Presidente Luis Abinader
Su Despacho
Palacio Nacional
Santo Domingo, República Dominicana
Honorable Presidente Abinader,
En estas Navidades, muy posiblemente el día 26 de diciembre, se cumple el quinto centenario de un hecho histórico dominicano que merece ser conmemorado: la primera rebelión antiesclavista protagonizada por gente negra en la historia moderna escrita de las Américas, ocurrida en Santo Domingo “el segundo día” de la “Natividad” del año 1521.
Es un acontecimiento que para muchos dominicanos y latinoamericanos que reconocemos nuestra herencia tanto genética como cultural negro-africana tiene mucho significado, porque simboliza la convicción de esos antepasados nuestros, incluso bajo las oprobiosas condiciones de la esclavitud colonial legalizada de entonces, de que tenían de su parte un derecho humano a la dignidad con libertad por el que valía la pena rebelarse contra aquellos que se creían con la autoridad de negárselo.
Como probablemente usted sepa, la rebelión la encabezaron trabajadores negros esclavizados de la plantación azucarera o ingenio llamada Montealegre de la que era propietario la persona que ejercía (como usted hoy en día, por cierto) el máximo poder político en la sociedad dominicana, la joven sociedad dominicana colonial que aceleradamente se estaba formando en ese entonces con la mezcla de españoles conquistadores, indígenas locales y negros de origen africano: el gobernador de La Española y virrey de “las Indias” Diego Colón, el mismo del que se les habla a los turistas que llegan diariamente a la Zona Colonial de Santo Domingo y visitan la mansión gubernamental conocida como Alcázar de Colón.
Ante la revuelta, el virrey Colón movilizó tropas que lograron derrotar y suprimir la rebelión y emitió de hecho días después (el 6 de enero de 1522) el primer “código negro” que se conoce en Latinoamérica, dedicado a intentar controlar mejor a la población esclava negra y castigarla más severamente cuando intentara resistir las obligaciones que se le imponían con la esclavitud. Pero sus “ordenanzas de los negros” no impidieron que los actos de resistencia y confrontación de cimarronaje de esos antepasados de los dominicanos continuaran. Otras ordenanzas similares se promulgaron en décadas posteriores, y la resistencia que pretendían suprimir continuó.
En la historia dominicana de largo plazo, en nuestra memoria histórica como pueblo que se ha formado durante cinco siglos, se trata de un hecho de enorme significado político y cultural, al menos por dos razones. Una, por lo que representa como primicia histórica en el Continente, una primicia que debería ser objeto de tanta conmemoración y reconocimiento como todas las otras que se suelen mencionar cuando se habla del significado histórico de Santo Domingo (primera universidad, primera catedral, primer hospital, primera reclamo de igualdad en derechos humanos, etc.), pero que ha sufrido del mismo silenciamiento y ninguneo que se ha aplicado en general al legado histórico-cultural de la población de origen negro-africano de la sociedad dominicana y de las sociedades latinoamericanas o iberoamericanas.
La otra, porque marca el inicio de lo que ha sido un legado de lucha y resistencia desde entonces constante, sostenido y centenario de los antepasados negros de los dominicanos de hoy por construir a través de los siglos situaciones de la mayor libertad posible para ellos, sus familias y sus descendientes, fuese mediante la confrontación directa contra los que los intentaban esclavizar o escapando a lugares donde su afán de control y opresión no los podía alcanzar.
Durante los últimos dos años algunos dominicanos, tanto residentes en la diáspora a la que usted tanto admira como en el país dominicano, hemos querido llamar la atención y promover el recuerdo público y colectivo sobre ese acontecimiento, movidos por un deseo antiguo y persistente de que al legado histórico, cultural y étnico afro-dominicano se le de por fin el lugar que se merece en la conversación pública sobre nuestro pasado, en el sistema escolar público y privado y en todas las políticas públicas del estado dominicano del que somos parte, especialmente sus políticas culturales.
Ha sido un intento que, como todas las esferas de nuestras vida social, se ha visto seriamente limitado y constreñido por la presente pandemia, pero aún así se ha podido tesoneramente impulsar mediante coloquios, mensajes a través de los medios sociales, publicaciones académicas y, en los días 2 y 3 de este mismo mes, hasta mediante una gran conferencia universitaria internacional virtual auspiciada por el Instituto de Estudios Dominicanos de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY DSI) y en la que participaron académicos y estudiosos de Estados Unidos, República Dominicana, España, Puerto Rico, México y Argentina sopesando, repensando y evaluando todo el asunto del legado de la esclavitud negra en nuestras sociedades continentales, sobre todo las iberoamericanas. El esfuerzo incluso ha servido para producir nuevo conocimiento sobre esa época de la antigua sociedad dominicana, la sociedad predecesora de la que somos hoy, tanto mediante el estudio archivístico como arqueológico.
