Salón Abierto
Postmórtem: fábula wawawa de un fracaso electoral
Y lo vecino oyen / lo de arriba y lo de abajo
Y lo vecino oyen / cuando hacen su diligencia
Luis Días
La escena se da en un McDonalds, el que está en la Estrella Sadhalá, en Santiago. Un hombre, digamos que se llama Jonás, cuarenta y tantos años, a sabiendas que tiene todas las de perder, va por ahí con un alma que no le teme al almanaque. Este Jonás está frente a una muchacha, de diecisiete, ella no solo es todo ojos verdes sino una mirada completa, con personalidad, empezando con las cejas, una nariz demasiado grande para su cara, una sonrisa bella. Digamos que se llama Leonela. En el McDonalds piden cosas fingiendo naturalidad. Encuentran un lugar tranquilo al lado del cristal que da al servicarro. Es la primera vez que se ven cara a cara, desde que hace ocho meses se enteraran de que son padre e hija.

Estamos en febrero, un mes intenso, por lo corto. Jonás cumple años en febrero, precisamente el día de la independencia, y utiliza esto para abrir un poco la conversación con esta Leonela, que es su hija. Jonás vive en Chicago, es profesor universitario. Luego de haber hecho la vida loca en Santo Domingo, la vejez le ha pillado en la vida suburbana norteamericana. Se ha civilizado, ha tirado para gordo, no es tan siquiera la sombra de la locura y la belleza caribeña de sus veinte años. Leonela va vestida de negro, por las protestas, luego de esta reunión se va a ir a un cacerolazo frente al Monumento. Jonás se va en el vuelo de la noche por el Aeropuerto Cibao. Pero no quiere irse. El país esta en efervescencia civil. La corrupción del partido de Dañino Medaña les ha dado por fin en la madre. Es la arrogancia con que lo hacen, dice Leonela, que saca el Big Mac de la caja, hace caminitos con el cachú, saca las papitas de la caja, las alinea entre los caminos de cachú. Jonás, no como escritor sino como antiguo empleado de McDonald’s, no puede dejar de fijarse en esos detalles. Ella, Leonela, no le cree que él haya trabajado en McDonald’s. Él, Jonás, se ríe y pregunta por qué. Ella le dice que el parece un popis, y no se lo imagina con la gorra y el uniforme. Jonás le explica que él sí se puso el uniforme de los arcos dorados, que un tiempo después se hizo gerente, eran los tiempos de la proliferación de las franquicias en la República Dominicana. Nuestra versión del neoliberalismo que se extendió por toda América Latina. Los casos del fracaso neoliberal abundan, pero mencionemos Argentina y México, para crear más o menos un contexto. El neoliberalismo en Argentina con Ménem, la traición neoliberalista al peronismo y todas esas cosas. En México el fenómeno se manifiesta con el asesinato de Colosio, el ascenso al poder de Salinas de Gortari, y la debacle institucional que permitió la llegada del panismo al poder. El neoliberalismo vendió la idea de que la globalización se limitaría al campo de lo práctico y no de lo metafórico. Fue la modernización de la economía que propuso Leonel Fernández durante sus primeros años. Creo que nos saltamos una materia. Digo esto porque a quien le tocaba el poder, en tanto al juego democrático, era al PRD, al Peñón de Goma. Pero no se dio. La derecha se unió en contra de esa posibilidad y Balaguer nos dejó, en mi opinión, el más penoso legado: una nueva clase social que tras el manto o la franquicia o la bandera del PLD se haría con el poder.

Pero nadie gana en este juego. El padre y la hija evitarán las conversaciones duras por un tiempo. Jonás se irá a Chicago esa noche por el Aeropuerto del Cibao. Horas más tarde, durante el cacerolazo, Leonela se enamorará de un cabo de la policía que se pasó al lado de los protestantes y se puso a rapear poesía. En la barra del aeropuerto, frente a la proverbial cerveza final que se beben siempre los migrantes, Jonás escribirá un postmórtem del miedo, consciente de que el juego no se ha acabado, ya que el terrorismo de estado, cuando se ve acorralado, siempre actúa de la peor manera, tirando la milicia a la calle, maltratando la soberanía, intimidando a la prensa con actos de presdigitación artificial. La protesta quizás no sirva para mañana, y no tiene que servir. Tiene que servir para hoy. Llevamos todas las de perder y no es justo aguantar callado.
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