La pandemia del coronavirus nos llega con muchas debilidades como sociedad. Políticamente arrastramos desde el 2016 una erosión de la democracia que le sustrae moral al Gobierno y al PLD (sus causantes) para constituirse en referentes de liderazgo confiable para enfrentar esta crisis. La muestra más reciente son las falsas portadas electoreras en todos los periódicos impresos justo cuando el gobierno iniciaba un periodo de emergencia para atacar la enfermedad. Y en medio de esta crisis ya muchos sospechan que se busca aplazar las elecciones de mayo para mejorar las posibilidades oficiales, pero ningún vocero oficial hasta el momento lo ha planteado.
A nivel económico esta situación desnuda a la mayoría de los dominicanos que dependen para su subsistencia del ingreso diario y que muchos de los asalariados tienen trabajos-basura, que se deshacen a la menor presión. Una boda demostró la indiferencia de las clases pudientes (y sus aliados) frente a la miseria del pueblo y sus riesgos, tornando en broma el drama de la enfermedad. Las virtudes del turismo de pronto se esfuman por el simple hecho de que en un mundo global también los virus llegan a todas partes, incluso con mucha más facilidad que los emigrantes, ni visa necesitan. Y para rabia de los racistas, el virus entró por Punta Cana, no por la frontera.
En términos organizacionales se hace evidente que no somos capaces de repartir recursos adecuados a toda la población que lo necesite y lo que se hace es burdo, salvaje, entregando funditas de pocos y malos productos, en medio de tumultos y promoviendo la difusión del virus. En medio de eso la corrupción, grande y pequeña, donde se roban productos, se venden cosas que no llegan a la población y se humilla a la gente con limosnas ridículas, muestra el talante de la tropa política lila. El acceso a la salud y sus servicios se ha radicalizado en contra de los más pobres, no solo por el cobro de las pruebas, sino porque a médicos y enfermeras no se les brinda las herramientas adecuadas para no ser contagiadas, ni las informaciones oficiales son creíbles por los muchos errores que cometen.
Nuestros patrones culturales tampoco ayudan, tenemos poca educación en la salubridad personal, desde el lavarnos las manos, hasta dejar los zapatos en la entrada de la casa. Hacemos filas donde se siente el aliento del que está atrás y si te alejas del que va delante alguien se cuela frente a ti. El tigueraje de los barrios no está por obedecer el toque de queda y los juegos de domino en la calle son una tentación demasiado fuerte para los que no tienen recursos que les permitan disfrutar en casa. Culturalmente el impulso egoísta a ser el primero o tomar más de todo, es un rasgo que atraviesa todas las clases sociales y es uno de los factores que bloquea la sociabilidad y solidaridad para el desarrollo de todos.
La sociedad dominicana está retada a construir nuevos modelos políticos, económicos, sociales y culturales una vez amaine esta pandemia y podamos volver a una cierta normalidad. Necesitamos ordenar todo el tejido social en base a la estructura escolar o el sistema de salud, o ambos, que nos permita llevar una evaluación constante de las estructuras familiares, migración, necesidades de alimentación y salud, oferta de servicios para el desarrollo personal y comunitario, y una respuesta bien articulada a situaciones semejantes a esta epidemia o catástrofes naturales, como huracanes o terremotos. Esta organización estatal tipo telaraña demanda la capacitación de miles y miles de trabajadores sociales que asuman esa tarea de manera transversal a todas las formas de ordenamiento social y necesidades que debe servir el Estado.
Esta debe ser una prioridad del nuevo gobierno, si deseamos avanzar como sociedad a partir de la experiencia presente. Diversificar la economía a mayor profundidad, ordenar la economía informal para que pueda integrarse a los canales públicos y privados de servicios financieros y fiscales, y por supuesto fortalecer las instituciones democráticas para que respondan a la sociedad y no a los intereses partidarios.