Una vez ocurrido el terremoto de 2010 en Haití, Bill Clinton hizo una devastadora declaración:
“Tengo que vivir cada día con las consecuencias de una decisión mía que fue, quizá, buena para algunos de mis granjeros en Arkansas, pero que fue un error porque trajo también como resultado la pérdida de la capacidad de producir arroz de Haití y, consecuentemente, de su capacidad de alimentar a su pueblo. Fue resultado de algo que hice yo. Nadie más”.
De esa manera, alguien que había sido Presidente de la mayor potencia económica y militar de la Tierra reconocía cuánto poder tenía sobre el destino de Haití, para saquearlo y convertirlo en hambriento, con el fin de crearle mercado a sus empresarios. Que sea un “error” (algo que ocurre sin intención ni noción de sus consecuencias) y que así pueda ser admitido, está por verse.
Es el mismo Haití que sufrió la invasión y ocupación yanqui desde 1915 hasta 1934, y luego el apoyo a la brutal tiranía de Duvalier. Haití que en 1991 sufriría un golpe de Estado, al igual que en 2003, con la presencia recurrente de las tropas norteamericanas y el secuestro de un Presidente; el mismo Haití donde las embajadas de potencias discutieron la opción de secuestrar al Presidente René Preval y sacarlo en un avión del país, y que se dice que el actual Presidente Martelly fue electo en comicios fraudulentos para impedir una segunda vuelta con la participación de un candidato de izquierdas. El mismo Haití que no tiene ejército ni fuerzas armadas y una policía prácticamente desarmada. Es ese Haití con un terremoto que mató a 300 mil personas y el dinero de la “reconstrucción” nunca llegó, o mejor dicho llegó un 10% del cual 90 de cada 100 dólares se queda en la burocracia nacional e internacional; el Haití intervenido militarmente y que las tropas de Nepal trajeron el cólera que mató a alrededor de 8000 seres humanos, de los cuales nadie se hace responsable. Ese Haití con un 70% de su población viviendo con menos de un dólar diario (1500 pesos dominicanos al mes), y que llegó a tener un 90% de su educación privatizada. Es el Haití en que grupos con mucho poder -como los que existen en RD- impidieron ya que se lograra un acuerdo de libre comercio propuesto por el actual presidente dominicano Danilo Medina, para seguir manteniendo a la población en la miseria pero presa de importadores y comerciantes monopólicos.
Es el Haití al que en 2009 se refiere Paul Collier –“experto internacional” en migraciones y desarrollo- quien en un informe solicitado por Naciones Unidas apela a la miseria generalizada del pueblo haitiano como su gran factor de “competitividad”, en tanto fuerza de trabajo barata sobre-explotada en la producción de zonas francas:
“Haití tiene una oportunidad económica extraordinaria {…}. Desde la perspectiva del acceso a los mercados, Haití es ahora la locación para producción de prendas más segura del mundo {…} Claro, esto no es suficiente: los costos de producción deben ser globalmente competitivos. Pero ahí de nuevo los factores fundamentales son propicios. En la industria de las prendas el componente más importante es el costo del trabajo. Debido a su pobreza y mercado laboral desregulado, Haití tiene unos costos laborales muy competitivos frente a China, que es parámetro mundial. El trabajo haitiano no es sólo barato sino que también es de buena calidad {…} Siendo la única economía de salario bajo en la región, tiene una ventaja de transporte sobre otras economías de bajos salarios que se encuentran distantes”.
Es el Haití en que no se sabe cuándo habrá elecciones con todo el apoyo y la tranquilidad de Estados Unidos, “paladín de la democracia en el mundo”. En fin… Haití es un país COLONIZADO, SAQUEADO Y ESPOLIADO POR LOS MISMOS DE SIEMPRE, y es bueno que lo recordemos y examinemos nuestra propia Historia, la dominicana, para ver si es que son o no los mismos que han invadido, dominado, dado golpes de Estado, impuesto y apoyado tiranos, financiado gobiernos asesinos, fraudes electorales e impuesto las políticas económicas, sociales, de Defensa y de relaciones internacionales en la República Dominicana. Y si acaso son o no los ganadores los mismos de siempre y los Pueblos son, o no, los grandes y mayoritarios perdedores una y otra vez.
