Antes de entrar al colegio electoral este domingo –y sentir algo de temor por la larga fila–, cualquiera podría decir: “ok, se trata de votar…no es ciencia de cohetería espacial”.

Lo último que me dijo alguien: “en la fila electoral, le van a dar manitas limpias a los congregados, cuestión de que agarren las boletas en pleno estado de desinfección”. Otro me dijo: “una de dos, la gente hablará aunque lleve mascarilla, o se quedará callada, temerosa de que la otra persona le monte conversación y allí pueda estar el mayor error”. Lo del desinfectante en gel es una ideaza.

A través de las redes sociales, se anunció uno que otro candidato, pero nada que nos vaya a ayudar a votar con mayor eficiencia. El video de la Junta fue trasmitido de manera pírrica en algunos programas de televisión. El tema es importante: se trata de la salud de millones de personas. Queda claro que las boletas están para ser depositadas cada una en la urna correspondiente. La P, en la P, la S en la S, y la D en la D. Presidente, Senadores y Diputados. Se nos ha dicho que se leerán –primero– los votos presidenciales. La radio y la televisión esperan extasiados los resultados, así como todo un país en vilo.

Entra la gente en la fila y se queda inmóvil, estática. Luego, se esperaría que esta avance y que poco a poco se acerque el votante a la mesa electoral. Entre avisos y responsabilidad, allí le toman la cédula. No es nada inventado con la rigurosidad y el protocolo del Space X, el cohete espacial de Elon Musk.

Una vez que estas allí, parado, se esperaría no hablarle a nadie, cuestión de no ser foco de contagio. Sin embargo, siempre se sale una palabrita, más con la costumbre que tiene la gente de hablar con la mascarilla puesta. Hemos visto a gente del gobierno y de la oposición en pleno discurso con el barbijo colocado, como si todo estuviera solucionado con solo llevarlo.

Si la fila no avanza, entonces la persona podría sentirse entusiasmada con decir “me voy para mi casa, esto no avanza”. Bajo esta creencia, son muchos los votos que pasarían a engrosar el indeseado caudal de la abstención. Podría decir esta persona: “bueno, –señores– hice mi esfuerzo, pero esa fila no avanza”. “Pero vuelve más tarde”, podría ser la respuesta. Ahí podría residir el fundamento de un conflicto. No es verdad que nadie está tan entusiasmado como para ver si la fila “ha bajado”, e ir dos veces. “Tres veces si fuera necesario”, contestaría otra persona. “Ese día es un día de labor cívica”, podría responder otra. Como dicen otros: se sospecha que las filas sean enormes, y que luego muchos decidan no terminarlas por miedo, confusión y ganas de huirle a la pandemia.

Se ha debatido sobre la hora en que serán dados los resultados a la población. Se espera que a la mayor brevedad posible. Nadie está por esperar al día siguiente. Ya en la casa, a las siete de la noche seguro que las filas han terminado. “Contar los votos es un cachú”, diría otra persona. “Lo importante es que ejercieras tu derecho”, podría contestar una civilista. 

En medio de una enfermedad como ésta, invisible, que nadie sabe dónde está, sigilosa, temible y peligrosa, no hay que exigirle sino prontitud y profesionalismo a las autoridades que manejan el proceso. 

El riesgo es más elevado con esa gente que no sabe dónde votará y tiene que preguntarle al utility del colegio. Tendría que hablar con éste con el riesgo que esto conlleva. Tal y como dicen algunos, lo mejor es no hablar con nadie y utilizar la página de la Junta para saber en qué colegio electoral se vota, una página que está disponible ahora mismo.