Lo que se conoce como el día de reyes realmente es la fiesta de la epifanía del Señor que significa manifestación. Esta fecha en particular está cargada de un simbolismo interesante porque es el día en que se regala juguetes a los niños en una alegoría del encuentro de tres astrólogos (no eran magos ni reyes) quienes decidieron otorgar al Jesús recién nacido oro, incienso y mirra.
La magia de este día reside en la inocencia, pero cada seis de enero se actualiza el debate de si es prudente o no matar la inocencia y decirles a los niños que en realidad no existen tales reyes y que quienes hacen ese esfuerzo económico son los padres.
En busca de aportar una solución a este debate encontré una historia bien interesante, no sé quién la escribió, pero creo que puede servir para cumplir las dos cosas, o sea decirles la verdad de que son los padres quienes regalan sin matarles la ilusión de que existen los famosos reyes magos. Por razón de espacio la he resumido solamente a lo esencial. La historia se titula “Los Reyes Magos son de Verdad”.
– ¿Papa?
– Sí, hija
–quiero… que me digas la verdad.
– Claro, hija. Siempre te la digo.
– Es que…
– Dime, hija, dime.
–¿existen los Reyes Magos?
El padre se quedó mudo, miró a su mujer, pero sólo pudo ver un rostro tan sorprendido como el suyo.
– Las niñas dicen que son los padres. ¿Es verdad?
– ¿Y tú qué crees, hija?
– Yo no sé, papá: que sí y que no. Por un lado, me parece que sí que existen porque tú no me engañas.
– Mira, hija, efectivamente son los padres los que ponen los regalos, pero…
– ¿Entonces es verdad? ¡Me habéis engañado!
– No, mira, nunca te hemos engañado porque los Reyes Magos sí que existen.
– Entonces no lo entiendo. Papá.
–Te voy a contar porque ya puedes comprenderlo –
– Cuando el Niño Dios nació, tres Reyes de Oriente se acercaron para adorarle. Le llevaron regalos en prueba de amor y el Niño se puso tan feliz que el más anciano Melchor, dijo:
–Deberíamos llevar regalos a todos los niños del mundo y ver lo felices que serían.
Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no podrían realizar su deseo y la voz de Dios se escuchó:
– Sois muy buenos, queridos Reyes voy a ayudaros a realizar vuestro deseo. ¿qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?
– ¡Oh, Señor! -dijeron los Reyes necesitaríamos millones de pajes, casi uno para cada niño, pero no podemos tener tantos pajes.
– No os preocupéis por eso -dijo Dios-. Yo os voy a dar, no uno sino dos pajes para cada niño que hay en el mundo.
–¿hay alguien que quiera más a los niños y los conozca mejor que sus propios padres?
Los Reyes se miraron empezando a comprender lo que Dios estaba planeando.
– Puesto que así lo habéis querido y para que en nombre de los Reyes todos los niños del mundo reciban algunos regalos, YO, ordeno que, todos los padres se conviertan en vuestros pajes, y que, en vuestro nombre, regalen a sus hijos los regalos que deseen.
Cuando el padre terminó de contar la historia, la niña se levantó y dando un beso a sus padres dijo:
– Ahora sí que lo entiendo todo estoy muy contenta de saber que no me habéis engañado.