En nuestro artículo anterior abordamos uno de los temas más trascendentales en la relación mercado y gobierno corporativo (GC): la gestión de las pymes desde un buen GC y la creación de un círculo virtuoso que se traduzca en un modelo beneficioso para este sector fundamental del sistema económico.
A raíz de este análisis algunas personas me cuestionaron sobre cómo puede una pyme determinar aquellos elementos o criterios esenciales a cumplir para la creación de un sistema de GC que fortalezca los cimientos de su buena gestión. Creo que una de las mejores formas de responder a ello es comprendiendo cuáles son aquellas variables que el mercado (los terceros) analizan y valoran en las empresas de este tipo. Es decir, aquellos elementos que se consideran base de la buena gestión, y que permiten la fijación de objetivos posibles, en base a herramientas adecuadas y mediante el desarrollo de acciones consistentes con estas.
Antes de avanzar, resulta esencial tener en consideración que los terceros que analizan a las empresas corresponden a un sinnúmero agentes (entidades financieras, inversores de capital o deuda, acreedores institucionales, instituciones de fomento al desarrollo o a las mejores prácticas, instituciones gubernamentales, etc.) con objetivos propios, lo cual se traduce en visiones y requerimientos particulares. Es decir, que no existe un modelo único para evaluar, en todos los casos y bajo todas las condiciones, los esquemas de GC.
Ahora bien, ¿cuáles son esos aspectos esenciales de GC que en una pyme se analizan desde fuera? Existen diferentes modelos y estándares, muchos de los cuales se encuentran ajustados a objetivos por mercados, segmentos de mercado, países, regiones, etc. Dentro de estos, una de las metodologías más conocidas es la creada por la Corporación Financiera Internacional (IFC por sus siglas en inglés), del grupo del Banco Mundial (IFC Corporate Governance Matrix), cuya principal herramienta es la matriz de progresión de GC (CG Progression Matrix).
En pymes, esta metodología se concentra en la medición de cinco grandes parámetros: i) compromiso con la buena gobernabilidad; ii) toma de decisiones y supervisión estratégica; iii) ambiente de control y procesos; iv) información y transparencia; y, v) gobierno familiar de fundadores. A su vez, en tanto matriz de carácter progresivo, esta establece cuatro estadios en los que las pymes pueden encontrarse, partiendo del avance o desarrollo de los parámetros generales: i) formalizando el negocio (etapa 1 de nacimiento); ii) profesionalizando el negocio (etapa 2 de crecimiento activo); iii) gobernabilidad básica (etapa 3 de desarrollo organizacional); y, iv) buena gobernabilidad (etapa 4 de expansión del negocio).
Tomando como partida este modelo, se observa que al estudiar las prácticas de GC de las pymes, se busca la existencia de parámetros específicos, comunes a todas estas, y que en su aplicación tiendan al logro de un desempeño perdurable, equilibrado, estable e íntegro, en los diferentes mercados.
A los fines de este artículo nos gustaría comentar, desde nuestra perspectiva, dos grandes ámbitos derivados de esta estructura de parámetros establecidos por la IFC.
Por un lado, a las pymes se les analiza por su compromiso con la gobernabilidad basada en el desarrollo de prácticas y políticas dirigidas a la organización interna y a la toma de decisiones y supervisión de sus operaciones. La empresa debe conocer el ambiente regulatorio y el mercado en que opera, así como cuáles son sus obligaciones esenciales. Debe existir un compromiso con el cumplimiento de las normas y de los principios básicos del negocio, así como la determinación de desarrollar estructuras y estrategias consistentes con su realidad como empresa. En este ámbito, la pyme debe poder desarrollar herramientas que permitan controlar y medir su desempeño, mantener sus registros financieros y contables fiables y al día, y administrar los procesos y la información relevante para el negocio. Estos elementos, sin duda, constituyen la base para el ensamblaje correcto de las demás variables de un buen GC.
Por otro lado, la relación entre socios, en particular si tienen vínculos familiares, se considera significativa. A esto se suma con igual relevancia el trato de los grupos de interés (stakeholders). Hoy las empresas se consideran “ciudadanos corporativos”, que necesitan equilibrar sus acciones para producir un impacto positivo en aquellos que se ven afectados -en cualquier sentido- por sus actividades. De esta manera, importa construir modelos donde propietarios, colaboradores, clientes, proveedores, inversores/acreedores, reguladores y la sociedad en sentido general, sean parte de la estrategia del negocio, y a partir de ello esta sea diseñada con visión de largo plazo, con clara consciencia de que la pyme forma y formará parte integral y relevante del sistema en que opera.
Un elemento central de este proceso consiste en comprender que todo tipo de negocio, y por tanto de pyme, debe ponderar estos aspectos y construir a partir de ellos. Modelos más simples tenderán a la modulación de estos criterios, porque no existe complejidad tal que impida aplicarlos a cualquier caso.
Debemos ser conscientes de que existen requerimientos regulatorios que de una forma u otra pueden incidir en el desarrollo y sostenibilidad de las pymes, sobre todo por su particular fragilidad. Si bien la solución de algunas de estas cuestiones depende de intervenciones que no están al alcance directo de las empresas, un correcto modelo de GC, pensado y estructurado por el tipo de pyme, siempre ayuda a la gestión y mitigación de riesgos -incluyendo los regulatorios- y a eficientizar prácticas internas con mayor grado de precisión.
El proceso de formación de los gestores de pymes debe dedicar especial atención a estos aspectos, en tanto el buen GC es una herramienta que opera a favor de un fin: el desarrollo y sostenibilidad de las empresas.