El hombre, cuarentón, había vivido toda su vida en Matayaya, hasta que un hermano, ciudadano gringo, le hizo el sospechoso favor de pedirlo, y después de varias inyecciones, una fila de 12 horas en el sol, rodeado de sogas, mucho insomnio y algunas lágrimas, se despidió de su mujer hijos vecinos y se montó en un avión por primera vez, hacia Nueva York.
El hombre llegó con el Invierno, descubriendo en sus huesos que en Nueva York el verano no mengua, termina, y el frío es tu sombra convertida en hielo, que se te pega cada tres pasos, y el frío es el ubicuo viento esperándote en las esquinas para romperte los labios y cortarte las mejillas, y el frío es sentir que tus manos son las manos de un muerto.
El hombre solo trajo una maleta, cargada con aguacates, dos botellas de ron, tres pantalones, cuatro camisas, y diez pasteles en hojas enviados especialmente para un primo que vive en el Bronx. Desde que entró al apartamento del hermano en Brooklyn sacó los pasteles en hojas y los puso en la nevera. Ese apartamento fue todo lo que vio por cinco días, a veces se paraba en la ventana y observaba a una china muy linda esperando que un poodle cagara, y después, sin muescas de asco, recogía la mierda con una fundita plástica mientras hablaba por el celular.
El primo del Bronx llamó desesperado por sus pasteles en hojas, no podía esperar hasta el weekend, le dijo, convenciéndolo de que el Subway era un juego de niños que hasta un imbécil podía tomar, todo era números, letras y colores, al final agregó un regalito de 20 dólares cash money, tú sabe, de bienvenida.
—Pero Premo, tú na má tiene que i a la parada que queda en la 53 con cuarta, facilísimo, de ahí tú te sube en el N o el R y te lleva hata Union Ecuer, o te puede quedá en Pacifi también, y de ahí tú te sube en el 2 o en el 5 y te queda en la I-180, no te preocupe que to ta señalisao, facilísimo, tú na má tiene que ta pendiente, e depué de Intervel, de Sinson, de Yason, de Uefar, no te preocupe, ademá uté tiene una boca, pregunte cualquier cosa que aquí to el mundo habla epañol, e facilísimo, ademá Premo coñazo, uté fue guardia, ¿te va a meté a pendejo ahora?
Llegar a la parada fue facilísimo, eto de la calle con número en lugar de nombre e un éxito, pensó; se sentía muy bien, caminaba mirando cien cosas al mismo tiempo, cuando todomundo supiera que él llegó solito al Bronx lo van a felicitar. Después de un boche en inglés de un empleado que le señaló una máquina, después de pararse a mirar la máquina por varios minutos y leer y releer el mensaje de "Si ves algo, di algo", una boricua lo ayudó enseñándole cómo introducir los dólares para obtener su tarjeta de single ride, indicándole además la sucia plataforma donde podía esperar el tren.
"Ese sel N nene", le dijo la boricua. Premo entró, cuánta luz, pensó, cuánta gente, pensó, stand clear of the closing doors please, dijo una voz y las puertas se cerraron. ¿Qué lo abrumó? Tal vez esa doña con vestido blanco largo y sombrero blanco grande, tal vez ese abrigo amarillo con el signo de dinero estampado mil veces, tal vez ese hombre sin quijada y bigotes de morsa mirando a todomundo con desdén, tal vez ese idioma que hablan esos hombres con turbantes oliendo a sándalo, tal vez ese terrible presentimiento de ser el único en esta multitud que no tiene la más mínima idea de dónde está, qué hago aquí, a quién le pregunto Dios mío, quiero regresá a mi Matayaya, Virgen de la Altagracia toy perdío perdío.
Premo decidió quedarse en la próxima parada y tratar de encontrar a alguien que lo salvara. Premo salió del tren, y en su confusión, dejó la funda con los pasteles en hojas del primo.
Voy a dejar a Premo, tal vez llegue, tal vez no, voy a seguir en el tren, por lo menos hasta que lo evacúen. El hombre sin quijada y bigotes de morsa está orgulloso de sus antepasados, está en Nueva York por unas diligencias, asqueado de respirar este aire de colores, quiere regresar a Maycomb County, por allá por el Mississippi, donde los Ewells han vivido detrás de un basurero como invitados del condado tanto en la prosperidad como en la depresión, según Harper Lee. Sí, una vez sus antepasados fueron dueños de esclavos, desde entonces los Ewells cuando le hablan a un negro le llaman "boy" sin importar la edad. Mr. Ewell mira la funda dejada por Premo, mira a todas partes tratando de buscarle dueño. En ese momento una voz del cielo le dice lo que debe hacer:
"Si usted ve un paquete sospechoso dígale a un policía
No se lo guarde para usted mismo
Si usted ve algo, diga algo
Manténgase alerta, y tenga un día seguro".
"Ain’t that sespiciusss package yours boy?", pregunta Mr. Ewell a todomundo, y en la próxima parada se baja e informa a un empleado del Subway, llamándole "boy" también.
Aquel que llegó tarde a su trabajo ese día, aquel que pasó el susto de haber sido evacuado del Subway ese día, nunca sabrá que lo único que había en ese paquete sospechoso era una comida dominicana, envuelta en hojas de plátano, hecha de plátanos y carne, y uno que otro ingrediente desconocido por los expertos del FBI.