia asienta ese diccionario que chicanería es, “Comportamiento presuntuoso”.

Una vez que se ha llegado a esta etapa en el desarrollo del tema, vale la pena que se haga la pregunta acerca del porqué los guardianes de la lengua no reconocen la palabra chicanería. En parte puede deberse al hecho de que ya la lengua cuenta con chicana para la argucia o procedimiento de mala fe que se suscita generalmente para retrasar un proceso.

Otra razón que puede aducirse es que puede considerarse el vocablo del título como un galicismo, pues esa lengua tiene la voz chicanerie que es un enredo, triquiñuela, embrollo, trampa, sutileza.

Los abogados dominicanos durante largos años estuvieron inmersos en el estudio de la jurisprudencia francesa, y, atados a los procedimientos de los códigos franceses. Es muy posible que la frecuentación de esos textos los haya llevado a introducir la adaptación chicanería al español dominicano.