La sociedad dominicana ha vivido un año completo envuelta en un manto de azoramiento ante la cifra de  asesinatos de mujeres  a mano de sus parejas o exparejas maritales, aun estando algunas de ellas “protegidas” por las desacreditadas “ordenes de alejamiento” de los victimarios.

De asesinos humanos,  la población general solo sabe de sus malvadas acciones, pero no hasta adónde alcanza su capacidad de astucia para el mal. Y es que la mente asesina es tan oscura y perversa que estudiarla con fines de prevenir sus maléficas acciones requiere de mucha luz, voluntad, firmeza, potente responsabilidad policiaco-judicial, pericia y todo el dinero que financie la observación, investigación, seguimiento y manejo por personal profesional de esos individuos cuyo entorno familiar o social los hace proclives a la violencia y al homicidio.

El año que concluye fue próspero en muertes violentas de mujeres a manos de maridos, exmaridos y novios. Pues hay hombres que ante el intenso deseo de seguir conviviendo junto a una mujer, no pueden semantizar ese deseo enraízando más su vínculo de amor con ella, sino que asumen, literalmente, la canción “Mátala” de Alejandro Fernández.

En tanto el artista mejicano canta: “Mátala, con una sobredosis de ternura,/ asfíxiala con besos y dulzuras,/ con flores y canciones, no le falles;/ que no hay mujer en este mundo/que pueda resistirse a los detalles”,  el marido o novio matón imagina que el revólver, la daga o el lazo constrictor de gargantas  o el incendio, es el  mejor procedimiento para “reconquistar” a una mujer que, sin posibilidad de vuelta atrás,  dejó de amarlo.

Los psicoanalistas dicen que cada enamoramiento de una mujer es un hecho irrepetible. ¿Qué es lo que observamos los terapeutas en nuestros consultorios? Que  por ser una experiencia irrepetible, una vez que los conflictos, celos, desatenciones, incumplimiento de las expectativas que se prometió a una mujer, agresiones, palabras  humillantes o cualquier intento de posesión radical que de ella pretenda un hombre  en el escenario de la vida conyugal, se construye el camino que lleva hacia el desenamoramiento de la mujer; y como es muy poco común que los hombres rectifiquen para llenar los “vacíos’ que su comportamiento provoca en el vínculo con su cónyuge y ella no puede eludir ni evitar el dolor o la humillación que aquél le causó, pues escoge como única salida separarse emocionalmente de su pareja y luego completar la separación  física.  Miles de maridos, exmaridos  y novios dominicanos,  tienen la falsa creencia o la ilusión de que el enamoramiento que ya murió de una mujer,  resucitará tan pronto ellos lo pidan independientemente de las razones que ella tuvo para dejar morir su enamoramiento.

Podría decirse que si bien es cierto que  tanto la Fiscalía como la Policía han tomado una mayor  cautela cuando una mujer va en busca de protección contra un hombre que la humilla,  la maltrata o la amenaza de muerte, también es verdad que miles de estos hombres  han contado prácticamente con absoluta impunidad y hasta con algún estimulo sociofamiliar para actuar con violencia contra la mujer.  Además,  han logrado aterrorizar y matar a cientos de mujeres porque a favor de ellos ha actuado lo que he dado en llamar la “conspiración del silencio familiar y social”.

Cuando todos callamos  el marido asesino tiene la ventaja. Cuando todos hablamos se agujera la burbuja de impunidad del asesino.

A los casos de violencia y amenaza de muerte de algunas mujeres por parte de sus maridos o exmaridos a los que he dado manejo profesional, las instruyo acerca de que nunca le resten importancia a la gravedad del acoso, de las amenazas ni a los pescozones recibidos de un marido  celoso porque es excepcional el hombre abusivo que renuncie a cumplir el ataque a la mujer que lo deja o  rechaza. Y si ya ha ocurrido la separación física, por lo que ella vive con sus padres u otro familiar, la prevengo sobre el error que cometería de enredarse en amoríos con otro hombre mientras sigue recibiendo dinero, atenciones y favores del marido o exmarido. También le advierto que nunca reciba directamente el dinero que él le mande para comida y la escuela de los niños ya que la mayoría de los hombres son posesivos y suponen que si una mujer recibe dinero y atenciones directamente de él,  aunque sea para comprar la comida de los hijos, es lo mismo que si fuera su carro o su finca: ¡son cosas de su propiedad! Muchas mujeres cometen el error de creer que si un hombre que fue su marido o novio le sigue dando dinero y favores es porque  él es “buena gente”.  Chi, como no.