Es Haití, parte de este Caribe que Bosch denominó “frontera imperial”: El Caribe donde está Puerto Rico colonizado, la base de Guantánamo, el bloqueo contra la República de Cuba, los “territorios de ultra-mar” de Francia, Holanda y Reino Unido, Jamaica, y el Decreto Ejecutivo que designa a Venezuela “amenaza a la seguridad nacional” de Estados Unidos de América. Y la República Dominicana ocupada dos veces en un siglo, administrada por Estados Unidos y sus aliados Trujillo y Balaguer durante casi cincuenta años, ocupada por las políticas del FMI, las “asesorías” de la DEA, la generosa colaboración administrativa de la Embajada (ver Wikileaks) y amigable el Comando Sur y la IV Flota.
Usar la cabeza y pensar contra los demagogos y vivos
Ante esta brutal realidad, hechos tangibles y reales, me resisto a que en República Dominicana nos sigan dividiendo entre “patriotas” y “pro-haitianos”. Yo no soy “pro-haitiano”, en última instancia soy PRO-TODOS los y las humildes y explotados/as del MUNDO. No se es “pro-haitiano” (por cierto, como si ser “haitiano” o “pro-haitiano” fuera una especie de mal de ébola o cólera) por usar el sentido común, la lógica elemental, esto es no prestarnos a ser manipulados con la absurda idea de que el Pueblo de Haití (invadido, saqueado, colonizado y secuestrado por oligarquías internas, potencias y transnacionales del mundo) que ni siquiera tiene casa, comida, escuela, hospitales y mucho menos armas, pueda a su vez querer, planificar y poder invadir a otro, República Dominicana, que es su vecino, más rico, organizado y poderoso. Y más allá, no prestarnos a vernos mutuamente como enemigos históricos, sino tener la cabeza bien despejada para saber que los enemigos de ellos y nuestros han sido siempre aquellos que nos someten, han sido los mismos enemigos.
Puedo usar mis ojos para ver por mí mismo. Los libros de Historia que los niños haitianos estudian en la escuela NO dicen nada contra República Dominicana: más bien son más valientes que los de acá, pues si se atreven a decir claro y enseñar cómo Haití ha sido presa del poder y la violencia de las potencias.
Puedo usar mi cabeza para estudiar los análisis de la prensa dominicana, que retrata cómo desde los años 20 del siglo pasado los político-partidistas profesionales han usado y re-usado el concepto “invasión” para referirse a hechos migratorios y comerciales (irregulares o no, desde el punto de vista legal) y con ello dar “golpes en la mesa” para negociar sus tajadas en las reformas constitucionales, las cuotas administrativas y los negocios de Estado.
Puedo usar mi capacidad de ser racional para leer a Francisco Henríquez y Carvajal, nada menos que ministro de Trujillo en Haití en 1931, quien no siendo para nada “pro-haitiano” fue harto coherente y serio como para decir en un informe a Cancillería:
“Lo que precipitó sobre nuestro país la gran masa de inmigrantes haitianos fue la realización parcial del postulado financiero que sirvió de base económica a la ocupación del territorio de la República Dominicana por las fuerzas navales norteamericanas. Ese postulado, no publicado, pero si perfectamente conocido, fue: “tierras baratas en Santo Domingo, mano de obra barata en Haití”.
Los haitianos migran a R.D., pero migran a muchos otros países masivamente, especialmente después de las intervenciones, los golpes de Estado, la debacle impuesta desde arriba y el terremoto. Pero esa migración no los convierte en invasores, como tampoco son invasores los dominicanos, los asiáticos, los mexicanos, los centroamericanos, los africanos y todo pueblo del mundo que huye de la miseria, jugándose de la vida en los desiertos, en el mar, en las alambradas electrificadas.
