La vía democrática y constitucional para escoger a las autoridades electivas es mediante elecciones. Ellas traen consigo un resultado con doble cara: alguien gana y alguien pierde. Algunos creen que con el solo hecho de las elecciones se garantiza la democracia, pero no es así, las elecciones son importantes pero no suficientes. La democracia la construimos o la vamos destruyendo (sin exagerar): cada vez que el reloj marca un segundo, en cada respiro, en el reconocimiento y garantía de los derechos humanos.
Pero al final de cuentas, parece que respiramos las elecciones siempre, creemos que ellas solas son la democracia, no importa el resto, y no faltan los eternos análisis pre y post-electorales que dan vuelta al calendario, cual círculo vicioso y teórico. Cientistas políticos, políticos sin ciencia, periodistas, académicos, estudiantes, campesinos, los que votan y los que no votan, en fin, cuasi todos, en un ejercicio democrático, nos convertimos en “improvisados-expertos” en psefología, esa parte de la ciencia política que se dedica al estudio y análisis de las elecciones. Unos con pareceres y estudios muy juiciosos y metodológicos, y otros llenos de pasión partidista e irracionalidad.
La iglesia católica, como debe ser, no se queda aislada en el impulso del fortalecimiento de las votaciones. En ese orden, desde 1962 y con mensajes rebosados de valores democráticos, respetuosos de los derechos humanos y del bien común, la Conferencia del Episcopado Dominicano (CED) ha redactado reflexiones dedicadas a las elecciones en cada justa electoral, las cuales fueron sintetizadas en una irresistible obra de la autoría de Monseñor Ramón Benito de la Rosa y Carpio que (1), inmediatamente, comencé a leer.
Y así, enfrascado en la lectura de la misma, específicamente en su página 79, bajo el título “Después de las elecciones”, llegué a una especie de déjà vu electoral (es decir, ya visto antes en elecciones). Froté mis ojos y no bastó, entonces froté mi memoria y volví a leer, solo para confirmar que sí, que me es familiar, cito:
“Dado nuestro modo de ser y habiendo recurrido esta vez a medios electrónicos, sofisticados para nosotros, es explicable que se hayan producido fallas y deficiencias que deben ser examinadas con objetividad. Donde haya seres humanos habrá siempre posibilidad de errores. Respecto a esto, en nuestro caso, queremos decir cuatro cosas:
- Los reclamos y las acusaciones hay que fundamentarlos y probarlos;
- Hay que cursarlos por los canales institucionales;
- El Tribunal competente está obligado a examinarlos y
- A dar razón en justicia al que la tenga”.
¡No! No es el mensaje de la CED para las Elecciones de 2016, es el mensaje del año 1994 basado en la tecnología y las situaciones presentadas en la época (hace 22 años).
El trabajo de Monseñor De la Rosa y Carpio ofrece una selección exquisita. Ocho páginas más adelante, en la 87, los obispos dicen: “Como algo abyecto, reprobamos todos, la posibilidad de compra y venta (o secuestro) de la Cédula de Identidad y Electoral. Es una inmoralidad, y tan inmoral es el que la compra como el que la vende. Nadie puede comprar ni vender un derecho inalienable como es el de emitir su voto responsable. Es un delito, y sobre los que lo comenten debe caer todo el peso de la ley”.
¡No! Tampoco es el mensaje de la Conferencia del Episcopado Dominicano para las Elecciones de 2016, es el mensaje del año 1996 (hace 20 años). Parece ser que la ley electoral siempre ha sido muy “liviana” o su “gran peso” nunca cae contra sus violadores.
No me detengo y sigo navegando en las sabias letras de la compilación. Su apartado 89 nos expresa: “El que pierde en sus aspiraciones a gobernar una nación, en una democracia electiva, no es despojado de un derecho adquirido sino que, simplemente, por esta vez, otro es el preferido por la ciudadanía. Frecuentemente, por complejas y diversas razones…tan digno de respeto y admiración es el que sabe perder como el que sabe ganar”. ¡No! No es un párrafo de un artículo periodístico de hoy en día, se equivocan. Ese mensaje es de las elecciones de 2004 (hace 12 años).
En la última página, la 111, me encuentro con lo siguiente: “Clama al cielo, la cuantiosa suma de dinero que se derrocha en propagandas y caravanas, cuando existen tantas urgencias prioritarias por resolver en el país, tantos proyectos por realizar…” Este justo y sempiterno reclamo es parte de la Carta de la CEP de 2008 en procura de preservar el bien común. Así concluí la lectura. No quiero hacer juicios de valor de todas sus disquisiciones. El libro, breve y claro, realmente, recoge las recomendaciones hasta las elecciones de ese año (2008). Una excelente contribución de Monseñor de la Rosa y Carpio que, por razones cronológicas, no toca los torneos electorales de los últimos ocho años.
Sin embargo, no me quedé ahí y busqué el mensaje de la CED de las elecciones del 15 de mayo de 2016, en éste los obispos hacen referencia a 5 urgencias, la primera de ellas, la más grave en la temática, es categórica: “…pedimos encarecidamente y sugerimos que pasadas las elecciones del presente año, el Congreso se esfuerce con seriedad y responsabilidad a elaborar y aprobar la Ley de Partidos Políticos para una mayor transparencia y ordenamiento en el quehacer político y para el fortalecimiento de nuestra democracia”. Totalmente de acuerdo, sólo que voy más lejos, urge la aprobación de un código electoral que abarque, sistemáticamente, toda la normativa electoral pendiente.
Ojalá los problemas electorales no se sigan arrastrando y el tema de su reforma integral no sea tópico del mensaje del año 2020 de la CED. Quien no conoce o quien no corrige las debilidades de su democracia está condenado a repetirlas y a vivir un desagradable déjà vu electoral. Exijamos a todo pulmón y con firmeza su fortalecimiento porque, por la falta de interés y de participación ciudadana, algunos políticos nos buscan sólo en elecciones, a pesar de que la democracia se vive en cada respiro, en cada instante, no cada cuatro años. Bendiciones.
- De La Rosa y Carpio, Ramón B. (2008). Elecciones: 46 temas básicos desde 1962 hasta 2008. Colección Libros De La Rosa. Conferencia del Episcopado Dominicano. (2da ed.), Santo Domingo: Grafica ITESA.