El Partido Revolucionario Moderno (PRM) nace como consecuencia del alto nivel de crispación o conflictos suscitados por la necesidad de hegemonía de la estructura de poder del histórico Partido Revolucionario Dominicano (PRD). La fracción de Miguel Vargas Maldonado alcanzó, por vía de varias sentencias, el control de la franquicia del PRD. Este logro fue soportado por un contexto donde predominó y predomina un nivel de carencia de autonomía política del Tribunal Supremo Electoral. De modo reiterativo, este Tribunal, benefició a Vargas Maldonado y sus compinches.
Aun las sentencias siendo muy favorables a Maldonado, el resultado electoral de mayo pasado coloca al PRM como la segunda fuerza política de República Dominicana. Por su parte, el PRD, que en el 2012 ocupó la primera posición, se desplomó para ubicarse en cuarto lugar. Los datos nacionales logrados, el 5.86% de votos, expresan el pobre desempeño y descalabro político-electoral más grande de su historia.
No obstante, cuando se observan las acciones del PRM, una vez constituido, hay una acentuada reproducción de prácticas políticas negadoras de postulados de la modernidad democrática y de emular o reeditar parte de los que cuestionaban a sus adversarios internos. El PRM, el moderno, quedó estructurado con los mismos actores, los mismos líderes del viejo PRD, los herederos que continuaron con la cultura política centralista y presidencialista. Los que impidieron que la Convergencia por un Mejor País le aportara el condimento conceptual y de un liderazgo de la modernidad enlazada en su nuevo nombre. El PRM tuvo oportunidad de evolucionar, recrearse, mutarse, cambiar la filosofía o visión del ejercicio de poder; pero quedó atrapado en las viejas prácticas del PRD, las cuales buscó negar.
El PRM, el moderno, volvió al pasado cuando tuvo la iniciativa de reeditar la Alianza Rosada que ejecutó el PRD con el PRSC en el 2006. Volvió a poner oxigeno al PRSC, en este caso, facilitando más poderes locales al reformismo, el cual negoció al estilo el PRD de Miguel Vargas Maldonado con el PLD. Ni el PRM ni PLD consultaron a sus bases. Una porción importante de dirigente del PRM, el moderno, se informaron de los acuerdos con el PRSC a través de los medios de comunicación. Una reedición de una alianza que no pudo posicionar en el imaginario social y político un eje estratégico que condujera a convencer a una porción importante de la sociedad sobre la factibilidad de dicha alianza. Quiere decir, que el PRM se montó en el caballo del pragmatismo político, enseñado o verbi gratia por la escuela política del PLD. Pragmatismo, asumido por el PRD post Peña Gómez.
El PRM, el moderno, presentó algunas opciones electorales que rompen con los principios de una democracia moderna. Apostó, en gran parte, a los que tuvieran más medios económicos, sin importar sus antecedentes penales y daños provocados a la institucionalidad del país. Una porción de candidatos con perfiles desconectados, sin coherencia y consistencia con los postulados de los valores modernos de la ética y la transparencia.
Un partido moderno concretiza su visión política en la modernización del Estado, sus estructuras orgánicas y la gobernabilidad democrática. Concretiza esa visión, cuando el ejercicio público en el Congreso Nacional está supeditado a los mandatos de las leyes y la Constitución. Las exoneraciones y los barrilitos son prácticas negadoras de la modernidad; constituyen un privilegio que desencadena en la deslegitimación de las prácticas políticas. Un partido moderno combate estas prácticas. El PRM pudo combatirla y no lo hizo. No se sabe si lo hará después del 16 de agosto. También, la aprobación de leyes sin contar con la opinión del soberano, el pueblo que lo eligió, es la negación de la moribunda democracia representativa y los métodos participativos que caracterizan la nueva manera de hacer política.
El PRM, el moderno, con más liderazgo nacional y local que el PRD(el viejo) y con más mercado electoral, quedó atrapado en un ejercicio político de más de lo mismo. Aunque tiene estos atributos, su práctica política sigue siendo la de PRD, pero con una M.
El PRM, el moderno, tiene el desafío de diferenciarse. Lo puede hacer en el Congreso y en los Ayuntamientos. Lo puede hacer construyendo aliados sociales. ¿Lo hará con el tipo de liderazgo que domina sus estructuras?