(Apuntes para un manual de sociología barata)

Es ante todo un “pobre”  licenciado, por lo regular, con maestría precaria (con menos nivel que la licenciatura que yo hice en los años 80)

Un docente dominicano es por lo regular un sujeto que no encontró forma de insertarse a otras áreas del sistema laboral. No es pedagogo ni estudió para enseñar. Y escasa vez el sistema evalúa su condición intelectual y psíquica. Ser profesor en este país es una actividad “cualquierisada”. Y en el sector público es bien remunerada respecto a lo que se exige. Porque el régimen educativo público dominicano no consta de una metodología de evaluación rigurosa y creíble. A propósito, ¿cuál el papel de la MESCyT?

Un profesor universitario, es por lo regular, un ser inculto, de precaria formación intelectual. El génesis podría estar relacionado a estas interrogantes: ¿Por qué la carrera de pedagogía alberga los peores estudiantes del sistema  universitario? ¿Quién falló, el estudiante, el profesor, o un sistema esencialmente defectuoso, anómalo, corrupto, chapucero, deficiente, y que rara vez sanciona o evalúa?

Los maestros nos parecemos a los policías comunes: somos profesionales sospechosos, de formación precaria respecto al oficio que desempeñamos.

Por qué no aceptamos que en este país no hay universidades, sino zonas francas, un profesor es evaluado por horas,  no por su formación, investigaciones, o por resultados académicos. Somos trabajadores de zafras. El sistema no aplica mecanismos eficientes para medir calidad, se fundamente en evaluar horas y no resultados expresados en la docencia.

El oficio de ser profesor en este país es alienante. Destruye o agota lo que más debe apreciar quien enseña: “el centro intelectual.” ¿Después de 40 horas de docencia sospechosas a la semana qué interés se podría tener por leer o escribir?

Nota:

Dedicado al  poeta, feliz y orgulloso de ser profesor de la universidad más vieja de américa, la única del mundo que tiene sanitarios para ciegos porque se encuentran por el “vajo”