En realidad, no soy ni publicista ni creativa. Solo soy espectadora y para mí van dirigidas las campañas publicitarias que quieren compre los productos que promueven.

Hace muchos años salió un comercial de una casa licorera. Fue todo un acontecimiento. Los creadores del mismo tenían tan bien planeado su lanzamiento que los fueron presentando de a “chin”.

Comenzaron por el de la Capital, luego fueron incorporando los pueblos. Todos estábamos pendientes para ver si salía el de cada uno. En esos comerciales presentaban todo lo propio de cada ciudad: las costumbres, los personajes populares, las personas que representaban diferentes sectores, los destacados, las casas por las cuales se podía identificar su ciudad.

Aún tengo presente el de La Vega. En él salía primero la Banda de Bomberos tocando la inolvidable alborada. ¿Quién no salió “juyendo” desde el fondo de la casa para ver pasar esa banda? ¿Quién no dio saltos al compás de esa música? Si usted no lo hizo, no diga que es vegano. También aparecía el personaje Belanche pregonando sus famosos quipes, los parroquianos sin ningún tipo de distinción salían a comprar su sabroso producto. “Los veganos somos buenos todos… ¿Sabes?”

Otro inolvidable para mí fue el de Cotuí. En él salía la casa de mis abuelos maternos y en su emblemática galería algunos parientes y mis tías.

En el de aquí de la Capital podíamos disfrutar de todos los marchantes, clase desaparecida y ¡qué pena! porque eso nos identificaba tanto con lo popular como con el diario vivir. Recuerdo cuando filmaron en la cuesta de la José Reyes, me parece escuchar repetidamente “llevo las vainitas, llevo remolacha, llevo berenjenas, llevo molondrones”, fui testigo de dicha filmación.

Otro de los comerciales que han dejado huella en nosotros es el de un popular café. En estos días comentábamos algunas amigas sobre ese comercial, tenemos que lamentar el que haya sido cambiado por uno moderno que nada nos dice, a menos que no sea “compre ese café”. En los pasados comerciales de ese producto, lindo el de la Navidad. Un coro de niños valoraba el producto y había que cantarlo y hasta bailarlo; es más, uno se despertaba con él y pasaba el resto del día feliz. Y, ¿qué decir del que salía durante el resto del año? También invitaba a cantar y bailar.

De ese mismo producto recuerdo un comercial en que salían unos campesinos mellizos cuyas voces eran las de Fredy y Milton. ¡Qué lindo era!

Mi pregunta es, ¿Ya no hay talento en los creativos? Parece que la tecnología les ha carcomido el cerebro y la creatividad murió.

El mejor ejemplo es cuando a principios de esta administración lanzaron con bombos y platillos la “marca país” en un carísimo hotel de la ciudad, con un presupuesto millonario y ¡Qué gran chasco! Se descubrió que era un plagio y el creativo del mismo pensó que no se iban a dar cuenta ya que venía de un ruso.

Tenemos “marca país”, pero honestamente, según mi parecer, no nos identifica. Dicen que hubo un concurso, pero si ese fue el que ganó ¿cómo serían los demás?

Los creativos de mi generación sí que eran buenos. Solo bastan los  ejemplos anteriores para poder comparar.  En la actualidad no he visto un solo comercial que me mueva a verlo y disfrutarlo. Al contrario, desde que salen cambio de canal para no ver esos adefesios.