Durante los últimos meses hemos estado comentando sobre la publicación próxima de una traducción al español de una monografía divulgativa que se había publicado en inglés a fines del 2019 sobre la primera sublevación de esclavos negros de las Américas, ocurrida en las cercanías de Santo Domingo, y sobre las leyes u ordenanzas que las autoridades coloniales españolas de la época, asustadas y preocupadas por la insurrección, habían promulgado intentando incrementar el control del movimiento de los esclavizados y asustarlos con la amenaza de castigos severísimos (incluida la muerte por ahorcamiento) a los que se atrevieran a violar esa misma legislación. Esa edición en inglés, publicada por el Instituto de Estudios Dominicanos de CUNY, intentaba ratificar que aquella primera revuelta de antepasados negros había ocurrido en diciembre de 1521, no en diciembre de 1522, como todavía comúnmente se seguía sosteniendo hasta entonces en algunas publicaciones y en la conversación pública dominicana (y extranjera, en las raras ocasiones que ocurría) sobre el tema, y se adhería a la noción tradicional de que la sublevación había ocurrido en la cuenca del Río Nigua.

La versión en español, que ya tiene prácticamente en imprenta la Editorial Universitaria Bonó de Santo Domingo y que saldrá en coedición con el Instituto de Estudios Dominicanos de CUNY y la Fundación Juan Bosch, con expectativa de que esté disponible al público interesado antes de que se cumpla el quinto centenario de esa histórica y peculiarísima rebelión en esta próxima Navidad de 2021, incluye además una nueva sección en la que se presenta una nueva revisión de la documentación archivística relacionada con la familia de los Colón, la de más jerarquía política de la oligarquía colonial local al menos durante unas décadas, y sus posesiones en La Española.

La mencionada revisión va acompañada también de una nueva propuesta de interpretación que plantea que el ingenio o plantación azucarera Montealegre del gobernador y virrey Diego Colón, en la que empezó –según el cronista Fernández de Oviedo—la insurrección, probablemente no estuvo localizado en la zona de la Cuenca del Río Nigua ni en el poblado de Nigua, como hasta hace poco prácticamente todos las publicaciones (incluida la mencionada monografía en inglés de 2019) habían planteado, sino más bien probablemente en la cuenca del río Higüero, que corre en dirección noroeste-sureste desde las montañas cercanas a Villa Altagracia y más o menos paralelo al río Isabela, hasta que confluye con este mismo en la inmediaciones del Aeropuerto La Isabela cerca del poblado también llamado Higüero.

Quiere decir que la nueva edición en español de la monografía, titulada La Rebelión de Esclavos de Santo Domingo de 1521 y las Leyes Sobre Esclavos de 1522, presenta a la consideración pública la noción y propuesta alternativas de que la primera rebelión de negros esclavizados La Española-Santo Domingo, que fue también la primera de toda América, ni ocurrió en 1522 ni ocurrió en Nigua, sino que ocurrió en diciembre de 1521 (posiblemente el día 26 de diciembre, lo que Fernández de Oviedo describió como “segundo día” de la Navidad) y en algún lugar de la cuenca del río Higüero, en cuyos márgenes están comunidades como la actual Amor de Dios y otras.

La noción de que la rebelión ocurrió en diciembre de 1521 la habían planteado ya el historiador Carlos Esteban Deive (1989) infiriéndola a partir de lo que dicen las leyes sobre esclavos de 1522, y más recientemente el historiador Genaro Rodríguez Morel (2013), que llamó la atención sobre el tema de las diferencias de los calendarios), pero muchos historiadores y la opinión pública habíamos seguido ignorando sus señalamientos, pues hasta hace muy poco habíamos leído la crónica de Fernández de Oviedo sin darnos cuenta de que Fernández usaba, al hacer su relato, un calendario español medieval todavía usado en su época que contaba el comienzo del año a partir del día siguiente a la Nochebuena, es decir desde el primer día atribuido a la vida de Jesucristo, y eso suponía que la última semana de diciembre ya era parte del nuevo año. Cuando dijo que la rebelión había ocurrido en la Navidad de 1522 en realidad estaba diciendo que había pasado en la última semana de lo que para nosotros, en nuestro calendario, sería todavía el año 1521.

