La destitución de don Pedro Vergés del cargo de ministro de cultura ha traído muchas reacciones a favor y en contra. Muchos se alegraron por el cambio y vociferaron del fracaso de éste en el puesto. Otros dicen, y desde hace mucho tiempo se rumoraba, que el ex ministro no quería estar en esa posición y se quería ir, hasta una vez se dijo de su renuncia. Hoy celebran los que patalearon por su cancelación en el 2016 y a los que nombraron en ese año, están asustados.
Lo cierto es que el Ministerio de Cultura se encuentra en un estado de emergencia. El deterioro ha sido constante e insistente a lo largo de su corta historia y mucho más en los últimos años. Pero no es sólo con la destitución del ministro, tampoco bastaría la cancelación de otros altos funcionarios, porque el problema viene de lejos y ha crecido a tal punto que los más optimistas poco a poco se han convertido en los más escépticos.
Se necesita una revisión profunda de todo, desde el más pequeño, hasta el más grande. Revisar las nóminas existentes y eliminar a personas que tienen años cobrando sin trabajar. No es posible que personas se encuentren recibiendo un sueldo desde hace más de una década, tan solo por haber pertenecido a un grupo de apoyo y ahora hasta para una pensión califican. Es evaluar los empleados de mediana jerarquía y saber si están en disposición de cumplir con las exigencias del cargo o si se presentan a sus lugares de trabajo. Hay muchos de éstos que pasan meses sin visitar sus despachos y ay de aquel que diga algo.
Están los que han sido nombrados por cuñas o simplemente por ser amiguito del sobrino de un alto funcionario, sin tener la preparación ni la más mínima idea de qué se debe hacer -por tener y dirigir un equipo de “vitilla” del barrio, no se debe creer que se puede ser dirigente de un equipo de béisbol profesional-. Es enfocarse en los resultados de las instituciones y decidir qué se debe hacer. Hay instituciones que se creen que funcionan siendo todo lo contrario. Personal de departamentos que son ineficaces, que no saben ni siquiera elaborar bien un documento. Conflictos entre los funcionarios. Familias nombradas en una misma institución.
Descontrol en las contrataciones, en muchos casos se contrata personal extranjero teniendo nosotros personal, ignorando el talento joven trayendo desencanto y deserción de éstos, después de que el Estado ha invertido en ellos en las diferentes Escuelas de Bellas Artes.
Deterioro y abandono de las diferentes infraestructuras, a pesar informar que han sido restauradas. Museos, escuelas de artes, edificios cerrados. Poca planificación y mucha improvisación en algunas instituciones.
Desconsideración y baja remuneración a empleados, sobre todo al personal docente. Incumplimiento a acuerdos internacionales. Desprotección a personas que dieron sus vidas a la formación de los artistas de hoy, verdaderos maestros que sí estudiaron y nombramientos de personas que en sus vidas han pasado por una escuela especializada.
Presidente Medina, tiene usted, con el nuevo ministro, la oportunidad de investigar cuál es el estado real del Ministerio de Cultura y remediar los males que han imposibilitado un verdadero desarrollo en este sector. Ojalá no existan “vacas sagradas” y caiga quien deba caer.