He sido diabético por años, lo cual requiere de tratamiento regulado con medicaciones varias veces al día, pero no me rindo. Los cambios en el estilo de vida que he desarrollado en estos días de confinamiento, han funcionado, llevando el tratamiento médico al pie de letra sin olvido y sin descuido.

En el área nutricional, hemos establecido cambios en la alimentación familiar mediante una dieta mucho más sana y balanceada, donde se privilegia el consumo de: fibras vegetales, semillas secas, granos, cereales, legumbres, el ajo, la cebolla, el limón, con la ganancia de que tengo el mayor control en los niveles de azúcar como hace años no los he tenido.  A esto le agrego, el consumo de frutas y la injerencia permanente de té o tisanas, con cúrcuma, tomillo, orégano, clavo dulce, canela, anís estrella, limoncillo y jengibre.

La espiritualidad está ligada a nuestro bienestar total como parte de la salud integral, es por eso que, a falta de mis acostumbradas caminatas, me expongo al aire libre dentro del perímetro de la casa. Tomo sol diariamente para aprovechar la maravillosa vitamina D (indispensable en esta etapa de confinamiento y por la falta de luz solar), alternándolo con ejercicios de respiración y meditación, lo que me permite oxigenar mis células. Interactúo con la naturaleza, cuidando o sembrando en el jardín y converso con mis plantas. Este es en uno de los momentos de la mañana o en el atardecer, en donde puedo sentir más energía y son los mejores momentos de tranquilidad y de paz.

Dagoberto Tejeda Ortiz

En mi programa de actividades físicas, tengo previsto una hora de ejercicios físicos por la mañana y una hora al acostarse el sol todos los días. Los hago, bailando Son, con la producción de “El Son de la Felicidad”, de Víctor Víctor y Francis Santana, escogido, después de haber evaluado más de 15 CD de esta música, con diversos grupos e intérpretes.

Como rutina cognitiva diaria, paso varias horas frente a la computadora redactando nuevos proyectos y escritos como este. La lectura sea física o digital es mi debilidad, leo libros escogidos acorde a las circunstancias.  Me mantengo informado dando seguimiento a todo lo que sucede en el mundo, pero dentro de límites que me permitan mantener la fe y la esperanza a escala global.

Cuando era niño (no hace tanto) no existía el televisor.  Fue mucho tiempo después, cuando pude disfrutar de las series animadas. Increíblemente, en esta etapa inesperada de cuarentena y de mi vida, lleno de nostalgia, me entretengo con Tom y Jerry, me evado con Walker: Texas Ranger, disfruto una película vieja de piratas o una clásica vaquerada.

Mi salvación contra el estrés y la incertidumbre, ha sido una incansable hijita de ocho (casi 9) años, que no me da tregua para pasar lo mejor posible este tiempo. Por eso dibujo con ella, me interrumpe en los momentos más inesperados para jugar “parché” “Tic tac toe” o al “escondido”.  No se cuentas veces al día entra a mi estudio para mostrarme o grabar un “Tik Tok”. Lógicamente que tengo que interrumpir todo lo que estoy haciendo para jugar con ella, incluso es mi profesora/supervisora de baile, para que cumpla con el tiempo correspondiente.  Jugamos de manera permanente con Vicky y Sophie, dos hermosas perritas que son nuestros amores.

Pero la cuarentena, sin manos que nos auxilien en las tareas cotidianas, la situación nos obliga a compartir las actividades caseras: Compartimos hacer las comidas, arreglar la mesa, fregar, arreglar la cama, bañar a las perritas, atender a las plantas y acondicionar el jardín.  Todo lo que aparezca hay que hacerlo y compartirlo, eso, nos une más.

Mi esposa quien es Psicóloga, lectora voraz, e investigadora de los temas vinculados a la salud en todas sus vertientes, dedica mucho tiempo a la recopilación de información sobre estos temas. Ha sido una costumbre, aun antes de la coyuntura actual, el que intercambiemos escritos y documentaciones, hasta llevarlo al análisis más crítico. Las horas de las comidas se hacen largas, no por la abundancia de alimentos físicos (que de hecho son bien aprovechados), sino, porque son los momentos intercambiar, para agradecer y compartir las oportunidades que nos da la vida.

Con una racionalidad de horarios, con noches cómplices para la creatividad, con la tranquilidad de la paz hogareña, puedo afirmar que intelectualmente, a pesar de la edad y de las circunstancias,   esta es la fase más creativa y más productiva de mi vida, por eso, la cuarentena ha sido un desafío que hay que confrontarlo con determinación y el optimismo que nos da la vida, colocando al coronavirus en su justo lugar.

Gracias a la benevolencia de la tecnología, he podido ganarle a la mal intencionada oferta del virus, cuya agenda dio prioridad al distanciamiento, alejándonos de los cálidos encuentros que tanto nos hacen falta. A diario, puedo mantener un cálido contacto con familiares y amigos de todas partes del mundo. Ya sea por llamadas, video llamadas o conferencias en línea, estamos cerca. Aunque parezca que estamos lejos.

Con seres queridos que me quieren por todas partes del globo como; mi hijo, nuera y dos hermosos nietecitos en Alemania, mi hija mayor en Santiago de los Caballeros, un nieto en China, mis hermanos en Bani o USA, una hijita a mi lado y demás familiares cercanos además de una compañera de mil amores, responsable de mi existencia como nadie puede imaginar, yo soy más que afortunado, para darle gracias a la vida.

Gracias a todo esto, y a una nueva visión frente a la vida, haremos que el Coronavirus o COVID-19, sea en poco tiempo, una lección cargada de experiencias, pero cosa del pasado. Sé que esto es episódico, transitorio, es una oportunidad que debemos aprovechar aun en medio del dolor para crecer interiormente, redimensionar las esperanzas y aumentar los sueños. Sé que el mundo no terminará, pero estoy convencido que después que esto pase, aunque el mundo permanecerá, será diferente, esperando que sea para el bien común de toda la humanidad.