Un par de zapatos viejos,
un álbum que nunca abriré,
dos promesas de hojalata,
cuatro versos de Mallarmé.
Una colección de ciudades tristes,
Venecia llorosa,
París ultrajada, rota, martirizada
pero no liberada,
Colonia bombardeada, Saint Malo malograda,
Roma rencorosa.
Recuerdos que acechan en cada esquina,
que se tiran a las calles por donde pasamos una vez,
Una canción desesperada, cinco meses desolados,
cervezas, yinantonics y muchos rones dorados.
Una cajetilla de Marlboro,
puñetas a más no poder,
esperanzas infundadas,
“je me souviens des jours anciens et je pleure”,
triste verso de Verlaine.
Canciones que me asaltan, me convidan
a tararearlas aunque me minen,
“y hoy resulta que no soy de la estatura de tu vida”,
“un posto ci sarà in questa solitudine”.
“I’m feeling low, down and blues,
my heart is full of sorrow,
don’t hardly know what to do,
where I will be tomorrow…”
El viento que golpea mi ventana,
Satchmo anunciando mi muerte, la trompeta de Chet Baker,
“si la muerte pisa mi huerto”, el saxo de Charlie Parker,
mi almohada que añora a tu almohada.
Una cama demasiado grande donde duermo con el invierno,
el mapa de amores viejos escrito sobre el colchón,
las sábanas sucia donde duermo,
con la silueta muerta del amor.
Días que van y días que vienen,
una semana el dolor, otra la pereza,
una semana la vida, otra la indolencia,
una tristeza que se aleja, secas lágrimas viejas.
Una alianza en la casa de empeño,
su ausencia en mi dedo,
un sábado rumbero,
ocho mojitos guantanameros.
La alegría que sucede a pesares desesperados,
nuevas sonrisas,
roces de manos inesperados
y la certeza de que está cerca el día,
en que el pasado habrá pasado…