Popularmente se dice que “el camino al infierno está lleno de buenas intenciones”. Ese dicho se le puede aplicar a Profamilia, institución que, deseando hacer el bien, no se imagina el daño que le puede causar a la sociedad dominicana con varios de los anuncios pertenecientes a su reciente campaña publicitaria.
La actividad mediática de Profamilia pretende convencer a la población, incluyendo niños y adolescentes, de que sus derechos sexuales y reproductivos son derechos humanos. Entre esos derechos sexuales y reproductivos que difunde Profamilia se encuentran el derecho de los niños a sostener conversaciones sexuales con sus padres, el derecho de las adolescentes y jóvenes adultas a sostener relaciones íntimas y el derecho al aborto, el cual se nos vende en el anuncio alusivo al tema como el derecho a la interrupción del embarazo en los supuestos de violación sexual, incesto y situación de peligro de la vida de la madre.
Estamos de acuerdo con Profamilia en que el núcleo familiar es el lugar donde debe iniciar la educación sexual del individuo. Son los padres quienes deben hacer la labor de maestros de sus hijos y responder sus inquietudes relativas a estos temas. Sin embargo, en su campaña, Profamilia pretende que niños que ni siquiera han alcanzado la pubertad tomen la iniciativa en introducir temas sexuales a sus hogares, sin respetar el marco de decisión de los padres.
Profamilia traspasa ciertos límites, sobre todo el de la autoridad del padre y de la madre, expresamente consagrado en la Convención Internacional de los Derechos del Niño y en la Ley 136-03 sobre Derechos Fundamentales de Niños, Niñas y Adolescentes al pretender incentivar a jóvenes adolescentes y jóvenes adultas que todavía viven bajo el techo de sus padres a sostener relaciones sexuales de manera abierta, siempre que usen el preservativo u otro método anticonceptivo.
En uno de los anuncios, se critica veladamente el rol de los padres como líderes del núcleo familiar y se envía el mensaje a los jóvenes que, sin importar lo que piensen sus progenitores, pueden seguir sosteniendo relaciones íntimas siempre que se “protejan”. Profamilia desconoce lo reportado por el Centro de Control de Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos de América, consistente en que el único método anticonceptivo por excelencia en la soltería es la abstinencia. Los demás mecanismos no garantizan una protección efectiva contra embarazos o enfermedades de transmisión sexual. En este punto, Profamilia no pasó la prueba y se erige como entidad que atenta contra la familia en lugar de fomentar su fortalecimiento.
Pero donde Profamilia quebranta todos los límites de la prudencia es en su anuncio donde pretende enseñar que el aborto es un derecho sexual y reproductivo. En ninguno de los compromisos internacionales suscritos por la República Dominicana, se menciona la palabra “aborto” o “interrupción voluntaria del embarazo” como derecho sexual y reproductivo. Es un atrevimiento de Profamilia el incentivar a la rebelión contra la autoridad estatal, la cual ha entendido prudente y sabio mantener la criminalización del aborto.
Con todo el respeto que nos merece Profamilia y su liderazgo, algunos de los cuales son verdaderos amigos que han sobrevivido los años, consideramos que su acción mediática luce desfasada. ¿Por qué?
Hace más de cincuenta años, en Estados Unidos se desató el fenómeno de la revolución sexual. Las ideas existencialistas de Sartre y de Camus encontraron eco en las universidades norteamericanas y la generación de jóvenes nacidos a finales de la Segunda Guerra Mundial, se sintió con licencia para lanzarse a una carrera desenfrenada en pos del placer sexual ilimitado.
Los resultados adversos no se hicieron esperar. La revolución sexual de la década de 1960 cambió para siempre el curso de la historia de Occidente. Hoy, no sólo tenemos el triste cuadro de que millones de seres humanos han fallecido a causa de abortos, sino que las enfermedades de transmisión sexual y el resquebrajamiento de los hogares se han centuplicado, la pornografía es considerada libertad de expresión y se atenta contra la familia desde el Estado al legalizar las uniones de personas de un mismo sexo.
¿Es esa sociedad la que queremos para la República Dominicana? Profamilia erró con su campaña publicitaria y en lugar de promover la familia, quizás sin quererlo, atentó contra ella.