Dos carreras universitarias, en República Dominicana, deben ser estimuladas por el Estado de tal manera que sobrellenen las secciones de todas las universidades: agronomía y medicina, en ese mismo orden.

Lo que un joven debe aprender hoy es a producir alimentos y a enseñar a los agricultores a hacerlo con mayor eficiencia para ayudar a los dominicanos a que no se enfermen por falta de alimentos.

Si se enferman, entonces los médicos, bien formados científica y moralmente, deben entregarse a la tarea de curarlos y enseñarlos a prevenir enfermedades, la mayoría de las cuales se esquivan con una buena alimentación: cero sopitas, cero enlatados, cero gaseosas, cero chimichurri, cero comida chatarra… y mucho jugo de limón, de jagua, de lechosa, de zapote, granadillo, chinola, naranja, cereza, melón, mandarina, toronja, pomelo…

Pero mientras pocos piensan que estudiar agronomía y medicina es una prioridad, el Estado se queda neutro ante la avalancha de jóvenes que se matriculan en las universidades para cursar derecho, informática, mercadeo, comunicación…

En el año 2007 había 1,200 estudiantes matriculados en la carrera de agronomía en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Hace dos años se redujo a 200 y hoy, octubre de 2011, hay solo 40 estudiantes de agronomía que aun no se han cambiado de carrera.

¿Cómo piensan los gobernantes, los legisladores, los líderes comunales, los alcaldes y los sacerdotes que se van a aprovechar los avances tecnológicos si en este país, República Dominicana, la juventud no puede estudiar agronomía?

La carrera de agronomía, en alguna forma, se inició en la hoy UASD en el año 1937 con un grado de perito agrónomo, muy similar a la  medicina veterinaria.  En el 1955 avanza al nivel de  ingeniería, contando con  la finca de Engombe para realizar las prácticas y posteriormente se crearon las condiciones para en ella impartir la cátedra.

Con los problemas tan serios que afectan al mundo en materia de alimentación, es una pena que el Estado dominicano no incentive el estudio de la agronomía, la veterinaria y la agrimensura, dejando a los jóvenes que se inclinen por áreas en las que el país dispone de profesionales más que suficientes para el desempeño óptimo de sus requerimientos, como son informática, derecho, mercadeo y ciencias afines.

¡Cuarenta estudiantes se preparan para acompañar dentro de unos años a los productores agropecuarios, mientras el promedio de edad de los agrónomos dominicanos es 53 años!

Esos estudiantes de agronomía han resistido todas las exhortaciones para que abandonen la carrera, porque dentro de poco tiempo no habrá forma de prepararlos profesionalmente.

¿Cuántos habrá dentro de dos años si el Estado no interviene?

¿Y qué hará el país cuando no tenga ni un solo agrónomo para dirigir ese importante sector de la economía dominicana?

Nada justifica descuidar con tan olímpica desfachatez un área tan vital como la agropecuaria en un país que como la República Dominicana tiene a tanta gente que pasa hambre y una migración tan alta del campo a la ciudad y de Haití al país.

Un Estado consciente de su responsabilidad estuviera estimulando a la juventud para que estudiara agronomía, veterinaria, agrimensura y ciencias afines a la producción agropecuaria, porque millones de personas no pueden vivir de importaciones en un país donde hasta hace poco había una cultura medio milenaria de producción agrícola y de cría de ganado.

¿Qué pierde el Estado si otorga becas y da alojamiento a todos los jóvenes que se decidan a estudiar agronomía, veterinaria y agrimensura en un país que necesitará de sus servicios permanentemente?

Aun estamos a tiempo de rectificar y es al Estado a quien corresponde hacer ofertas tentadoras para que la juventud vuelva a sus raíces, a la producción de bienes tangibles, de viandas y materias primas de exportación.

El residencial de la avenida Luperón construido por el Estado pudiera ponerse a disposición de la UASD para que aloje a todos los estudiantes de agronomía, veterinaria, agrimensura y medicina para que vivan allí, se hagan buenos profesionales, dispongan de buenas computadoras, bibliotecas y autobuses para ir a su docencia y prácticas.

Eso sería un ejemplo para América Latina y el mundo.