Como cada año para estas fechas, a partir de 1901, la Real Academia de Ciencias de Suecia, la Asamblea del Nobel del Instituto Karolinska, la Academia Sueca y el Comité Noruego del Nobel otorgan los famosos “Premios Nobel”. La Real Academia de Ciencias otorga el reconocimiento en las áreas de física, química y economía, mientras que la Asamblea del Instituto Karolinska concede el premio en fisiología o medicina, la Academia Sueca, en el campo de la literatura y el Comité Noruego concede el Premio Nobel de la Paz.

Los premios se han convertido en el más prestigioso reconocimiento que pueda otorgarse a la carrera de físicos, químicos, economistas, médicos y literatos.

Un fenómeno relacionado con el premio y, promovido de modo reciente en las redes sociales, consiste en el hecho de que, con los años, el galardón se concede en las distintas ciencias después de muchos años de haber producido el hallazgo por el que se concede el reconocimiento. He leído que, a partir de mediados de los años 80, el 60% de los galardonados en física, el 52% de los premiados en química y casi el 50% de los reconocidos en medicina reciben el premio dos décadas o más después de sus hallazgos.

Estas cifras contrastan con la tendencia previa a la década de los años 40 donde la minoría no tenía que esperar tanto tiempo para recibir el premio después del hallazgo: 11% en física, 14% en química y sólo en medicina superaba el 20 por ciento (24%) pero muy por debajo, de la cifra de casi el cincuenta por ciento al que arriba en las últimas tres décadas.

Como consecuencia de esta situación, con el transcurso de los años, los galardonados con el premio obtienen el reconocimiento a una edad más avanzada con respecto a los premiados de las primeras décadas del Nobel.

Pero el efecto más negativo de esta situación es que, de seguir esta tendencia, individuos que realizaron un hallazgo merecedor del galardón en uno de los campos del saber señalados, no podrán recibirlo por fallecer viejos. (El premio no se otorga de manera póstuma). Es el caso del físico Robert Brout, colega del científico belga Francois Englert, quien murió octogenario en el año 2011 a la espera del galardón. Dos años después, Englert recibió, junto Peter Higgs, el Premio Nobel de Física por el descubrimiento del ya célebre “bolsón de Higgs y Brout no pudo acompañarlos en el reconocimiento.

Varias preguntas se pueden formular a partir de esta situación: ¿Resulta más difícil hoy detectar hallazgos revolucionarios en la ciencia y de ahí la larga espera por el reconocimiento? O, ¿la competencia actual ha llegado a tal nivel que se acumulan los hallazgos galardonables?

Algunos investigadores señalan que no existen hoy descubrimientos revolucionarios tan claros como para poder ser reconocidos inmediatamente, lo que va generando la situación de acumulación de hallazgos elogiables, pero sin que pueda establecerse una clara jerarquía entre los mismos.

La historia de la ciencia nos muestra que los episodios realmente revolucionarios son escasos y distanciados en el tiempo. Esto no se debe a una cuestión mecánica de devenir temporal, sino a que los hallazgos realmente revolucionarios de la ciencia implican una transformación conceptual, filosófica, procedimental e instrumental. Estos cambios son paulatinos y muchas veces combaten la resistencia de los grupos científicos formados en la tradición de investigación predominante.

Para reconocerlos como tales, los hallazgos requieren muchas veces de un cambio de mirada, de una modificación en la perspectiva teórica, no siempre factible, ni deseable en otros casos.

Por esto, como ocurre también con muchos grandes artistas, los científicos revolucionarios no gozan siempre con la fortuna de ser reconocidos en vida, sino muchos años y décadas después, cuando las nuevas generaciones disponen del equipamiento conceptual e instrumental para comprender el alcance y significado de sus hallazgos y la atmósfera intelectual es propicia para valorarlos como merecen.

Vista así la cuestión, es natural que el rápido reconocimiento de hallazgos científicos significativos sea la excepción y no la regla de la ciencia. ¿No les parece?