Claro que las mismas potencias (el “tridente imperial” con que Ricardo Seitenfus denomina al trío EE.UU.-Francia-Canadá) y las élites burocráticas-imperialistas han participado del caos fronterizo y migratorio entre R.D. y Haití, pues eso les sirve para quitar presión en Haití y además desvía el conflicto hacia dominicanos y haitianos, mientras ellos siguen dirigiendo la obra con los hilos. Ojalá que muchos haitianos huyan, ojalá incluso que mueran en balsas tratando de llegar a Florida o a Puerto Rico, eso aquieta las aguas en un Estado paralizado y un país atenazado por el cuello que les sirve como una de sus plataformas en este Caribe. También ganan las grandes empresas, emporios y negociados público-privados de ambos países, que mientras los pobres queman banderas, ellos amasan fortuna con la “reconstrucción”, el contrabando, las barreras comerciales, el tráfico de personas, etc.
Ciertamente hay haitianos y dominicanos confundidos e incluso utilizados, que entre la ignorancia y la manipulación llegan a quemar banderas del otro, o agredirse. Pero no es la mayoría, ni quiera una parte significativa. En medio de este trágico escenario, dominicanos y haitianos que viven de ambos lados de la frontera son trabajadores, conviven pacíficamente, establecen amistad, vivienda y hasta familia, durante décadas, desde siempre. La lucha contra la dictadura de Boyer en 1843-1844, el apoyo a la Guerra de la Restauración, la amistad de Luperón y la colaboración desde Haití, la resistencia ante el invasor yanqui en 1916, la lucha en 1965 y la ayuda post-terremoto de 2010, son las expresiones más contundentes y hermosas que cuánto han hecho haitianos y dominicanos juntos, con amor y solidaridad, auténticos monumentos de humanidad y grandeza histórica sobre lo cual vomitan odio quienes ganan dinero, fama, publicidad y poder con dirigir todos las miradas y los cañones a esos extraños, muy curiosos hechos de “enfrentamiento”.
En este tiempo, la mejor demostración del carácter eminentemente ideológico (la realidad mostrada y vista en función de intereses de clase) de la famosa “invasión”, “ocupación”, la “amenaza haitiana”, etcétera, la ha dado la asociación de constructores de viviendas (ACOPROVI), es decir, los patronos inmediatos del negocio inmobiliario-especulativo en RD (además de los grandes ganadores, los banqueros). Son ellos, y no ninguna “ong”, ningún “prohaitiano”, ningún “organismo internacional”, quienes han dicho: “si hay deportación masiva, se cae la construcción”. ¿Por qué? Porque ellos, siendo capitalistas han sido más claros y explícitos en el funcionamiento del capital que cualquier comunista local.
Mientras se nos vende que los “haitianos quitan los trabajos” y que “hay un plan de invasión”, ellos han hablado de la regla básica de la plusvalía capitalista es decir la explotación del obrero. Es en la diferencia abismal entre el salario de un obrero de la construcción que apenas raya en el costo de canasta mínima familiar en R.D. (unos 12 mil pesos) y el precio de las viviendas en el mercado y el engorde de los bancos que endeudan a la población dominicana, donde está precisamente el chiste del negocio y al mismo tiempo la razón por la que muchos dominicanos no apuestan a esta labor como su fuente de ingresos. Un trabajador dominicano de la construcción gana (si es trabajador no calificado, la mayoría) gana apenas unos 12 mil pesos que no le permiten cubrir la sobrevivencia suya y de su hogar, se queda sin fuerzas ni tiempo para obtener otro ingreso en el mes, y hace ganar decenas de miles de millones de pesos a empresarios y bancos. Ni siquiera son protegidos por la Seguridad Social: según la Superintendencia de Pensiones, no son ni la mitad de los trabajadores dominicanos que laboran en dicho sector los que están efectivamente cotizando para una pensión.
