Por Andres Morillo Martínez

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Continuando con la idea de la semana pasada debo decir que llevar mi pelo abundante, mostrar la naturaleza de mis características sin condicionamientos ni cambios me ha llevado a tener que enfrentar la soterrada y sistemática negación “de lo negro” “de lo afro” que existe en República Dominicana. Desde indicarme con sensación de desagrado que me “recorte ese cabello”, hasta decirme con cara de vergüenza “que me ponga una boina para cubrirme la greña” a la hora de reunirme con algunos funcionarios o “juntarme” con amigos. Incluso, en una ocasión un amigo, ante el hecho de suponer que personas a las que me presentaría, podían formarse una imagen distorsionada sobre mi por mi “pelo afro”, procedió a explicar de antemano mis buenas cualidades personales y profesionales, por si acaso.

Este tipo de comportamiento negador y discriminatorio está tan legitimado en la sociedad dominicana que hace unos meses atrás una joven (porque si eres mujer y te dejas el pelo afro es aún peor) fue víctima de la discriminación institucional por su imagen de afrodominicana, su pecado fue llevar el “pelo afro”. Bajo el supuesto argumento de que “no le damos becas a personas con el pelo como tú”, la ex-ministra de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, Ligia Amada Melo, le negó una beca que se había ganado por sus méritos a Fátima González, egresada de la carrera Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

Existen cientos de casos como este que a diario suceden en nuestro país, en todas las esferas sociales incluyendo las escuelas y colegios, se producen y se presentan casos de discriminación y negación de la “afrodominicanidad”. Incluso, desde el núcleo familiar se reproducen y se fomenta la negación y el ocultamiento de lo “afro”.

Hablar de “afrodominicanidad” o referirte a alguien como tal en República Dominicana es un pecado, ya que se entiende que “lo afro”, “lo negro” es lo haitiano y en su búsqueda de diferenciación las personas han buscado una serie de nombres, tales como: morena/o, prieta/o, cobriza/o, javao/á, indio/a, india clara/o, indio lavao/á, indio/a canelo/a, indio/a claro/a, indio/a quemao/a, trigüeña/o, trigüeña/o clara/o, trigüeña/o, oscura/o, jojoto/a, negrita/o, moreno/a, morenita/o clara/o morenita/o, oscura, mulato/a, mulato/a pinto/a, cenizo/a, cocolo/a.

El grado de cohesión social y el auto-reconocimiento tienen que ver con la historia de cada pueblo, muchas de las denominaciones dadas a grupos étnicos se han construido a lo largo del tiempo con una carga negativa de discriminación y exclusión, como es el caso de los afrodescendientes. En la República Dominicana, la construcción del Estado nacional ha jugado un papel fundamental en la idealización de la identidad del pueblo, en su justificación nacionalista ha construido un prototipo de identidad que siempre ha estado ligado a referentes europeos, negando u ocultando el referente afrodescendiente. Se ha creando una discurso ideológico negador y discriminador de la afrodominicanidad.

A partir de las últimas décadas del siglo XIX, la clase política y la élite dominicana construyeron la idea de nación basada en un imaginario de lo mestizo o blanco, en donde se dejaba en el olvido la herencia afrodescendiente, quedando relegado a lo anecdótico o en los aspectos folklóricos. Ese “afrodominicano”, campesino que vivía autárquicamente de su conuco, histórica e ideológicamente se concibió como sinónimo de lo incivilizado, y se instauró un discurso anti campesino, que al mismo tiempo lo invisibilizó, negó y hasta soterró las identidades afrodesendiente que poseía ya que eran concebidas como símbolos de atraso y del salvajismo.

Culminaré la próxima semana…