Al observar los espacios públicos de las principales ciudades del país se advierte un escenario compuesto por ingredientes que impactan la cotidianidad de los territorios urbanos e inciden tanto en la dinámica particular de cada habitante, como en la dinámica colectiva de la sociedad.
Dentro del espacio público urbano, la cotidianidad coloca en un lugar de alta importancia los espacios reservados para las aceras y calles, las cuales deberían ser utilizadas por los habitantes para el libre desplazamiento peatonal o motorizado; sin embargo la realidad nos presenta aceras, calles y avenidas ocupadas de manera permanente o provisional por actividades particulares en detrimento de lo colectivo.
La permisividad de los responsables de gestionar la movilidad urbana en la República Dominicana ha formalizado una serie de acciones ilegales en el espacio público, autorizando con la inacción o con la ausencia de planificación la privatización del espacio público, contribuyendo con el caos que tenemos hoy en día.
Una de las principales situaciones inductoras de conflictos se encuentra en el estacionamiento gratuito en la vía pública; ya que la configuración urbana que prima en nuestro país, compuesta por calles estrechas y pocos carriles, no permite destinar un espacio exclusivo al estacionamiento y dentro de esta configuración los espacios reservados para aceras, paseos centrales o jardineras tampoco están diseñados para estacionarse. En algunos casos los conflictos en la vía se acentúan cuando el espacio público es utilizado para la localización de paradas informales de transporte, la ampliación ilegal de comercios situados en la proximidad de la vía o la ubicación de actividades espontaneas irregulares.
El rescate de las aceras y calles en las ciudades, como parte de una nueva cultura del respeto de lo público contribuirá con el adecentamiento del espacio público expresado en menos contaminación, mayor seguridad, reducción considerable de los entaponamientos y por ende una disminución en los costos vinculados al transporte.
Para esto se requiere diseñar un esquema de intervención vial que suprima de forma gradual, el estacionamiento en las vías, reservando algunos espacios para la colocación de parquímetros que regulen el tiempo permitido para estacionarse y de igual manera con la estructuración de una red de infraestructuras para parqueos públicos colocadas por toda la ciudad en alianza con los sectores económicos locales. Otra acción debe estar orientada a la puesta en operación de opciones para el desplazamiento motorizado, con el fin de que los usuarios de vehículos privados puedan optar por un transporte colectivo seguro y eficiente que lo conduzca hacia su lugar de destino, sin necesidad de utilizar sus vehículos. Finalmente se requiere abordar el diseño de la ciudad desde una perspectiva peatonal, tomando especial atención en los circuitos más comunes realizados a pie por la población, garantizando la seguridad de los peatones y conectando estos recorridos con el sistema de transporte colectivo.
De esta manera se contribuye con el rescate de la ciudad, recuperando los espacios públicos de una dinámica de uso particular y transformando la visión individualista que prima en la actualidad por una cultura colectiva de uso y eficientización de los espacios y servicios ofertados por el Estado.