Por más de dos meses, estudiantes chilenos han mantenido masivas protestas. El 4 de agosto se los reprimió con fuerza, provocándose un masivo respaldo ciudadano (80% según recientes sondeos) que ha obligado a estrategias negociadoras por parte del Gobierno derechista de Piñera.
Políticos opositores, incluyendo los ex Presidentes Frei y Lagos, acusan al gobierno de ineptitud y este se defiende diciendo que 20 años de Gobierno de la Concertación, hoy opositora, retrasaron las reformas.
Se trata del movimiento social de mayor envergadura desde el derrocamiento de Pinochet, aunque no es la primera vez que se producen protestas estudiantiles. En 2006 el gobierno de Bachelet confrontó masivas protestas estudiantiles ("Revolución de los Pingüinos", se les llamó por el uniforme estudiantil obscuro) que fueron desactivadas mediante negociaciones y medidas paliativas.
Quienes protestan son estudiantes secundarios, apoyados por universitarios, que no vivieron o no recuerdan la dictadura de Pinochet, y no sienten temor de desestabilizar la transición a la democracia, que refrenó a sus padres por largos años. Tienen su propia agenda, ya no es tanto de libertades públicas básicas, sino de reformas antineoliberales. Su principal reclamo es: "educación pública gratuita y prohibición del lucro en la educación privada".
En 1981, la dictadura de Pinochet, con apoyo político y técnico de corrientes neoliberales internacionales, implantó una reforma universitaria que eliminó la gratuidad y estableció elevados aranceles. La opción para quienes no podían pagarlos fueron los créditos educativos y se desarrolló un lucrativo mercado de financiamiento universitario. Hoy, el 70% de los estudiantes universitarios utilizan créditos. Según estudios de la OCDE, la educación universitaria chilena es una de las caras del mundo, y en promedio los estudiantes egresan con una deuda equivalente al 174% de su ingreso anual esperado.
En 1990, la dictadura aprobó la "Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza", que redujo el papel del Estado a mero supervisor, transfirió la responsabilidad de la educación al sector privado y a las municipalidades. Como consecuencia se produjo un deterioro de la educación básica y media "descentralizada" y surgieron crecientes diferencias según la capacidad familiar de pago y en las oportunidades de acceder a las universidades de mayor prestigio. Surgió así el mercado de las llamadas "Universidades Empresa", con menos prestigio académico, pero con menores requisitos de ingreso aunque con alto costo. Con todos estos cambios, la educación dejó de ser un mecanismo de movilidad social para convertirse en un reproductor y profundizador de las desigualdades.
Es difícil comprender porque los 20 años de Gobierno de la Concertación no lograron modificarlas estas reformas. Ahora los estudiantes y sus padres y familiares agotaron su paciencia y protagonizan en las calles sus demandas, cambios que Piñera preferiría no asumir.
Tal vez no sea del todo comprendido por muchos de los manifestantes, pero no se trata solo del sistema educativo. Pinochet convirtió a Chile en un "modelo" de economía neoliberal. Todas las bocinas y profetas internacionales del "capitalismo salvaje" y del "capitalismo de casino" se encargaron de pregonar sus bondades. En esencia este modelo económico ha continuado hasta la actualidad, con algunas modificaciones en sus impactos sociales por las políticas desarrolladas por los Gobiernos de la Concertación democrática.
El Estado fue reducido a su mínima expresión, el mercado fue desregulado como nunca en el continente. Las políticas públicas sociales, orgullo tradicional de la sociedad chilena, fueron prácticamente desmanteladas. El PIB creció desde entonces a ritmos casi increíbles. Se comenzó a hablar del "cachorro chileno", aludiendo a los "tigres asiáticos". Incluso el actual Presidente Piñera, considerado neopinochetista, ha planteado que en 10 años será un país "desarrollado", y que durante su Gobierno será "el primer país latinoamericano en erradicar la pobreza".
Lo que no se ha pregonado con la misma intensidad y eficacia es que en 1990, al derrocar a Pinochet, la pobreza se había elevado al 39%. Iniciativas sociales posteriores lograron reducir esta pobreza de ingresos, hasta el 13.7% para 2006, y el Índice de Desarrollo Humano (IDH) llegó hasta la posición 44 mundial, pero en los últimos años ha habido un nuevo retroceso. La pobreza ha comenzado a crecer (en los últimos meses es 15.1%), e igualmente el desempleo ha subido del 7% al 8.8%. Dos millones y medio de chilenos han ingresado a la condición de pobres en dos años.
Bajo el predominio del neoliberalismo, Chile se ha convertido en un país de enormes desigualdades sociales. Mientras el 20% más rico tiene ingresos iguales o superiores al promedio de países considerados ricos (Noruega, USA y Singapur), el 60% de la población tiene ingresos iguales o inferiores al promedio nacional de Angola y países clasificados como "muy pobres", y su IDH corresponde al puesto 146 internacional. Un ejemplo contrario es Uruguay, país considerado más "pobre" según el ingreso nacional, pero uno de los equitativos del continente. Los uruguayos no disponen de los mismos recursos, pero "viven mejor".
Hoy los estudiantes chilenos muestran su indignación y demandan una reforma del sistema educativo privatizado, pero no es descartable que la sociedad chilena comience a demandar cambios más generales en el modelo económico y de desarrollo neoliberal.