Luego de grandes proyectos teóricos  y epistemológicos, la crítica instruyó su camino como interpretación de relatos, metarrelatos, microrrelatos y macrorrelatos en el Siglo XX, y a partir del post-estructuralismo y la postmodernidad se operó  una relectura de los grandes  textos,  tiempos teóricos y analíticos que conformaron y aún conforman el mapa de la crítica en tiempos de transformación.

Esta situación ha logrado imponerse desde el punto de vista teórico y post-liberal, tomando en cuenta los grandes discursos y los grandes espacios críticos que impactaron la sociedad y la cultura en el siglo XX y lo que va de siglo XX1. La crítica del arte contemporáneo ha provocado y provoca aun rupturas que han sido motivadas a partir de pesquisas, laboratorios de ideas y experimentos llevados a cabo por grandes artistas y pensadores, así como curadores, museólogos y museógrafos contemporáneos, de suerte que la función de la crítica como planteamiento y análisis intelectual ha cohesionado la productividad y las grandes prácticas artísticas de finales del Siglo XX y comienzos del siglo XX1.

Esta situación ha llevado a una reflexión que se ha convertido en meta-crítica, esto es, el análisis y la reflexión del discurso crítico mismo asumido como proceso, transformación, diálogo, vertiente disciplina, cardinal crítica y otros aspectos orientados hacia la comprensión del arte actual.

La vertiente de una crítica integradora surge también en un proyecto crítico basado en cardinales  y líneas que, desde el punto de vista de la concepción del crítico y de la crítica misma, aumentan la plusvalía filosófica y teórica del proceso crítico abierto.

El mismo carácter de la crítica de arte y el proceso de constitución de las curadurías emanadas de la crítica interna y externa de la obra conduce a una revisión del concepto mismo de análisis del producto artístico; ello se debe a una re-conceptualización y categorización del producto-obra y el producto-crítica. Dichos productos se rigen por la dialéctica misma de la tradición y la ruptura, y además, debido a las oposiciones que plantea cualquier análisis de estructuras y funciones del discurso crítico y artístico de nuestros días.

La herencia del crítico y el curador de arte proporcionó  a todo lo largo del Siglo XX un avance hacia el descubrimiento de nuevos aportes creacionales, consistentes en una fuerza intelectual centrada en las imágenes, los textos teóricos y los debates públicos en escenarios donde se valida y sanciona el conocimiento artístico, cultural y científico.

Así pues, la condición indócil y analítica de la crítica ligada a un tipo de episteme estratégico orienta una concepción del trabajo intelectual donde la obra y el pensamiento dan lugar a intercambios desiguales en los diversos escenarios de la productividad, con lo productivo y producido en el contexto de una revolución marcada por los diferentes vocabularios técnicos y epistémicos de la crítica y los procesos curatoriales de finales del Siglo XX y de comienzos del Siglo XXI.

De ahí que los grandes proyectos críticos y fundadores (Warburg, Benjamin, Panofsky, Gombrich, Barthes, Jameson, Derrida, Kristeva, Todorov, entre muchos otros), han hecho posible una relectura crítica de alta factura nivelar que prescribe los términos fundamentales de las poéticas nocionales, espectatoriales y mediacionales del arte. Véase también Michel Foucault, Jean-Francois Lyotard, Octavio Paz, José Lezama Lima y otros críticos y pensadores de la tardomodernidad.

Estos proyectos críticos aferrados a sus resistencias y preeminencias estético-críticas conciben el mundo de la obra,  el sentido y la expresión de fuerzas críticas que hacen inteligibles los nuevos lenguajes de comunicación, atribución, significación, producción y articulación de funciones propias de un planteamiento ligado a rupturas y a concatenaciones de grandes niveles de análisis y grados de apreciación de la obra de arte.

El discurso de la crítica unido y complementado por los diferentes discursos y claves curatoriales, particularizan las grandes causas y grandes travesías del arte bajo un nivel de comentarios y meta-comentarios críticos, siendo así que la obra de arte como producto y productividad se inserta en una dialéctica de la cultura-sociedad justificada por una actitud “subjetivadora” del acto o los actos creacionales; de tal manera que, la crítica ejerce su derecho a la doxa orientada por el análisis,  mediante el cual se reconoce la actitud de búsqueda y valoración del orden artístico actual.