Se trata de una dialéctica crítica de las formas artísticas pulsada, acentuada y particularizada en el producto estético-artístico movilizado mediante un movimiento de la lectura, del mirar como acto, contacto, vida de los cuerpos y entes artísticos, (Véase Barbara Krugger: Mando a distancia. Poder Culturas y mundos de las apariencias, Eds. Tecnos, Madrid, 1998).

Precisamente, una travesía crítica en torno a los procesos del mirar y la mirada desde una educación del ver y la forma artística, lo encontramos en la edición llevada a cabo por Pino Parini titulada Los recorridos de la mirada. Del estereotipo a la creatividad (2002). Desde la perspectiva de una “propedéutica interdisciplinaria” (vid. Pp. 51-56), su respuesta no pospone la problemática de una perspectiva crítico-disciplinar de la producción o productividad creacional, sino que más bien, le propone un trazado intra-académico y extra-académico a la práctica de percibir, tratar o tramar objetos artísticos en sus estados de presencia y existencia.

Todo lo cual acoge un campo teórico y metodológico abierto a las diacronías y las sincronías de las preguntas y respuestas sobre el objeto analítico y creacional. El hecho de que la travesía de una dialéctica de la crítica de arte pueda plantear posibilidades dialógicas y a la vez epistémicas en un contexto reconstructivo, no hace que su objeto pueda ser diferido por falta de argumentos posibles hoy.

En efecto, la compilación de Josep Picò titulada Modernidad y postmodernidad (1999), resitúa y a la vez plantea a través de una doxa histórico-analítica formulada allí por Andreas Huyssen (pp. 189-248) y Hal Foster (pp. 249-262), en torno a los marcos de una cartografía del postmodernismo y los discursos artísticos.

Así pues, los alcances teóricos y diacrónicos de una obra que se abre a la diversidad  y se hace autotrascendente en la medida en que la crítica del reconocimiento se convierte en fuerza , participa de las visiones de la crítica dialógica de la obra de arte, esto es, de una dialéctica trascendental de la productividad artística, así como de un posicionamiento de nuevos registros que van más allá de las vanguardias históricas y de la posvanguardia también histórica.

Los comportamientos, diseños y rediseños de la nueva crítica de arte, de la obra como travesía y movilidad y de la concepción que la dinamiza como inserción o metadiscurso adquieren su valor en un ámbito utópico pero también hermenéutico. En el caso dominicano, los críticos se aproximan a un  objeto lejano, cercano, mediático y muchas veces “empírico-inmanente (ver, la obra crítica de Amable López Meléndez, Fidel Munnigh, Abil Peralta Agüero, Jeannette Miller, Humberto Soto Ricart, Cándido Gerón y la crítica de Mirna Guerrero, María Ugarte, Marianne de Tolentino, Danilo de los Santos y otros posicionamientos que  se visibilizan desde la Historia y la Crítica de los productos artísticos, sus huellas y formas de representación. En todos estos casos los valores identitarios se manifiestan como espacios de lo nacional y sus raíces removidas y re-ubicadas en el marco productivo e intelectual dominicano.

El espacio artístico de nuestros días ofrece ventajas y desventajas como parte de un fenómeno, sin lugar a dudas cargado de paradojas, cardinales y travesías creadoras. Conjunción de lugar que se conforma en base a sus significados. Simientes que generan y producen núcleos de creación, comunicación y se justifican en el orden de los cuerpos abstractos, ideales, reales y mixtos de la significación.

¿Cuál es entonces la visión que presenta la dialéctica de una concepción del arte y lo artístico, de lo visionario y la artisticidad?

Lo que reclama desde la crítica la visión expositiva del producto artístico, no es solo el trabajo de oficio, ordenamiento y particularidad del acto museográfico, sino el plano tejido y concentrado de un discurso curatorial que se convierte en proceso y forma posible del orden creacional. Una lógica interna y contextual de la productividad artística remite a un lenguaje, un espacio-tiempo del producto artístico y una suma de cardinales que debe tomar en cuenta el curador que ha trazado el camino comunicativo de la obra de arte.

El proyecto crítico y curatorial asumido por gran parte de las propuestas creacionales de América Latina, el Caribe, Canadá, el Medio Oriente, África, Nueva Zelanda, Dinamarca y otros lugares del Pacífico y del Atlántico plantea hoy nuevas preguntas por la “cosa cultural” y artística de cara a una puesta en contacto con los grandes mercados y capitales que gobiernan el negocio de la crítica, la curaduría y la consultoría de arte en el momento actual de las soluciones e intercontactos artísticos provenientes de ideas y prácticas museológicas, museográficas y curatoriales, pero también por una economía política del pensamiento artístico y cultural.

La  circulación del juicio crítico en la tardomodernidad se produce bajo las perspectivas del análisis empírico, académico y postacadémico, pero que además supone un diálogo en el sentido dialéctico y semiológico de toda productividad. Los intérpretes e interpretantes del acto crítico y curatorial involucran un enmarque artístico-visual, progresivo, orientacional y sobre todo socio-dinámico.

De ahí que la institución crítica (¿autocrítica?),  se fundamenta en una dialéctica de los significados artísticos y las prácticas de representación, movilidad discursiva y contra-representación. Conjuntamente con el activismo crítico en el orden sociocultural surge la problemática de una política de construcción de simulacros estéticos y creacionales que en este mismo trayecto de reflexión crítico-curatorial se pronuncian en cada propuesta de exposición y se articulan como prácticas del pensamiento y del trabajo artístico-productivo.

Los estadios simbólicos y filosóficos de la crítica contemporánea revelan un campo de producción significante, orientado por la misma acción artístico-cultural captada mediante un proceso de ensayo, valoración, razones instruccionales y resemantizaciòn de los nuevos discursos asumidos por críticos y curadores independientes.