Los parámetros mercadológicos que marcan la conquista de la preferencia y la consolidación de la lealtad del consumidor hacia una marca han venido sufriendo cambios, en la medida en que los productos son cada vez más difíciles de diferenciar en el plano de sus simples atributos y beneficios.
Por ello las empresas de vanguardia dirigen ahora sus estrategias de marketing y de comunicación hacia la conquista de la buena voluntad del consumidor potencial, encendiendo con sus mensajes la llama de la conexión emocional con el público, en busca de iniciar o consolidar una relación afectiva de perdurable duración.
El objetivo procura colocar a su producto como lo mejor en su clase, lo máximo que se puede adquirir. No obstante, el punto común entre todas las compañías que han creado grandes marcas no es solamente este, sino que reconocen que el consumidor vive en un mundo emocional y que es esta conexión la que trasciende al producto y es ahí donde la marca debe permanecer.
En esa dimensión entra en juego la disciplina del neuromarketing, como parte de una nueva era en la comunicación comercial, presagiando una mayor profundización en los insondables vericuetos de la mente humana y su relación con los mensajes publicitarios.
Esta disciplina comporta un sistema de investigación, un elemento auxiliar innovador que viene a sumarse al de la psicología tradicionalmente utilizada para el estudio de la menta humana. La diferencia es que se adentra en los laberintos de la estructura y la función química, farmacológica y patológica del sistema nervioso y de cómo sus diferentes elementos dan origen a la conducta.
Un simple análisis de la actual publicidad que se desarrolla en el plano nacional evidencia que marcas en categorías de productos tales como bancos, lácteos, refrescos, rones, y hasta laboratorios médicos, se orientan hacia este innovador método de persuasión