La crítica de arte en la República Dominicana y en toda la América Latina y el Caribe, ha traspasado los llamados niveles de percepción del objeto artístico y de su sentido estético, epistemológico y productivo, advirtiéndose en su praxis  una historia conceptual y una teoría productiva del conocimiento histórico y cultural que se ha hecho visible en el contexto iberoamericano.

Al revisar los estudios caribeños y latinoamericanos en el presente, el espacio cultural y el concepto denominando crítica de arte presenta variables productivas, comunicativas, sociocríticas y dialógicas mediante las cuales lo crítico, la crítica y lo criticado adquieren valor como perspectiva, inducción y posicionamiento transformativos.

El modo de leer utilizado por la institución crítica actual es notablemente inductivo, en algunos casos, y deductivo inductivo cuando se trata de discutir objetos artísticos resemantizados. Las visiones curatoriales referidas a colecciones, expo-individuales y colectivas se justifican en muchos casos asumidos desde la sobredeterminación del discurso artístico y cultural.

El mismo estatuto de la crítica se cuestiona muy a menudo y su “razón dialéctica” participa de un espacio cualitativo-dialéctico y fenomenológico, tratado, reconocido en Odalìs G. Pérez (2002, 2003, 2004 y 2005); Danilo de los Santos (1998, 1999, 2000); pero también, y en el ámbito iberoamericano (Anna María Guasch 2008); José Luis Brea (2006); Juan Acha 1975, y otros.

Todo el anclaje y el desanclaje histórico-teórico y reconstructivo-cognitivo  de esta situación acelera un proceso donde la historia misma de la crítica y la teoría del arte se ha convertido en un fenómeno poiético y abductivo, tal y como hemos podido observar en las conquistas analíticas de autores como Nuria Peist (2012, pp. 9-39, pp. 243-278); Néstor García Canclini (ed) 2009); Arlindo Machado 2009; Hervè Fischer (2009); Andrea Giunta (2009); Graciela Speranza (2009) y Pat Badani (2009).

Las metacríticas del reconocimiento alternativo se producen en una transición que ya resulta uno de los momentos más significativos del postmodernismo, del post-post modernismo, bajo el apoyo de las estéticas, críticas y poéticas decoloniales o decolonialistas, tal y como se hace legible en Bolívar Echeverría 2000; Dirlik Arif 1997; Eduardo Mendieta y Santiago Castro-Gómez 1998; Fernando de Toro y Alfonso de Toro 1999; Santiago Castro Gómez 1999, y otros.

En efecto, la crítica de la obra y la obra crítica se apoyan también en las lecturas y metalecturas del discurso teórico y sobre todo de una decisión radical de las actuales narrativas críticas y radicales tal y como podemos leer en Henry Giroux 2005 por un lado, y Nelly Richard (1994), desde otra mirada crìtica y curatorial. Dentro de toda una revisión y un reordenamiento funcional y diacrònico del arte y los estudios culturales, la dialéctica de la crítica ha conquistado en el caso de los espacios de la obra y de la crítica misma de la obra más allá de los meros contenidos, una inclusión  y recursión polivalentes situada en el mapa de la otredad y la alteridad; el de la diferencia y la memoria. Este mapa se expresa como doxa no recluida en el academia, sino más bien, y como ha puesto de relieve H. Giroux en su obra Estudios culturales, Pedagogía crítica y Democracia radical (2005, p. 155), y donde el crítico norteamericano extiende su alcance de la crítica al marco utópico y postutópico:

“El legado contradictorio de la utopía ha emergido con gran fuerza una vez más. Despreciado por los progresistas, y absolutamente desconfiados los conservadores culturales, en el presente se ha convertido en un lamento para liberales y conservadores que abogan por el mercado libre. Dentro de la coyuntura histórica actual, el pensamiento utópico ha estrechado su enfoque y se ha vuelto la fuerza conductora del neoliberalismo que plantea a través de sus diversos defensores, que la utopía ha encontrado su expresión final en la última fase de la democracia capitalista”.

Todo este legado ha cobrado valor, y muy a pesar de su campo, en la crítica de arte y las críticas culturales del Caribe y Latinoamérica, de suerte que, en este sentido se ha alargado el campo analítico y epistemológico de la obra crítica y la crítica de arte en el espacio insular caribeño. Como consecuencia de las diversas poéticas y estados del saber crítico, los usos textuales y contextuales de la expresión crítica en el espacio abierto a toda visualidad se justifican en fuerzas paradigmáticas de un nuevo tipo de construcción, reconstrucción y conocimiento teórico-crítico y cultural.

La particularidad y necesidad de una reutilización de argumentos creacionales y críticos en el momento actual, obliga a releer los diversos paradigmas de la teoría, la crítica y la historia cultural desde una visión comprensiva de los oficios artísticos y los oficios analíticos surgentes de nuevas lecturas y movimientos de la obra de arte, reanalizada también como clínica y crítica en contextos de libertad estética y creación.