El llamado histórico pendiente
No somos nosotros, los Pueblos, los enemigos. Nosotros, los Pueblos explotados y colonizados y saqueados, no somos los que amenazan. Es el imperialismo y las oligarquías locales que éste ha protegido y amamantado ante cada intento del pueblo haitiano y del pueblo dominicano por sacudirse y liberarse del calvario. El deber de los dominicanos y los haitianos que aman la Paz, la Soberanía y el Derecho de nuestras Patrias a vivir dignas y libres, es pensar y actuar juntos para quitarnos de arriba y liberarnos de quienes ciertamente han acumulado riqueza y poder esclavizándonos, explotándonos y llevándonos al odio entre unos y otros, con su hipocresía, para llenarse las bolsas de monedas mientras nos ponen a matarnos entre nosotros y a echarnos la culpa mutuamente.
No soy “pro-haitiano”, lo que pasa es que no seré la carne de cañón para otra locura como la de Trujillo, Peña Batlle y Balaguer, ni de otro 1937. No estoy dispuesto a ser distraído y fascinado con una élite partidocrática y mediática que ha manejado a Rep. Dominicana por 171 años sin resolver uno solo de sus problemas fundamentales, incluyendo el fronterizo y el migratorio; continuadora de los supuestos “patriotas” que desterraron a Duarte y nos entregaron a España; que han visto cómo mi pueblo ha sido masacrado y traicionado en cada una de sus luchas, que han sido siervos del invasor yanqui y de las oligarquías nacionales hasta hoy mismito; que han sido y son tránsfugas y parásitos del erario, partícipes de la piñata estatal y que han engordado a una clase dominante compuesta por corruptos, súper-explotadores, banqueros, usureros, especuladores e importadores, evasores de impuestos, abusadores que tienen al 50% del pueblo dominicano viviendo con menos de 9000 pesos al mes, que hablan de delincuencia con una juventud sin esperanzas y se llenan con la palabra soberanía contra el pobre trabajador inmigrante del agro mientras tienen al país importando habichuelas y arroz para engordar sus cuentas millonarias, entregándonos al endeudamiento indetenible y a un DR-CAFTA genocida; que desnacionalizan compatriotas a diestra y siniestra pero nos “regalan” un país con 1 millón de analfabetos y miles de niños que mueren en los hospitales. No estoy dispuesto a que me confundan la necesaria solución a los problemas de Frontera, Migración, Defensa y Empleo con sus ideas descabelladas que nunca han resuelto nada y que nos ocultan y disfrazan a quienes son, en cuanto a personas, organizaciones y estructuras, los verdaderos y permanentes enemigos de mi Pueblo que sufre y de todos los Pueblos de América.
Hoy sigue vigente la orientación del Viejo Luchador Inmortal, Juan Bosch, quien en 1943 dejara dicho: “… Ahora bien, así como el estado de ambos pueblos se relaciona, porque los dos padecen, así también se relacionan aquéllos que en Santo Domingo igual que en Haití explotan al pueblo, acumulan millones, privan a los demás del derecho de hablar para que no denuncien sus tropelías, del derecho de asociarse políticamente, para que no combatan sus privilegios, del derecho de ser dignos para que no echen por el suelo sus monumentos de indignidad. No hay diferencia fundamental entre los dominicanos y los haitianos de la masa; No hay diferencia fundamental entre los dominicanos y los haitianos de la clase dominante… Nuestro deber como dominicanos que formamos parte de la humanidad es defender al pueblo haitiano de sus explotadores, con igual ardor que al pueblo dominicano de los suyos… Nuestro deber es, ahora, luchar por la libertad de nuestro pueblo y luchar por la libertad del pueblo haitiano”.
Treinta años después, Salvador Allende, hablando al Pueblo chileno ante el golpe de Estado imperialista y oligárquico, nos dejó la misma tarea: “La historia es nuestra y la hacen los Pueblos”.