Henry Bates arribó a otra estancia en el recorrido de su infierno personal. Otra escuela para laborar como profesor substituto y vivir una experiencia docente sin vínculos, ni afectos. Entre desadaptados sociales, chicas frívolas, chicos violentos y un profesorado apático o desencantado, el profesor aspira a sobrevivir día a día, sin grandes expectativas ni ilusiones sobre el futuro, en un espacio educativo dominado por la indiferencia: “Un profesor sin rostro en una sala vacía”.

Henry Bates es el protagonista de la película de Tony Kaye, El profesor (Detachment)), escrita por Carl Lund y protagonizada por Adrien Brody.

A diferencia de muchas películas recientes sobre el tema educativo, que culpabilizan al profesorado de los males de la enseñanza contemporánea y realizan la apología del profesor anti-sistema y redentor, Detachment es un film que sitúa el problema del proceso de enseñanza y aprendizaje dentro de un contexto donde todos los sujetos: profesores, alumnos y directores son víctimas de situaciones que los determinan día a día. Aunque estos actores desempeñan su labor en un aula, no surgen de ella. Provienen de entornos ya existentes que condicionan sus pensamientos y acciones. Sin las condiciones facilitadoras de ese entorno, la labor docente está condenada al fracaso.

El problema de la educación no se reduce, por tanto, a la clase de profesores disponibles, o a los métodos o estrategias de aprendizaje implementables. Implica también, una estructura de pre-condiciones a partir de las cuales profesores, alumnos, y técnicos parten para iniciar el proceso educativo.

Si no partimos de este supuesto, al final del recorrido docente, podemos engañarnos sobre las razones por las que los indicadores educativos no satisfacen nuestras expectativas. Podemos culpar al profesorado o al alumnado, a las ideologías educativas que profesamos o a los métodos implementados. Pero sin importar la excusa a la que recurramos, nos ocurrirá lo mismo que al profesorado del film, estaremos ilusionados al inicio sobre las posibilidades de marcar la diferencia, para despertar un buen día desilusionados por haber fracasado en la tarea.

Un factor determinante del proceso educativo son los padres. Durante la película, ellos permanecen ausentes, salvo en momentos específicos donde irrumpen en escena de modo violento para protestar cuando se producen conflictos entre sus hijos y el personal docente. El film nos muestra que estos padres están desconectados de la vida diaria de sus hijos y entienden que la responsabilidad total de la formación recae sobre la escuela.

Con esta actitud, los padres contribuyen a forjar un entorno embrutecedor, donde las relaciones humanas están estructuradas sobre la base de la violencia, el abandono, el autoritarismo y la falta de asunción de responsabilidades.  Entonces, los jóvenes son arrojados de este ambiente a un espacio donde se espera de ellos que adquieran una serie de destrezas y actitudes sin estructuras previas para el desarrollo de esas habilidades y disposiciones.

Al mismo tiempo, los profesores, provienen de un entorno desestimulador, cargan con sus propios demonios personales, sus frustraciones y desalientos. Muchas veces, sin nadie dispuesto a escucharlos o a agradecerles su trabajo, en condiciones hostiles para la realización de su labor y con la responsabilidad de enmendar los caminos torcidos de las biografías personales del alumnado, intentan reconstruir en un año académico lo que el proceso de socialización ha destruido por décadas. El resultado de este proceso no debe sorprendernos.

Las películas educativas “light” concluyen con el supuesto de la inevitabilidad de la felicidad y de la realización personal, al margen de las circunstancias que rodean a los individuos. El profesor puede parecer una película desoladora y pesimista. Pero lo que el film subraya no es la inevitabilidad de la perdición de las almas juveniles, sino la advertencia de que esa perdición es lógica dada las premisas biográficas que han servido de fundamento para sus historias de vida. Son almas arrojadas al infierno de espacios vacíos, junto a profesores cuya propia biografía los ha convertido en seres sin rostros.