El 30 de abril el ministro Montalvo informó que se habían realizado cerca de 100 mil pruebas para detectar el coronavirus (Covid-19). Obviamente, esa cantidad resultaba de la sumatoria de las pruebas rápidas y de los test PCR (de reacción en cadena de la poliomerasa). De este modo, si descontamos de ese número las pruebas PCR, que según el boletín de ese mismo día alcanzaban las 26 mil 981, debemos suponer que hasta ese momento se habían realizado 73 mil 019 pruebas rápidas, o lo que es o mismo, un 73% del total de pruebas realizadas en ese momento.

Para entender esta nomenclatura de pruebas rápidas y PCR, debemos responder la siguiente pregunta: ¿cuáles son los tipos de pruebas que actualmente se utilizan para combatir el virus y aislar a los enfermos y sus contactos? ¿Cuáles son sus ventajas?

La imagen inserta presenta una clasificación amplia de los test existentes, a saber: los de ARN (ácido ribonucléico), que no de ADN (ácido desoxirribonucleico): ambos son ácidos nucleicos o macromoléculas esenciales para la vida. Aquí se incluyen los análisis PCR y otros de ácidos nucleicos, pudiéndose obtener hasta 1,500 resultados en un día. Siguen los test inmunológicos y las pruebas rápidas, brevemente descritos en la imagen.

 

Otra clasificación posible (en un sentido más estrecho), es la que separa las pruebas en moleculares (de amplificación de ácido nucleico o NAAT), que tardan unas dos o tres horas, de las serológicas, que detecta los anticuerpos que produce el organismo mientras está respondiendo o ha respondido en algún momento a la infección. Importante es conocer algunos detalles relevantes.

Las pruebas PCR son un tipo de pruebas moleculares. Han sido recomendadas por la OMS para confirmar los casos vigentes de covid-19, pues detectan directamente el ARN (ácido ribonucleico) o material genético del virus en las muestras tomadas de las secreciones respiratorias del paciente. De acuerdo con la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA), son pruebas muy precisas y en la actualidad es el único tipo que se puede usar solamente para diagnosticar el COVID-19.

La Organización Panamericana de la Salud (OPS) resalta que el mencionado material genético está presente en el cuerpo antes de que se formen los anticuerpos, lo que significa que las pruebas moleculares pueden detectar el virus muy temprano, desde el inicio de los síntomas. Un resultado positivo indica infaliblemente que el paciente diagnosticado está infectado en ese mismo momento, pero no revela si una persona ha estado infectada y posteriormente se recuperó.

Siguiendo de nuevo a la FDA, la otra modalidad, las pruebas de anticuerpos o serología, detectan anticuerpos (proteínas que ayudan a combatir los gérmenes) en la sangre cuando el organismo está luchando contra una infección. La prueba no detecta la presencia del virus; más bien refleja la respuesta defensiva del organismo “ante una invasión peligrosa”. 

De acuerdo con la FDA en los primeros días de una infección, es posible que no se detecten los anticuerpos, lo que limita su efectividad. Este tipo de prueba también puede dar positivos falsos si hay anticuerpos contra un coronavirus que no sea la nueva cepa pandémica. Debido a este potencial de resultados falsos negativos y falsos positivos, una prueba de anticuerpos no debe usarse únicamente para diagnosticar el COVID-19.

Es conocido que el organismo puede tardar al menos unos once días para liberar los dos anticuerpos conocidos: IgM (inmunoglobulina M) y IgG (inmunoglobulina G). De acuerdo con los expertos, estos anticuerpos pueden permanecer dos o tres meses  y más en el cuerpo antes de que sean indetectables, por lo cual ofrecen información sobre  infecciones pasadas o recientes, pero no sobre  si la persona estuvo infectada con el SARS-CoV-2 y pudo recuperarse. Por otro lado, no hay todavía ninguna evidencia científica que demuestre que tener aticuerpos contra el SARS-CoV-2 resulte en un blindaje efectivo contra su eventual regreso, ignorándose cuánto tiempo puede durar esa protección. Concretamente, las pruebas de anticuerpos no se usan para el diagnóstico o la exclusión de la infección por SARS-CoV-2. No obstante, sus ventajas son múltiples:

  1. Ayudar a comprender mejor la respuesta inmune en pacientes a través del tiempo.
  2. Saber cuántas personas pueden haber sido infectadas.
  3. En el futuro, precisar, junto con otros datos clínicos, la cantidad de personas que ya no son susceptibles a la infección.
  4. Determinar quién puede donar una parte de su sangre llamada plasma convaleciente. Este plasma está siendo utilizado en algunos países (China fue el primero) como un posible tratamiento para los gravemente enfermos.
  5. Servir de apoyo al cálculo de "cuándo podemos volver al trabajo y reanudar nuestras actividades normales" (ver: Preguntas frecuentes sobre la Enfermedad del Coronavirus 2019 (COVID-19), FDA, página oficial).
  6. Finalmente, de acuerdo con la OMS, “serán clave para apoyar el desarrollo de vacunas" contra la enfermedad.

Sin perder de vista estos méritos, la recomendación de los expertos es que las pruebas se combinen adecuadamente, de tal modo que los test rápidos no predominen, como es nuestro caso, en el total de las pruebas  procesadas (en España componen algo más del 5% del total).

Hasta el momento (Boletín núm. 45) se habían procesado 32 mil 025 test PCR en el período 7 de abril-2 de mayo, para un incremento promedio diario de 1 mil 275.8. Este ritmo equivale a 1 mil 689.1 pruebas como promedio diario por millón de habitantes (2 mil 952.2 por millón el día 2 de mayo según el boletín núm. 45), cantidad harto insuficiente para poder tener una idea del universo de infectados en todo el territorio nacional, así como de las reales perspectivas de reactivación parcial o total de la vida nacional.