El hecho mismo de que la memoria se convierta en recurso y personaje, invita e incita al lector a reconocer la que ha sido históricamente el barrio en la geopolítica y en la geografía urbana del país. Se trata de una fragmentación del orden espacial, de una determinación que ha operado como condena social, tensión entre centro y peripecia, lucha progresiva entre la marginalidad y los poderes de centro establecidos por espacios y tiempos de enriquecimiento y empoderamiento políticos que han hecho posible el descentramiento social, el hacinamiento, el crecimiento desordenado en vertical y horizontal.

Se trata, pues, de una política de la fragmentación urbana que ha generado el barrio, el traspatio, la orilla, el margen, la pandilla, el pandillero, las “naciones”, el escondite barrial, el consumo de drogas, el negocio de estupefacientes, la ontología de la bachata, el negocio ilícito y otros constituyentes o conformadores de lo que es hoy la República Dominicana.

Princesa de Capotillo es, en este sentido, un texto abierto a la interpretación y un texto novelesco acentuado por un mundo de tramas, conflictos y formas desviadas visibles en el país: la corrupción de toda moral de la historia y del sujeto. A partir de aquí Yojaira, la llamada Princesa de Capotillo constituye sólo una imagen, un pretexto del universo que nos quiere retratar, presentar, uno diría que alegorizar su autor Luis R. Santos, desde una perspectiva motivacional y sentiente.

El tejido narrativo de esta novela se compone de ejes, estrategias ficcionales, tópicos políticos y sociales, puesta en lugar de aspectos, hechos y fenómenos muy propios de la República Dominicana de nuestros días, así como del mundo caribeño y latinoamericano. El escritor ha llevado a cabo una operación crítica del sistema social dominicano dando cuenta a su vez de una anatomía y una fisiología sociales que, al día de hoy, podemos advertir como detalle en todos los niveles, segmentos, cardinales políticas y sociales del país.

¿Se podría hablar de una sola historia en esta novela? ¿Se podría hablar en su caso de una psicología colectiva? Todo lo narrado en la misma apunta a una construcción social de la delincuencia, de la corrupción de niveles humanos cuyos protagonistas (Kilo, Charlo, Sammy, el Capitán Serrera, Papi Blonda, El Don y otros), van cobrando fuerza a medida que el tramado se define en sus relaciones actanciales y accionales.

Los argumentos narrativos particularizados por líneas narrativas de progreso, encontradas en los ejes significativos de la ficción, logran extender la visión de un campo de fuerza crítico de la actual situación sociopolítica nacional. Mediante pantallas de reconocimiento sugeridas por el autor, podemos observar las acciones propias de una fuerza activada por el narcotráfico, la estructura militar del país ligada al mismo, y los representantes ocultos, desocultados por el mismo autor-narrador y el personaje hablante en el relato.

Sin embargo, dentro de las claves que acentúan los focos de sentido de esta novela, sobresale también la voz narrativa indirecta de Soto Soto como narratema explicativo:

“Soto Soto dijo que hay hombres y mujeres que nacen marcados, y que por más intentos que hagan terminan siendo víctimas de un destino imposible de doblegar. Habló así inspirado y reflexivo, para referirse al caso de la Princesa de Capotillo: Esa muchacha lo único que quería era una oportunidad para dejar el barrio, y abrirse un camino hacia un futuro más promisorio…” (p. 177)

Si el tema de la novela es la desgarrante corrupción y acción de la narcopolítica en todos los niveles y órdenes de la nación, el asunto de la misma es el crimen de Yojaira llevado a cabo por Los Broders y su jefe Kiko, en un afán ilimitado por obtener la aceptación amorosa de la Princesa de Capotillo quien, lista para matrimoniarse con Tony, el hijo de Ramón Acevedo un politiquito más en busca de una oportunidad para dar el gran salto…” (p. 19).