Hacia el 1954 yo era un niño pequeñín y cientos de veces escuché a hombres adultos recitar la siguiente coplita:

A la mujer que le doy  

Mi  atención y mi dinero,

Busca  perro con cencerro 

Si  no me dá lo que quiero.

A modo de ejemplo, describiré aquí un caso que pudo terminar en el asesinato si no se hubiere actuado tomando en cuenta que estos particulares asesinos  son ingeniosos y discretos al planificar y ejecutar sus crímenes, además de que cuentan con la ingenuidad de sus víctimas.

En el 2013 ella tenía 32 años, y tras ser golpeada salvajemente, se fue de casa con dos niños. Al día siguiente acudió a mi consultorio en vez de ir a la Fiscalía o a la Policía. Me dijo que no iba a la Fiscalía porque allí tomaron como una necedad la querella que un año antes interpuso una hermana suya contra su exmarido quien la “agalletió” públicamente.

Por vía telefónica conversé con el sujeto agresor. Al ponerla a ella al teléfono, él le dijo que fuera el día siguiente a buscar el dinero del colegio de los niños y dinero para el pago de otros gastos. Me resultó  sospechoso que él le dijera que estaría esperándola frente al cementerio sito en la Avenida Yapur Dumit, pues él trabaja lejos de ese lugar.

Propuse a mi paciente que hablaría con un oficial de policía conocido por ser un fiel cumplidor de su deber para que éste la acompañara. Me dijo que no era necesario. Ella no pudo ir, por lo que en la noche él la llamó y le dijo: “Te salvaste hoy, pero ya veremos adónde te meterás”.

Planteé al oficial de policía mencionado el riesgo de muerte de aquella mujer y éste actuó como debe actuar un policía responsable. Localizó al tipo, lo esposó y le quitó un arma de fuego que potaba legalmente. Entonces le dijo: “A partir de ahora usted será vigilado día y noche. Si va al barrio donde vive su esposa, la visita o la llama por teléfono, le advierto que lo buscaré  y como todavía existe la aplicación de la ley de fuga……te la aplicaré”. Amenazarlo con la “ley de fuga”, fue un remedio eficaz. Meses después aquel potencial asesino se divorció y casó otra vez. Jamás mi paciente ha vuelto a verlo.

Si es verdad que  “puerco no se rasca en jabilla”, como dice el refrán, entonces ¿cómo es posible que un hombre celoso asesine a su mujer a pesar de estar “protegida” por policías o por una orden de alejamiento del Fiscal? Ah, porque los protocolos de protección a la  victima que supuestamente leen  fiscales y policías se convierten en letra muerta ya que esas autoridades creen ciegamente en el dicho: “En pleito de marido y mujer  nadie se meta, pues en la noche ellos se acarician y se acuestan.”

Talvez hace 18 años, me despertaron los gritos de una vecina, pasada la media noche, que pedía ayuda por los ñemazos y estrellones que les pegaba el esposo. Llamé a la Policía, y el oficial que respondió mi llamada, se limitó a hacerme la siguiente pregunta: “Doctor, ¿cómo sabe usted que la mujer grita por las trompadas que le pega el marido y no que ella grita por otra clase de golpe que él le esté dando?” Al decirle que había grabado el irrespetuoso comentario  sobre aquella mujer, me pidió disculpas y en 10 ó 12 minutos llegó un carro policial que detuvo al agresor.

Trabajar en la modificación de las creencias culturales que marcan la conducta violenta de maridos y exmaridos, no empieza por las desacreditadas “ordenes de alejamiento” que emite un Fiscal, sino por la asignación de un gran presupuesto para la contratación de decenas de psicoterapeutas, trabajadores sociales y el entrenamiento de cientos de oficiales de policías y verdaderos fiscales  que con salarios dignos se dediquen responsablemente al cumplimiento de los susodichos protocolos de auxilio a la mujer víctima de un marido o exmarido celoso y violento.

Evitar un asesinato premeditado no es tarea para un policía o fiscal que hace su trabajo sin motivación y sin sentir una pizca de orgullo por el cumplimiento de su deber, puesto que no siente que ser un servidor de la ley  le confiera decoro y respeto. Trabajar en esto debe ser una de las prioridades del Estado en este 2021, porque de lo contrario en vez de disminuir, los feminicidios aumentarán.