Pero hay que decir que las iniciativas de visibilización se han hecho prácticamente de una manera absolutamente autónoma y desvinculada del Estado dominicano, sin poder beneficiarse esa conmemoración del enorme poder material, institucional y publicitario que el Estado tiene y puede proveer. Ninguna entidad estatal dominicana, siguiendo de hecho una tradición de silencio a este respecto que lleva más que décadas, siglos, con la excepción de la Alcaldía de Santo Domingo Norte, hasta donde sabemos, ha hecho la más mínima intervención ni ha dado la más mínima señal de identificación con (o respaldo a) la conmemoración de esta primera gesta libertaria, antiesclavista, del Continente, que lleva un sello y una ejecutoria indiscutiblemente dominicana, si entendemos, admitimos y aceptamos la evidencia documental de que sus protagonistas fueron innegables antepasados genéticos o culturales de nosotros los dominicanos de hoy.
En Estados Unidos en estos mismos momentos ha habido promesas firmes de parte de varios representantes electos en distintos niveles del Gobierno (federal, estatal) de que están considerando seriamente tomar iniciativa pública de apoyo al recuerdo de este quinto centenario, que por su contenido libertario pertenece e inspira no solo a los que nos sentimos descendientes de negros africanos tanto en lo genético como lo cultural en República Dominicana, en su diáspora, y en toda Latinoamérica, sino a muchos paisanos y conciudadanos nuestros no necesariamente afro-descendientes pero que aman y reivindican la libertad y la igualdad como logros culturales y legales centrales a nuestras democracias de hoy. Incluso en República Dominicana, un líder político como el Dr. Leonel Fernández, que durante sus doce años de gobierno no hizo virtualmente nada por reivindicar pública y estatalmente el legado afro-dominicano, ahora acaba de anunciar con clara intención de publicidad que desde el ámbito privado y con la ayuda de la UNESCO, intentará producir el año entrante (con retraso, pero más vale tarde que nunca) un video-documental sobre la primera insurrección negra anti-esclavista de América ocurrida en La Española-Santo Domingo.
Para muchos que estamos interesados en la normalización de la memoria histórica de nuestros antepasados negro-africanos en la sociedad y las instituciones dominicanas, como una manera fundamental de contribuir a una dominicanidad más democrática o más democráticamente saludable realmente a tono con nuestros tiempos de siglo XXI, con reconocimiento pleno y activo y generalizado de todos nuestros legados culturales, no tiene sentido que el Estado dominicano, ahora bajo su dirección y de la del partido que usted dirige, siga ausente e indiferente y desconectado respecto a esta conmemoración por la que estamos luchando, y creemos que es una oportunidad muy razonable para que usted como Presidente haga un gesto y tome una iniciativa pro-activa y aportadora, propulsora e inspiradora en este tema.
La ONU poco antes de 2014 declaró la década que llega desde ese año hasta el 2024 como Década de los Afrodescendientes, una iniciativa de conmemoración y visibilización cultural y social de vocación mundial. La República Dominicana, siendo la sociedad-cuna de la afro-negritud en las Américas, de la esclavitud negra en las Américas y, afortunadamente y para orgullo nuestro, de la lucha y resistencia contra la esclavitud en las Américas, merece tener un rol mucho más visible en ese proceso, y sobre todo, merece reconciliarse de manera más sistemática y definitiva con su enorme, múltiple y rico legado negro-afro-criollo, ese conformado en cinco siglos de peculiarísima e inigualable acumulación y creatividad local que nos hace tan distinguibles como pueblo en medio de la sociedad mundial.
En vista de todo lo anterior, permítame que públicamente le inste, le pida, le solicite, le proponga, le sugiera, le reclame, le ruegue y le implore que, aprovechando y haciendo uso de sus poderes presidenciales, independientemente de las limitaciones presupuestarias entendibles del momento en que vivimos, tome una iniciativa pública para que este muy especial quinto centenario de la historia dominicana y de las Américas no pase en silencio público en la sociedad que le dio origen.
Usted podría, por ejemplo, emitir un decreto creando y estableciendo el mismo tipo de iniciativas para la memoria histórica de la afro-dominicanidad que promulgó ya con un decreto conmemorando la memoria del cacique rebelde Enriquillo y los pueblos indígenas a los que representa en la memoria colectiva dominicana. Pero sobre todo usted puede hacer algún tipo de declaración oficial alrededor del día 26 de diciembre que abra una nueva era en el tratamiento del Estado dominicano a la afro-dominicanidad de la que virtualmente todos los dominicanos somos herederos, racial o culturalmente, o en ambas formas a la vez.
Presidente Abinader, ayúdenos a conmemorar el Quinto Centenario de la Primera Rebelión Negra Anti-Esclavista de las Américas.
Muy atentamente,
Anthony Stevens-Acevedo
Investigador de la historia colonial temprana dominicana