"Un partido no es lo que sean sus masas sino lo que sean sus dirigentes” (Juan Bosch)

Si algo me llamó la atención del aburrido espectáculo reeleccionista del pasado domingo, 27 de marzo, celebrado en el Palacio de los Deportes Virgilio Travieso Soto, fue la humildad exhibida por el presidente Leonel Fernández al referirse al crecimiento y a las victorias del Partido de la Liberación Dominicana (PLD).

El gobernante -después de repetir lo que ha venido diciendo hasta el hartazgo acerca del crecimiento económico, la mejoría del sistema educativo (tan eficiente que no necesita mayor inversión) y la modernidad- habló sobre el fortalecimiento del PLD hasta convertirse en el partido que mayor cantidad de elecciones ha ganado desde 1996, y dijo que el principal aporte al éxito peledeísta lo había hecho Juan Bosch.

Disiento del gobernante. No es verdad que el PLD ha ganado 5 elecciones, 3 presidenciales y 2 de medio término, gracias a Bosch, su fundador y su líder hasta 1994.

Como bien citó el presidente Fernández, el PLD, con Bosch de candidato, obtuvo apenas 18 mil votos en 1978. Y aunque a partir de ese año creció y mejoró su participación electoral de manera constante hasta 1990, cuando alegó que su entonces principal rival, Joaquín Balaguer, líder del Partido Reformista Social Cristiano, le había robado las elecciones mediante un “fraude colosal”, volvió a descender al tercer lugar en las elecciones de 1994, la última ocasión en que Bosch participaría en unas elecciones y poco antes de retirarse de la vida pública.

Bosch fue candidato presidencial en 1978, en 1982, en 1986, en 1990 y en 1994, y siempre resultó derrotado. No le luce ahora al PLD seguir repitiendo que en 1990 Balaguer le ganó fraudulentamente, porque el presidente Fernández alcanzó por primera ocasión la presidencia, en 1996, sólo porque el líder reformista lo tomó de la mano y lo apoyó en detrimento de su propio partido. Hoy Leonel Fernández es el más ferviente balaguerista. Atrás quedó su libro ‘Raíces de un poder usurpado, Radiografía del proceso electoral dominicano de 1990’, en el que explicaba con lujo de detalles como, alegadamente, Balaguer y sus colaboradores se habían robado las elecciones. Por su parte, los balagueristas han devenido en los más furibundos leonelistas.

Nadie puede negar que el PLD comenzó a ganar elecciones y a crecer hasta convertirse en el principal partido de masas de la República Dominicana, desplazando a organizaciones tan tradicionales y arraigadas como el PRSC (hoy prácticamente desaparecido) y el PRD, sólo cuando Leonel Fernández obtuvo en 1995 la candidatura presidencial superando en las primarias a dos emblemáticos dirigentes, Euclides Gutiérrez Félix y Norge Botello.

A partir de ese momento Leonel Fernández tuvo muy claro el camino que tomaría para llegar al poder. Contrario a Bosch, no se anduvo con escrúpulos ni exigencias; no puso obstáculos a posibles alianzas con ningún sector ni individuo, sin importar que se tratara de personajes infames, que se habían pasado la vida calumniando al fundador del PLD, activando al servicio de las peores causas y contra el bienestar del pueblo dominicano.

Entre los nuevos aliados del PLD, sumados por Fernández y su grupo, se incluyó a reconocidos saqueadores de los recursos del Estado, además de homicidas y feminicidas, que asqueaban a los reformistas decentes, y que disfrutaban de libertad sólo por la impunidad que les otorgaba su permisivo líder Joaquín Balaguer.

Leonel Fernández tampoco puso reparos a la hora de recibir financiamiento, y las arcas del PLD se vieron rebosadas, dejando atrás la venta de libros, revistas, periódicos y boletos para obtener recursos que apenas le permitían montar una campaña electoral y competir con el PRSC y el PRD.

A partir de ese momento Leonel Fernández tuvo muy claro el camino que tomaría para llegar al poder. Contrario a Bosch, no se anduvo con escrúpulos ni exigencias; no puso obstáculos a posibles alianzas con ningún sector ni individuo, sin importar que se tratara de personajes infames, que se habían pasado la vida calumniando al fundador del PLD, activando al servicio de las peores causas y contra el bienestar del pueblo dominicano.

De igual manera, las prácticas populistas y demagógicas, que Bosch siempre se esforzó por desterrar de sus discursos y campañas, fueron acogidas con entusiasmo por el nuevo líder del PLD, que comenzó a prometer de todo y para todos (cambiar tinajas por neveras, fogones por estufas, cajas de limpiabotas por computadoras… ¿Alguno ha olvidado que Bosch repetía una y otra vez que el PLD no hacía promesas ni compromisos personales?).

Ayudados por sus aliados del PRSC, en la campaña de 1996 el PLD se estrenó en el reparto de dádivas, tanto con dinero efectivo como mediante los llamados operativos de entrega de alimentos, canastillas, juguetes y consultas médicas. Al unísono comenzaron a aparecer alrededor de Leonel Fernández los vehículos todo terreno, los espalderos de gafas oscuras, sacos y equipos de telecomunicación, y toda clase de oportunistas y trepadores.

El resto de la historia es conocida. Tres administraciones en las cuales ha florecido un nuevo grupo político-empresarial multimillonario al amparo del tráfico de influencias, del uso y del abuso de los recursos del Estado y todas las modalidades de la corrupción, mientras la ciudadanía paga impuestos y no recibe a cambio servicios públicos suficientes en cobertura y calidad.

El PLD, de ser un partido formado para acometer la tarea de transformar la sociedad (“completar la obra de Juan Pablo Duarte”, decía Bosch), se ha convertido en una poderosa maquinaria electoral capaz de ganar elecciones y de hacer inmensamente ricos a ciudadanos cuya principal labor ha sido la política. Y esa transformación tan exitosa del PLD se debe a Leonel Fernández Reyna, aunque él, con una humildad que conmueve, no quiera reconocerlo y prefiera darle el mérito a Juan Bosch.