La interpretación alternativa sobre el lugar posible de la rebelión de 1521que se está proponiendo en la edición en español de la citada monografía  también se basa, aunque de otra forma, en la manera en que desde hoy leemos las fuentes de la época, en este caso en la lectura que hacemos de otra parte de la documentación, no impresa como las crónicas de Fernández de Oviedo, sino manuscrita como la mayoría de los documentos conservados de ese tiempo. Hasta ahora los historiadores parecían haber leído la descripción de los primeros ingenios coloniales dada por Fernández de Oviedo entendiendo que al mencionar “esta granjería del azúcar” y “la ribera del río Nigua” en el mismo párrafo en que describió el ingenio de la familia Colón, eso quería decir que dicho ingenio se habría edificado en la cuenca del río Nigua.  Y esa impresión al parecer también se vio reforzada cuando en las leyes sobre esclavos de enero de 1522 se dice que los esclavos rebelados comenzaron a matar “cristianos”  “en la provincia de la ribera de Nigua”.  Como se ve, en ninguna de las dos afirmaciones se proveen datos suficientes que ubiquen que el ingenio Montealegre estaba en Nigua ni que los esclavos que se rebelaron hayan partido de Nigua en su insurrección.

Pero resulta ser que releyendo los documentos conocidos sobre el tema se ha encontrado que los que mencionan la localización de las tierras donde estuvo localizado el ingenio de la familia Colón llamado Montealegre (nombre que conocemos gracias a las investigaciones del historiador Amadeo Julián) hacia 1535 y tierras que al parecer tuvo Diego Colón hacia 1519, ambos describen esa localización como ubicada junto a un río cuyo nombre todos los historiadores (desde la década de 1930) habían interpretado y deletreado como “Hibuca” pero que en la nueva lectura que se está proponiendo queda clarísimamente identificado como “Hibuea”.

Esa diferencia del deletreo de un nombre en el desciframiento de los manuscritos, esa simple letra e identificada en lugar de una c, tiene como consecuencia otra manera de interpretar en largo plazo todo el asunto de la ubicación del ingenio Montealegre en la época de la rebelión de 1521, sobre todo cuando se conecta con las otras informaciones de que disponemos,  pues el nombre “Hibuea” aparece claramente escrito en 1519 en una acusación donde un colonizador llamado Juan Mojados acusó al “Almirante” Diego Colón de haberse apoderado, mediante amistad con el oidor Alonso Zuazo, de unas tierras que junto a ese río le había asignado a él el Ayuntamiento de la villa de La Buenaventura (cerca de la actual Villa Altagracia por su lado sur) y que Mojados ya tenía preparadas para establecer en ellas un ingenio de azúcar.

Tomando en cuenta que no tenía sentido en la época en La Española que un simple “vecino” (lo que hoy llamaríamos un ciudadano) saliera en 1519 en un juicio público a inventarse falsamente la acusación de que el mismísimo Almirante Diego Colón, máxima autoridad de la colonia y gran oligarca de por sí, le hubiera usurpado unas tierras preparadas para riego de cañaverales, sin tener un mínimo de credibilidad, parece razonable creer la posibilidad, hasta ahora no planteada por los historiadores, de que efectivamente Colón se hubiera aprovechado, con su compinche Zuazo, para usar unas tierras junto al río “Hibuea” para hacer un primer ingenio Montealegre, posiblemente ese que Fernández de Oviedo citaba en su crónica ubicándolo en un lugar entonces llamado La Isabela Nueva, y que para la fecha en que Fernández escribió su Historia, publicada en Sevilla en 1535, ya había sido trasladado a su segunda y –hasta donde sabemos definitiva—ubicación.

