Diez meses nos separan de aquel momento en que escuchábamos del COVID19, pero nunca nos imaginamos que formaría parte de nuestra cotidianidad durante el resto del 2020, transformando nuestros patrones de conducta e impactando la “normalidad” a la cual estábamos acostumbrados. Y es así como todas las naciones fueron sorprendidas por el virus originado en Wuhan, el cual pasó a ser un problema de una ciudad China ubicada a 15,430 Kms. de la República Dominicana a convertirse en la Pandemia que ha detenido la economía mundial.
A pesar de que esta pandemia ha impactado negativamente la dinámica económica, social y emocional de la humanidad; la presencia del COVID19 en cada rincón del territorio dominicano ha servido para colocar en relieve las debilidades de nuestras ciudades, resaltando las prioridades que requieren ser atendidas para construir una “mejor normalidad”. Las restricciones en los movimientos y la limitación de los contactos entre las personas que habitan en aquellas zonas de alta densidad nos muestran cuatro ejes claves para construir una nueva y mejor normalidad en cada rincón habitado de la geografía nacional: i) comunidades habitables, ii) sistema público de calidad, iii) cumplimiento de la ley y iv) solidaridad.
La temporada “quédate en casa” demostró que la instrucción solo puede ser asumida por un segmento de la población, cuyos niveles de habitabilidad básica les permite mantenerse en sus viviendas con un servicio de agua contínuo, el sistema de drenaje instalado, la recogida de residuos sólidos periódicos y una estructura urbana libre de hacinamiento, en contraste con aquellos que no tienen nada y cuya permanencia indefinida en sus viviendas pone en riesgo la salud de sus ocupantes.
En segundo lugar, esta pandemia evidenció la urgencia de contar con un sistema público educativo y sanitario de calidad para cubrir las necesidades de la mayor parte de la población que no tiene acceso a las alternativas privadas, contribuyendo de igual forma a que estas precariedades de lo público no afecten todo el sistema, tal y como se ha visto en este tiempo, afectando de forma directa e indirecta toda la ciudadanía.
El cumplimiento de la ley es el tercer eje, demostrando su importancia para el logro de los objetivos; ya que una sociedad inmersa en la desobediencia sistemática a las autoridades desemboca en infracciones que contribuyen al caos y por ende postergan las soluciones, tal y como se evidenció con la violación al toque de queda, las fiestas clandestinas y otras yerbas aromáticas; pagando en el tiempo justos por pecadores. Esto a su vez muestra la prioridad de mejorar la fiscalización y el régimen de consecuencias para que todos cumplan con la ley, sin condición.
Finalmente, este tiempo ha demostrado la importancia de la solidaridad como elemento clave para que la sociedad oriente su accionar, expresado en el fortalecimiento de lo colectivo como alternativa para una mejor ciudad, a través de una mayor inversión en el transporte público, por encima del privado y en el aumento de espacios públicos asequibles, en lugar de impulsar la privatización de lo público; solidaridad que por un lado reducirá la congestión vial que disfrutamos en el principio del confinamiento y por otro lado diversificará la oferta para liberar a la población a un ambiente más natural que mejore su calidad de vida.
En definitiva, un preludio como resultado del aprendizaje cosechado en este tiempo de altas y bajas, el cual unido a la importancia capital de la compasión por los demás, nos ayudara a pensar en una nueva perspectiva para elevar el estándar hacia una mejor normalidad.