Si los dominicanos queremos seguir viviendo en relativa paz y democracia, relativa pero más o menos democracia; si queremos mantener alejado del Palacio Nacional, el Congreso, ayuntamientos y hogares, al funesto y aterrador fantasma del perínclito de San Cristóbal, es la hora de la revolución social de Bosch o la barbarie.
Es la hora de los hornos, que siempre digo, y si no, será entonces “el minuto del absurdo”, un “Macondo News” en calzoncillos… y más temprano que tarde entrará el mar del caos y la anarquía absoluta. Y entonces, los que podamos nos iremos con nuestras visas o machetes a Miami a llorar como exiliados del autoritarismo, lo que no supimos defender como los ciudadanos demócratas que no somos.
Por eso, si los gobiernos del Dr. Leonel Fernández crearon una gran estructura jurídica e institucional que incluye nueva Constitución y la creación de las altas cortes, y que además cambiaron la cara física del país a través de una agresiva política de construcción de grandes y medianas obras a la vista de quien quiera verlas, el de Danilo Medina, a juzgar por las primeras 100 medidas de sus primeros cien días, está siendo dedicado a cambiarle el alma, que el alma de los pueblos son sus pobres casi todos, victimas centenarias de todos los olvidos y todas las carencias.
Y digamos que era el tiempo. ¡Joder! Que en una patria de ricos meteóricos, no puede salir tan caro ser pobre!
Hay que matar, no solo la pobreza sino a la cultura que ella representa y en cuyos laberintos habitan muchos dominicanos atrapados en el pesimismo y la desesperanza. Hay gente que es pobre de pan y también de espíritu y fe, que es lo más grave.
El gobierno debe propiciar no solo la recuperación económica de esos pobres, sino también su entusiasmo y su perdida fe en gobiernos, partidos, iglesias, periodistas, familia, mulatas crueles, bahías desoladas, puertos al alba e instituciones casi todas. Y eso sólo se logra con el ejemplo, con acciones y no con palabras.
Parafraseando a Guido Gómez y sus perredeístas de Samaná, digamos que ha llegado el sagrado momento de tomarle prestada la frase al doctor Peña Gómez: “Primero la gente”, después la gente…. y si todavía queda algo en el Presupuesto: otra vez la gente.
Y que “disculpe señor si le interrumpo, pero en el recibidor hay un par de pobres que preguntan insistentemente por usted. No piden limosnas, no… ni venden alfombras de lana, tampoco elefantes de ébano: Son pobres que no tienen nada de nada. No entendí muy bien, si nada que vender o nada que perder. (…) Si me necesita, llame… que Dios le inspire o que Dios le ampare, que estos pobres no se han enterado que Carlos Marx está muerto y enterrado.” *
*Palabras del abad Joan Manuel, encontradas en papiro egipcio, en la puerta sur del monasterio de Mont-Serrat en Barcelona, Cataluña.