En el editorial de ayer jueves aparecido en el Diario Libre y escrito por la prestigiosa periodista, mi admirada Inés Aizpún, bajo el título ¿Cataluña independiente? afirma en el mismo que la independencia de Cataluña no va a suceder, y no porque el gobierno español se oponga a ello con todas sus fuerzas, sino porque los que no están muy dispuestos son los catalanes. Esto así porque en la recién pasada consulta del 9 de Noviembre, de un censo teórico de 6.300.000 personas con derecho voto en el territorio catalán, votaron 2.300.000, es decir, un 37% del total – no un 30%  como afirma en el artículo.

Los resultados fueron los siguientes: un mayoritario 80.72% lo fueron a favor de la independencia de Cataluña, un 10.1 % a favor de un estado federado con España y sólo un mínimo, un 4.55 %, los que querían seguir perteneciendo a este país. Según se deja a entender en el editorial, el que no votara el 43% restante indicaría que la mayoría de catalanes no quieren un país independiente. Esto amerita una serie de matizaciones que no se aportan, por omisión o por intención, en el artículo.

Primero, que ninguna votación, por muy importante que sea, se llega al 100%, las pasadas elecciones del 2011 de máxima importancia en España alcanzaron aproximadamente un 79%. Si calculamos que las elecciones catalanas dadas en condiciones normales, pudiesen llegar a un 80%  de participación, de los 6.300.000 posibles votantes, se reduciría a 5.040.000 y el 37% de participantes  de la pasada consulta pasaría a ser prácticamente el 45%, cifra bien diferente.

Pero hay otras más, las dos suspensiones cautelares de la consulta por parte del Tribunal Constitucional español, lo que desanimó a muchos catalanes a participar en una consulta alternativa porque, al no ser vinculante, perdió una parte de su verdadera motivación primaria, el poder ser válida de manera oficial.

Asimismo, la población catalana tuvo que hacer frente a una campaña oficial destinada a denostar de mil y una maneras la independencia de Cataluña, y a crear miedo entre los votantes, diciendo que se cancelaría a los funcionarios que participaran en el proceso, que no se permitirían colocar o que se incautarían las urnas, que se podría suspender el estatus de autonomía, que las fuerzas del orden actuarían para hacer cumplir la sentencia, e inclusive de enviaron cientos de policías, tanques y hasta un barco de guerra que recaló en Barcelona con el único objetivo de amedrentar a la población. No debemos olvidar que en Catalunya aún hay gente con miedo en las venas después de la interminable pesadilla franquista, que duró mucho más de 40 años. 2.300.000 votantes a contrapelo de un comportamiento nada limpio del gobierno central, no son ninguna nimiedad.

Tampoco se dice en el editorial de marras que no se facilitó un censo o padrón oficial, ni que no se pudieron colocar varios miles de urnas en puntos electorales, lo cual dificultó el traslado de la población, en especial de personas impedidas o envejecientes.  Además, las encuestas, hechas y aceptadas hasta por el gobierno español, muy a pesar suyo, indican que el 50% de la población total de Cataluña está a favor de la independencia y sólo un 20%, como máximo, no lo está. Esto en un estado democrático que se precie de serlo, es una mayoría, y las mayorías mandan.

Si tan convencidos están de que en Catalunya no se va a independiza dado que los catalanes no están dispuestos, si tan ganados se sienten los llamados unionistas ¿por qué no se hace de una vez por todas un referéndum, en igualdad de condiciones por ambas partes, y se sale de las dudas y se acabaría así, por el momento, con el problema de Cataluña? No lo hacen porque saben que están perdidos de antemano, y se escudan tras una Constitución fosilizada que niega la manifestación y la voluntad de los catalanes.

Y eso de afirmar, Inés Aizpún, que los nacionalismos en España son retrógrados, intolerantes, asfixian la libertad de pensamiento y adaptan la historia a su tesis, primero debería aplicarse de lleno al nacionalismo español, a esos mismos que proclamaban durante décadas la Cruzada de Liberación Nacional, a los del Alzamiento Nacional, a los del Nacional Sindicalismo, a los del Nacional Catolicismo, o a los del Movimiento Nacional,  que por ser intolerantes, perseguidores y fusiladores, por asfixiar el pensamiento y lenguas que fuera diferentes, y por adaptar su tesis a su propia versión de historia imperial, fueron los principales  promotores de los nacionalismos vasco y catalán.

Y eso de que dices que los nacionalistas no nos cansamos, es cierto, porque sabemos que no tenemos la fuerza, pero sí la razón. Y la razón es difícil acallarla. Por más que lo intente la fuerza.