La nostalgia por la llamada "mano dura" está vigente en la República Dominicana desde tiempo inmemorial, acrecentándose en la medida en que ocurren nuevos actos de delincuencia que parecen incontrolables. Eso significa que en lugar de estar presentes hacia un futuro mejor, muchas personas razonan fundamentándose en el pasado.
En días pasados, un candidato presidencial con posibilidades de llegar a la Presidencia de la República, proclamó ante un grupo de generales y almirantes retirados de las Fuerzas Armadas, que hay "muchas cosas de El Jefe que se necesitan en el país". Naturalmente, se refería a Rafael Leónidas Trujillo, el cruel dictador que humilló al pueblo dominicano durante 31 años.
Independientemente de todo lo que se pueda decir de esa satrapía y de la inseguridad ciudadana prevaleciente, hay que analizar el escenario: un lugar donde estaban reunidos militares retirados, muchos de "la vieja guardia", que realmente cree en que en lugar de aplicar la ley, lo que hay que hacer es implantar una política "de mano dura". ¿Se imagina el lector qué sucedería si por circunstancias del destino el invitado llegue a la Presidencia y reintegre a alguno de los anfitriones o a uno de sus hijos que hayan seguido la carrera militar? En cualquiera de los dos casos, aplicaría "la mano dura" propuesta por el candidato para hacer frente al desorden social.
No debemos olvidar que las "cosas buenas" que el aspirante le atribuye al nefasto tirano fue a base de un terror sistemático, del que no escaparon ni siquiera muchos de sus propios colaboradores. No hay que olvidar que incluso lo creado fue para su beneficio personal o el de su familia, algunos de cuyos miembros todavía disfrutan en el exilio del dinero robado al pueblo dominicano.
Nadie que tenga lo que el candidato llama "la patología de la libertad", debería ensalzar las obras del tirano a estas alturas del juego. Tenemos que estar conscientes y vigilantes, porque creemos que la etapa del trujillismo hace tiempo que pasó, gracias a las acciones valerosas de miles de dominicanos que pagaron el costo más alto que puede pagar un ser humano. Cárcel, torturas, represión, desapariciones, exilios y humillaciones sin fin, que alcanzaron incluso a dignas mujeres, cuya único delito fue ser esposas, madres, hijas, hermanas o simples parientes de los que se opusieron al trujillato.
El pasado del horror y la "mano dura" no pueden volver, porque va contra la Historia. Los militares a quienes se les dirigen ese tipo de arenga deben, si tienen sentido del honor, no hacerles caso, porque atenta contra la libertad del pueblo dominicano. Hay que tener bien el presente, para buscar un camino limpio hacia el futuro, que conduzca a la sociedad dominicana hacia un destino mejor que el que tenemos, como fue el que aspiraron todos los combatientes que dieron sus vidas por ese ideal.