Cuando unimos el dato anterior con el otro que nos da la documentación de 1535 (una lista de ingenios del “término” de la ciudad de Santo Domingo hecho por el regidor Juan de Ávila) diciendo que el ingenio del “Almirante” de entonces (Luis Colón, hijo de Diego y María de Toledo) estaba también junto al río “Hibuea”, queda claro que se está hablando de que los dos ingenios Montealegre estuvieron junto al mismo río, y que el primero no estaba construido todavía en 1519 pero que pudo perfectamente haber sido construido en el lapso que va desde 1519 a fines de 1521, cuando ocurrió la rebelión. Se sabe igualmente que en septiembre de 1523 todavía el primer ingenio Montealegre existía porque lo mencionó Diego en el testamento que hizo en septiembre de ese año. Y se sabe además que Diego Colón se ausentó de La Española en septiembre de 1523 para viajar a España, y que murió en España en febrero 1526, y es razonable pensar que la decisión de trasladar el ingenio no se tomaría estando él vivo, con lo que el traslado del ingenio a su segundo lugar debió ocurrir después de su fallecimiento.)

La propuesta-evidencia de que ambos ingenios Montealegre posiblemente estuvieron en un mismo río llamado “Hibuea”, con un traslado del uno al otro ocurrido posiblemente entre 1526 y 1535,  se vuelve finalmente muy-muy relevante cuando nos fijamos en las implicaciones, digamos histórico-lingüísticas de ese nombre y nos damos cuenta de la siguiente coincidencia. Resulta ser que varias palabras del idioma español con el diptongo “ue” precedido de sonido de consonante (como el caso de “Hibuea”) han evolucionado bifurcándose con formas donde al diptongo se le precede con el sonido de “g”, de manera, por ejemplo, que “bueno” se vuelve “güeno” “abuelo” se vuelve “agüelo”.

Tomando esto en cuenta, la nueva interpretación de todo este tema que se propone plantea que lo mismo pudo haber pasado con el nombre “Hibuea”, que generara una variante “Higüero” añadiendo el mismo sonido “g” delante del diptongo, y que es justamente el nombre con el que se conoce al menos desde el siglo XVIII el río cerca del cual estaban las antiguas propiedades de la familia Colón como las recordaba la memoria histórica de los habitantes dominicanos de la zona en ese siglo, según otra documentación archivística de entonces.   Y que es el mismo nombre del río junto al cual se encuentran las ruinas coloniales que la memoria histórica dominicana de hoy llama de “Duquesa” o “Montealegre” en asociación con el recuerdo de la familia Colón del siglo XVI.  Esta interpretación se ve a su vez reforzada por el hecho de que tanto Las Casas como Herrera citan en sus crónicas las variantes de sustantivos (“Hibuera” e “Hibuero”) identificándolas claramente como sinónimas y equivalentes en su época a las palabras “Higüera” e “Higüero”, esta última, como decimos, la misma palabra que hace de nombre del río comentado.

Finalmente, hay que tomar en cuenta que la documentación de 1535 indica que el ingenio Montealegre de entonces estaba no solo junto al río “Hibuea” sino también en las cercanías del río Isabela, otra coincidencia fundamental para esta interpretación, porque como sabemos es justamente el caso del actual río Higüero que consideramos e identificamos como afluente del río Isabela. Y de hecho las ruinas actualmente identificadas como “ruinas de Duquesa” o “ruinas de Montealegre”, en su localización al margen oriental del río Higüero y junto al Aeropuerto La Isabela y a una muy corta distancia de la confluencia del Higüero con el Isabela, cumplen plenamente con esa descripción

Entonces, terminando el razonamiento…Si es junto al río “Hibuea”-Higüero donde siempre (en 1521 y en 1535) estuvieron localizados tanto el primero como el segundo ingenios Montealegre, quiere decir que muy probablemente fue junto al río Higüero actual donde comenzó la rebelión de 1521, no junto al río Nigua.

He aquí, para ilustración de los lectores, dos imágenes de porciones de los documentos mencionados que aclaran lo antes planteado.  La primera corresponde al manuscrito del documento de 1519, que recoge la denuncia por Juan de Mojados contra el oidor Alonso Zuazo y el “Almirante Diego Colón” por el despojo de las tierras recibidas del Cabildo de La Buenaventura. El documento está depositado en el Archivo General de Indias con la signatura AGI, Justicia, 43, fo. 391v.:

Crédito: España, Ministerio de Educación Cultura y Deporte, Archivo General de Indias, Justicia, 43, fo. 391v.

