Las revueltas, rebeliones, revoluciones son hechura de seres de variada estirpe. Además, cambios sociales conforman humanos de conductas disímiles, hasta diametralmente opuestas.
La revolución mexicana de Francisco Madero engendró al Presidente Lázaro Cárdenas, nacionalizador del petróleo, virtuoso hombre público, adornado con el “areté” helénico, que pudiera semejarlo al héroe de un drama griego. También parió hombres de otra calaña, como Gonzalo N. Santos, que encarnó todo el arrojo, codicia, cinismo y crueldad que pueden condensarse en un solo cuerpo.
Gonzalo nació en 1897, en San Luis Potosí. Allí, por décadas fue cacique, amo y señor, de horca y cuchillo. Se ufanaba de ser el número 6 de la lista creadora, en 1929, del Partido Nacional Revolucionario (PNR), padre del Partido de la Revolución Mexicana (PRM), abuelo del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Hay que reconocerle su descaro. En 943 páginas narró su biografía, titulada: “Mis Memorias”. No ocultó hechos deleznables, sino que los mencionó, envanecido, como honrosos: “No me voy a rajar de un hecho que yo haya cometido o mandado cometer, ni aquí en la tierra ni en el cielo, adonde seguramente tendré que ir a rendir declaración de mi paso por la tierra; o tal vez al infierno, pero como soy de tierra tan caliente no me va a afectar la temperatura”.
En 1910 Madero estuvo preso en San Luis Potosí. Ningún abogado se atrevió a defenderlo. Sólo el hermano mayor de Gonzalo, Pedro Antonio, siendo pasante de Derecho, defendió a Madero, ayudándolo a escapar. Desde entonces Gonzalo fue revolucionario. En 1913 luchó en el Ejercito Constitucional, contra el Presidente usurpador Victoriano Huerta, asesino de Madero y del Vice-Presidente Pino Suárez. Como revolucionario, fue General, luego político. En 1921 con 24 años de edad fue electo Diputado Federal, luego Senador, Embajador, Gobernador y Cacique, siempre truculento.
Dentro de infinitas fechorías, sojuzgó en 1929, a fuego abierto, manifestantes que protestaron contra el fraude que impidió que fuera Presidente José Vasconcelos, mexicano ilustre, Rector de la Universidad Nacional de México, Fundador del Ateneo de México, mecenas estatal de los muralistas Orozco, Rivera, Siqueiros. Siendo Secretario de Instrucción Pública, reformó la educación, implementó un vasto plan de alfabetización abarcando, por primera vez, sectores depauperados y poblaciones indígenas. Vasconcelos, filósofo, era amigo, cófrade de nuestro Pedro Henríquez Ureña. Gonzalo, incalificable, osó decir y escribir: “Vasconcelos no era para el caso”.
En 1940 dirigió un ejército de pistoleros encabezados por su protegido, “Mano Negra”, intimidando y matando opositores, apoderándose del material electoral en casillas de votación. Así ejecutaron el fraude electoral contra Juan Almazán.
La única vez que se violó el lema “Sufragio efectivo no reelección” fue para regresar a la presidencia al aguerrido Álvaro Obregón. Gonzalo en 1928 proclamó en el Senado Mexicano, como grito de guerra, lo que Danilo impuso aquí, a sotto voce, en 2015: “Vamos a darle tormento a la Constitución”. Enmendaron la Carta Magna. Se hicieron comicios amañados. Obregón triunfó. No tomó posesión. Fue asesinado antes de juramentarse. Lección edificante para que nadie intente reelegirse en México.
Gonzalo, “condescendiente”, daba a sus enemigos la oportunidad de elegir cuál de 3 “ierros” preferían: destierro, encierro o entierro. Practicaba una “ética” infamante: “La moral es un árbol que da moras o sirve para una chingada”. Negociaba diciendo: “Véndame la propiedad o la compro a la viuda”. Alguien a quien condenó a muerte le preguntó: “¿Con qué carácter me va usted a fusilar?”. “Con el carácter de Diputado”, contestó Gonzalo. “Para algo me ha de servir el fuero”. Proclamaba: “Sea gringo, “gachupín” o indio, a todos me los chingo”; “Ladrón que roba a bandido, merece ser ascendido”.
Gonzalo fue perdiendo poder. En 1978 López Portillo expropió, sin pago, su rancho “El Gargaleote”, superior al millón de tareas. El PRI lo castigó quitándole alguito de lo hurtado. Ese “Ogro Filantrópico” se renovó, haciendo desaparecer caciques rurales que lucharon, arriesgando sus vidas, por la redención social. Prevalecieron jerarcas urbanos globalizados, que no guerrearon.
El PRI gobernó 71 años consecutivos, sin reelección. El PLD pretende sojuzgarnos hasta 2044. Ha dominado 5 períodos, con reelecciones, sin producir, ni por asomo, un Lázaro Cárdenas sino, algún virtuoso aislado,desconocido, y legiones de codiciosos, enriquecidos con fondos públicos, émulos caribeños,ventajosos y actualizados de Gonzalo N. Santos.