Recibí correo de Publius, que ya cambió su estatus de residente a ciudadano, con su visión de la situación migratoria actual en EUA
“Donald Trump está aumentando la incertidumbre de inmigrantes ilegales fruto de sus promesas de campaña. Independientemente del resultado electoral, su situación estaba destinada a ser más inestable. Simplemente iba a ser imposible ignorar la realidad, o percepción, del votante de que el flujo de extranjeros llegan a residir ilegalmente a EUA es cada vez mayor.
Esfuerzos para reforzar el control de entrada y reducir el flujo de nuevos inmigrantes, venían con diferencias de escala en su aplicación. Muro sí, Muro no. En las iniciativas para detener y deportar a los ilegales con más tiempo o arraigo, es donde Trump prometió una política menos tolerante, más decidida, que la de su oponente.
Sin embargo, desatar desde el gobierno federal una cruzada contra once millones de persona no es tan simple como organizar un proyecto inmobiliario. Menos aún con gobiernos estatales ya han mostrado renuencia acatar sin reservas la iniciativa federal.
En todo caso, es conveniente para todo el que esté en ese estatus de ilegal y ganando honradamente un sustento, estar atento y evitar cualquier conflicto con la ley. Es hora de redoblar esfuerzos en cumplir leyes, normas, usos y costumbres de la tierra ha dado generoso albergue.
En cuanto a los que están fuera de la ley y causan episodios como los resaltados por Trump en su discurso, que son los menos, hay que apoyar las acciones que persigan capturarlos, procesarlos y deportarlos. Fuera de que se les respeten sus derechos procesales, no deben merecer simpatía alguna. Al respecto, no se debe olvidar que las infracciones penales son individuales y es un error imputarlas a la colectividad pertenece el delincuente o criminal. Entendible entonces el desconcierto creado por esas generalizaciones absurdas, que tal vez pasen de moda pronto.
Es importante destacar que esta administración no representa amenaza real alguna contra ciudadanos americanos de origen hispano, árabe, africano, asiático o cualquier otro. En EUA las leyes ya no establecen diferencias. No hay ciudadanos de segunda clase ahora ni tampoco se verá en el futuro. La igualdad ante la ley seguirá inmune a cualquier gráfico de pastel sobre razas reflejen datos de los censos.
Las preocupaciones de los blancos sobre perder derechos cuando pasen a ser minoría étnica, son infundadas. Métodos fascistas que se acarician para evitar que esto ocurra, simplemente no podrán ser llevados a la práctica. Con más probabilidad consiguen viajar en el tiempo hacia las épocas de supremacía que tanto añoran.
El sueño de reconquistar su barrio europeo para evitar vecino con cinco pollos y gallo despertador en su patio, no podrá ser realidad con leyes y bayonetas despojen ciudadanía y llenen barcos con deportados. Bastantes normas y regulaciones, en un sistema judicial que funciona, existen para corregir esa molestia.
Lo curioso de EUA es la paradoja de defender el derecho a la libre asociación al mismo tiempo que crucifican cualquier sospecha de discriminación. Elegir y excluir son parte de la misma acción. Cada quien está en su derecho de convivir alrededor de quienes se sienta más cómodo o afín. Lo que no puede es utilizar la ley para hacer, por ejemplo, ilegales los matrimonios interraciales o forzar a transacciones económicas exclusivas con personas de una raza al dueño de un negocio. Y de bienes públicos para disfrute exclusivo de grupo con determinado pedigrí, ni hablar.
Parte del disgusto de los blancos se entiende por la exacerbada tendencia de la izquierda, que es como se debe llamar a los que se nombran liberales, de considerarlos "presuntos racistas". El lenguaje "politicamente correcto" se ha llevado a extremos ridículos y abusivos que coartan la libertad de expresión. Mientras el racismo se quede en simples discursos, no se debe tener temor.
Dejarlos desahogar libremente su veneno es hasta un antídoto para evitar lo que sí es peligroso: buscar cobertura del poder político y militar para desatar persecuciones contra segmentos desarmados de la población que adversan. De ahí la importancia de resistir toda iniciativa gubernamental busque limitar o eliminar el porte y tenencia de armas de fuego a la población civil. La Segunda Enmienda es un muro de contención al desborde de pasiones racistas genocidas.
EUA no se va a suicidar. No sucumbirá ante racistas, mercantilistas, imperialistas y colectivistas que influyen en la alta política. Turbulencia crearán, pero el país seguirá adelante y siendo imán para atraer personas de todos los pueblos, de todas las razas.