La transcripción de ese texto tras la re-lectura o revisión mencionada es la siguiente:

juan de mojados puso vna demanda del dicho liçençiado disyendo que teniendo e po /

seyendo el vna tierra e vn agua en el Rio de hibuea con vn heri /

do de Agua para yngenyo de Açucar. el dicho liçençiado le Avia desposey /

do del e dadolo Al Almyrante . theniendolo el por titulo e conçesyon del /

Cabildo de la villa de la buena ventura porr estar dentro de su termino /

esta Respondido A ella no se siguio mas /

La segunda imagen corresponde al manuscrito del informe de 1535 sobre ingenios azucareros del distrito de la ciudad de Santo Domingo que rindió el regidor Alonso Dávila. También corresponde a los fondos del Archivo General de Indias, con la signatura: AGI, Justicia, 12, No. 1, R.2, fo. 27v.

Crédito: España, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, Archivo General de Indias, Justicia, 12, No. 1, R.2, fo. 27v.

La transcripción de este segundo manuscrito es la siguiente:

En la Ribera de hibuea [sic] çinco leguas /

de esta çibdad esta el yngenyo del Almirante /

adonde residen doze españoles e ochen /

ta negros e vna legua de este yngenio /

La relectura paleográfica que se ha hecho de ambos documentos nos parece sólidamente fundamentada, porque en ambos aparece el nombre “Hibuea” claramente deletreado, y una observación de la manera en que la letra “e” aparece trazada en cada texto la diferencia, a nuestro parecer, nítidamente de la letra “c”.  Lo que entendemos fue una confusión en la lectura hecha anteriormente por los historiadores parece deberse a que en otro folio de la copia que existe del informe de Dávila de 1535, el nombre aparece deletreado como “Ybuca”, pero este deletreo, que no aparece en ningún otro documento conocido, pudiera deberse a una confusión con el nombre de otro ingenio de entonces, localizado en el río Yuca, y que aparece mencionado en el mismo folio en que se escribió “Ybuca”.  Sin embargo, el texto de 1519 no deja lugar a dudas al confirmar el deletreo “Hibuea”.

Nos ha parecido hacer esta aclaración incluso antes de que salga de imprenta la monografía La Rebelión de Esclavos de Santo Domingo de 1521 porque hemos visto todavía en fechas muy recientes informaciones públicas sobre el tema de la primera rebelión de esclavos negros de América donde todavía se le ubica en Nigua y todavía se le fecha en 1522.

Por ejemplo, hace unas semanas apareció en algunos medios de difusión dominicanos la noticia de que la Fundación Global, en la persona de su presidente, Dr. Leonel Fernández, y la UNESCO, en la persona de su directora general de Ciencias Sociales y Humanas, Dra. Gabriela Ramos, habían acordado en la oficina de la segunda de las dos instituciones en París una colaboración para la confección el año entrante de un “documental sobre la primera rebelión de esclavos en el Nuevo Mundo”. En la noticia, con una redacción muy similar a la que publicó Funglode en su portal al respecto, se indica que la rebelión ocurrió “en Nigua, municipio de la Provincia de San Cristóbal, en diciembre de 1522”.

Se entenderá que para quienes han estado trabajando más recientemente en la investigación sobre el tema, sin embargo, esa caracterización de la rebelión resulta historiográficamente desfasada y potencialmente cuestionables para la construcción de un conocimiento y una memoria histórica lo más rigurosa posible.  Y es que, como acabamos de describir, los estudios más recientes que conocemos nos dicen que la primera rebelión de esclavos negros de América no comenzó en Nigua, ni tampoco comenzó en 1522.

Y como el tema de la primera rebelión de antepasados negro-africanos esclavizados de los dominicanos, al igual que todo el asunto del legado tangible e intangible afro-dominicano en general, ha sido hasta ahora tan poco difundido en la conversación pública cultural dominicana, cualquier material que se vaya a producir sobre ella, más aún en el caso de un producto visual con tanto potencial de impacto como un documental, lo mínimo que se debe intentar es que sea históricamente verídico, o al menos lo más verídico que el conocimiento histórico disponible permita.  Desde aquí, entonces, le enviamos el aviso y el alerta a UNESCO y a Funglode, y a todos los interesados por recuperar la todavía demasiado desatendida memoria colectiva sobre esos antepasados negro-africanos.