Habiéndose cumplido ya el primer año de este Gobierno, y programándose ya la segunda apertura de año escolar por parte del actual equipo de Gobierno y del Presidente Medina, tenemos que evaluar las acciones en el Sector Educativo y sus repercusiones a corto, mediano y largo plazos.

En el corto plazo tenemos que valorar como positivo el hecho de que el Poder Ejecutivo haya cumplido su compromiso de disponer mínimo el 4% del PIB para el Sector Educativo Pre-Universitario, y exista un empuje personal del Presidente Medina a la consecución de las metas “físicas” que se han planteado.  Sin embargo, en el mismo período no se han tomado las medidas para concluir la Reforma Curricular ni modificar los esquemas de contratación, evaluación y remuneración del personal Docente y Académico del Sistema, que a nuestro juicio, es en esencia, la razón de ser de un Ministerio de Educación y en lo que debe invertirse ese 4%.

De igual manera cabe señalar que es en extremo preocupante el enfoque filosófico del cual han partido las iniciativas con respecto a las ejecutorias en este año.  Me explico, el presupuesto de Educación y sobre todo más del 80% del monto que se le aumentó al mismo (casi RD$50 mil millones), se ha concentrado y destinado (en teoría porque la ejecución sabemos que ha sido en extremo tortuosa) a la construcción de “aulas”, obviando toda la parte operativa y cualitativa del proceso.

Es decir, las carencias y obsolescencias del Sistema Educativo Dominicano requieren de un enfoque mucho mas holístico y participativo y de una visión mucho más global de cómo ir fortaleciendo su estructura organizacional al mismo tiempo que se garantizan mejorías parciales en la calidad del servicio brindado.

Si bien es cierto, que la meta planteada por el Presidente en el mediano plazo (10 años) de construir 30 mil aulas  es necesaria, no es menos cierto que esa no podía ser la meta del primer año. Sobre todo cuando tomamos en cuenta lo que era más que evidente que iba a ocurrir: que ni el MINERD, ni Obras Publicas, ni Bienes Nacionales, Catastro, etc. estaban en condiciones de determinar ni siquiera los lugares para una expansión tan acelerada del número de planteles que opera el MINERD.

Todos los países del mundo que han logrado transformaciones profundas y duraderas de sus sistemas educativos lo han hecho bajo la supervisión de Organismos Multilaterales (BID, Banco Mundial, UNESCO, etc), y concertando la participación activa del Sector Privado (Universidades, Sector Empresarial, ONGs, entre otros) de dichos países;  puesto que es más que lógico que las inversiones en infraestructura que requiere el Sistema Educativo (de cualquier país del mundo) se haga con financiamiento blando a largo plazo, pero con las garantías de supervisión y cumplimiento de estándares mundiales.

Si el compromiso de invertir como mínimo el 4% del PIB en el Sector Educativo es serio, institucional y consistente en el tiempo, entonces, ¿por qué la prisa en gastarlo todo en aulas? ¿Por qué  no avocarnos a mejorar las condiciones y cualidades de nuestro personal docente y académico, a rehabilitar las escuelas que pueden ser rehabilitadas y a garantizar los insumos necesarios para que este nuevo año escolar que inicia en unos días no inicie tan desprovisto como los anteriores?

El método utilizado hasta ahora por el Presidente Medina, aunque lleno de buenas intenciones, exacerba las debilidades históricas del sistema. Un sistema centralizado, mutilado e históricamente desfasado que sólo se mueve cuando logra la atención del Presidente de turno. Necesitamos un proyecto institucionalmente más sobrio y consecuente con las verdaderas necesidades de la Sociedad Dominicana de cara a los desafíos que enfrenta en este nuevo Siglo.