Difícil tarea es saber hoy hacia dónde desembocará el mundo después que Barack Obama baje y le entregue la rienda a quienes corresponda.
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Nunca sabremos qué es lo que se esconde detrás del caso del hijo de el general retirado Rafael Percival Peña. Pero no es bondad.
Como dijera un oficial de la policía: es difícil saber quién es más ladrón, quien lo cuida, o quienes violan normas al fundar instituciones.
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Como le tengo cierta consideración al presidente Nicolás Maduro, de Venezuela, me resulta cuesta arriba atacarlo a partir de los argumentos de sus enemigos. Nada está por encima de una ley electoral. Agarrarse de esa ley bajo el pretexto de haber perdido la mayoría electoral es lo mismo que confundir el agua tibia y el a agua caliente. Coge ahí.
Terminará como debió haber comenzado, con una guerra civil.
¿Y a quién se le ocurre pensar que las redes derrocaran gobiernos?
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Los Estados, como en otros procesos electorales, pasan por momentos difíciles. Después de la barrabasada de los Bush, vino la de Obama que se la ha pasado tratando de que no lo maten.
Ha puesto al mundo al revés. Nadie conoce al mundo de ayer, aunque nos deja algunos amagos firmes de conciliación, como Cuba y Colombia. Lo deja entre Trump y la Hillary Clinton, quien podría llevarnos al holocausto… de sus ambiciones.
Quienes se alarman por Trump, como que ignoran que Obama cree en la guerra como en la primavera árabe, disfrazada como guerra de internet.
Y según se lo cree la Clinton, completará la obra del evadido Obama.
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Dios nos guarde a todos. Confiemos que es una gran Nación. Y que tiene a Rusia de frente y no lo permitirá.