Jair Bolsonaro es un capitán de la reserva del ejército Brasileiro, del cual se percibe a un tipo lleno de soberbia y prepotencia a lo sumo, aun cuando dicha petulancia no ha sido adquirida porque él en estos días de cambios de paradigmas (según los casos de estilos, que han sorprendido al mundo, de los presidentes Trump y Macrom)  ni mucho menos por ser el presidente electo convertido ya, desde el primero de enero como el nuevo Presidente Constitucional de Brasil.   De por sí, él ya era un señor que resuella arrogancia.  Yo pudiera estar equivocado en mi modo de ver y analizar este panorama sociopolítico (que se ve sombrío) de la 5ta potencia más grande en territorio del mundo: Brasil; pero no me inspira el más mínimo nivel de confianza: «Este hombre (Bolsonaro) no sacará a Brasil a ninguna parte firme ni segura». 

Entonces resulta que, es un error de Jair Bolsonaro híper dimensional la relevancia de querer un país sin diversidad, sin interculturalidad relativa o sin nadie que pueda disentir.  Un país donde las personas solo esté colocada de un solo lado de las ideologías.  Por ejemplo: […] porque en Jehová nuestro Dios no hay iniquidad, ni acepción de personas, ni recibe cohecho. … Dios no tiene parcializaciones, ni «acepción de personas» (Deuteronomio 10:17).

Bolsonaro se contradice muy continuamente.   Él ha dicho muchas veces que “valorizará la familia” y se “respetarán las religiones”, en particular la “judeo cristiana”, inclusive lo reafirmó en su primer discurso como el nuevo presidente de Brasil; pero cometió una pifia delante del primer ministro de Israel Benjamín Netanyahu, cuando de manera errónea hizo alusión a las sagradas escrituras.  (Pienso que lo que quiso decir fue más o menos lo siguiente: «El primero es: “Escucha Brasil, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas [por encima de todas las cosas]”. El segundo es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo [aun sea diferente a ti en pensamiento, conducta o preferencia sexual]”. No existe otro mandamiento mayor que éstos»). (Mc 12, 29-31).

Sin embargo frente a todo este marasmo de contradicción del nuevo Presidente no tuve otra opción que quedarme mirando de lejos con mis binoculares –de cristales rotos- hacia el oriente (Israel) a esperar la respuesta de las iglesias evangélicas. 

Pasó un segundo y me surgió la siguiente pregunta: ¿de qué manera de ahora en adelante se aplicarían los dos grandes mandamientos del cristianismo en Brasil? Una sociedad dinámica, rebelde y de pensamiento complejo frente a un nuevo presidente que en la forma y en el fondo se contradice casi siempre.  Al parecer asiste a una iglesia cristiana; en cambio, ¨odiar el color rojo, es homofóbico y padece de misoginia aguda¨.

[…] finalmente, Bolsonaro cierra su discurso de modo imperativo: ¨ ¡sin discriminación!¨