En nuestro país, la protección y conservación de los recursos naturales, preocupa a una gran parte de la población. Sin embargo las acciones para su conservación parecen estar siempre en dicotomía entre la sociedad en su conjunto y las autoridades. Para las autoridades y parte de la población, no "tocar" o no "utilizar" los recursos es la mejor manera de conservarlos, pero en realidad esta es la vía más expedita para su destrucción paulatina. Las restricciones legales y "cuasi" legales han sido el modelo más utilizado en el país para la conservación, menospreciando la participación en el proceso de todos los involucrados.
En la década de los sesentas y con el fin de garantizar la aplicación de las leyes de conservación, se puso en manos de Las Fuerzas Armadas, la responsabilidad de cumplir con la misión de "conservación" de los recursos agua, suelos, bosques, y diversidad biológica en nuestro territorio. Sin embargo, al no contar en esa época las Fuerzas Armadas con los estamentos técnicos capacitados en materia de conservación para llevar a cabo tan importante tarea, hemos presenciado por décadas que los recursos bajo su "cuidados" redujeron su potencial, desaparecieron o se degradaron, con el agravante que no hemos aprendido lo suficiente sobre su manejo y conservación. Es decir, los remedios no pudieron "curar la enfermedad".
Estando la responsabilidad de salvaguardar los recursos naturales por más de tres décadas, en manos no adecuadamente entrenadas, se asumió la REPRESION como la manera más fácil de protección y conservación. La represión, sin embargo, fomenta el miedo entre los ciudadanos conservadores y liberales, pero también el uso ilegal de los recursos que se pretenden proteger entre los ciudadanos más "enllavados". Y casi siempre disponen de mecanismos (sobornos, extorsión, chantaje, temor, persecución política, lentitud en los trámites burocráticos, capital para invertir, etc.), para beneficiarse de los recursos impunemente.
Hay varias formas de "represión" desde meter preso, descrédito, multas, hasta incautación del producto, sin cumplir con las disposiciones legales que regulan el tema.
La represión, aunque en algunos casos justificada, es un método cuyos resultados suelen tener efectos de muy corto plazo. Las acciones de corto plazo no son atinadas, cuando está en juego el largo plazo, para la conservación de elementos vitales para las presentes y futuras generaciones. Las medidas de corto plazo, se inscriben en los turnos administrativos dentro de un tiempo de 4 años que debe durar constitucionalmente un gobierno. Estas medidas o disposiciones, reducen significativamente la efectividad administrativa de los recursos naturales que se pretenden proteger. Aislar al humano del recurso es insostenible en tiempo y espacio y se dificulta establecer una correcta visión (hacia dónde debemos dirigirnos), de la formulación, continuidad y sostenibilidad de medidas para el manejo y aprovechamiento racional de los recursos.
Los recursos naturales, para su debida protección y conservación, deben formar parte del "largo plazo" de la República, y no de la actitud personal de los funcionarios de turno. Así como nuestros hijos no son sujetos del corto plazo, tampoco los recursos naturales. Entonces, la unidad de tiempo para su manejo sostenible, debe ser de generación en generación.
La educación, es el antídoto para reducir la represión. Esta nos garantiza el cómo hacerlo, cómo aprender o superar "enfoques erráticos" y como entrenar al ente que tiene el atributo de la inteligencia, que garantiza la perpetuación del recurso, el ser humano.
El Candidato Presidencial Hipólito Mejia, tiene una visión muy clara de cómo impulsar una política de manejo sostenible de los recursos naturales. Dicha política estará enfocada a crear empleos en las zonas media y baja de nuestras cuencas hidrográficas, estableciendo desde el gobierno acciones tangibles, cuidadosas y precautorias, promotoras del desarrollo humano. Estas medidas, devolverán a los hombres y mujeres del campo, su sentido de pertenencia y permanencia, promoviendo su estabilidad familiar y económica al tiempo de retenerlos por buenas razones, dentro de su nicho social, cultural y natural, para que no tengan que abandonar sus predios.