En la parte final de su discurso del miércoles pasado, utilizando un lenguaje y estilo totalmente diferentes a lo típico en sus alocuciones anteriores (¿la habrá redactado los brasileños de la campaña del 2012?) nuestro presidente nos invitó a reflexionar “acerca de quiénes somos como nación, de dónde venimos y, sobre todo, adonde queremos llegar”. Pero detrás del tono lírico y literario surgieron mensajes entre líneas como cuando nos pidió: “Acompáñennos a seguir haciendo patria juntos”. Muchos pensarán que estuvo insinuando que iría a una reelección, a lo que se opone, entre muchos otros, el ex presidente Leonel Fernández. ¿Sería para criticar a ese rival que también dijo?: “No vengo a traerles trucos de magia, planes faraónicos, ni palabras grandilocuentes. Soy un hombre sencillo”. Los trenes y planes de infraestructura del candidato Fernández para todas nuestras provincias, ¿no son planes faraónicos? ¿No son grandilocuentes sus disquisiciones conceptualizando sobre ciencia política?
En la parte más llana y también predecible de su alocución, además de citar, como era de rigor, los indudables éxitos macroeconómicos y sectoriales, no pudo, lamentablemente, mencionar mejorías en la institucionalidad, la transparencia y la lucha contra la corrupción.
Entre los proyectos económicos de importancia que anunció vale mencionar:
- La contratación de una empresa internacional para el diseño del plan directo de inversiones en Bahía de Águilas. Se presume que con dicho plan, aprobado por Medio Ambiente, pronto se licitará el proyecto a nivel internacional.
- La reparación del espigón actual del puerto de Manzanillo y la realización de estudios de factibilidad para luego obtener fondos para construir un nuevo puerto. Igualmente la construcción de una nueva terminal en Puerto Plata. Ambos proyectos prioritarios podrían ser concesionados, como Caucedo, para evitar más endeudamiento externo.
- La preparación de una nueva Ley Minera ante la no receptividad del proyecto elaborado por el ministro Antonio Isa Conde.
Pero el grueso del discurso estuvo orientado a anunciar aumentos en los planes de asistencia social a la población, algo que caracteriza a su gobierno. Citó un nuevo Código de Trabajo, modificaciones a la Seguridad Social, estímulos a las microempresas y a la concesión del primer empleo, reducción de los beneficios de las AFP, aumento en el salario mínimo y en las pensiones del sector público, entre otros.
Citó mejorías en la distribución del ingreso, en las provincias fronterizas, en la reducción del hambre y los feminicidios (en un 22%), el hecho de que la tanda extendida ya abarca el 68% de la población estudiantil y la extensión de los servicios del 911 para ahora combatir el crimen, con cámaras con facilidades para identificación facial. Vale recordar como en China eso es utilizado como elemento de represión. ¿Qué evitaría que esas cámaras fuesen utilizadas en las marchas verdes para luego comparar dichas caras con los que reciben tarjetas de Solidaridad?
El uso de vídeos para ilustras las mejorías fue más abundante y de mejor calidad que en ocasiones anteriores, aunque se llegó a niveles absurdos, como cuando hablando del raterismo, se mostró a un equipo “swat” a bordo de un helicóptero armado con ametralladoras.
Con el dinero obtenido y por obtener de Odebrecht, unos US$184 millones, anunció que se están construyendo cárceles muy modernas, pero lo que es muy improbable y lamentable es que en las mismas, u otras, sean llevados los acusados de haber recibido sobornos de esa empresa.
Pero, ¿de dónde saldrá la plata para la expansión de todos esos planes sociales? No citó nuevos impuestos. La reducción en el subsidio estatal a las Edes resultante de la entrada en operación de las Catalinas no será suficiente y la venta de acciones de las Catalinas no ocurrirá este año según el consultor contratado.
Entonces surge un tema no tratado en las agudas reflexiones de nuestro presidente: incremento en el endeudamiento. La Nicaragua de Ortega, aliado de Maduro, acaba de obtener de Taiwán, a quien todavía reconoce, un préstamo de US$100 millones, a veinte años, con un período de gracia de cinco años, al Líbor más uno por ciento. Pero nosotros no podemos acudir ya a Taiwán. Evitemos la tentación de pedir algo parecido a una China más que dispuesta, ansiosa.