A la familia Tejada Germán, mis vecinos que más fuerte hacen sonar sus calderos.

Lo que está sucediendo a propósito de las manifestaciones de insurrección pacífica a través de protestas y reclamaciones públicas diarias a partir del “incidente electoral” del pasado 15 de febrero, es sin dudas el resultado de un elevado nivel de indignación de muchos ciudadanos dominicanos (en su mayoría jóvenes) que así se reconocen y que por ello entienden estar haciendo lo correcto en ejercicio de los únicos derechos fundamentales de corte político que parecen blindados en su contenido esencial frente a las procuraciones de limitación irracional del Poder Público: las libertades de reunión y de expresión del pensamiento.

He advertido en el discurso de algunos estudiosos, comentaristas y escribidores del pueblo -para el pueblo en protesta-, identificar las causas de esta reacción social sistémica en una supuesta vocación cultural casi genética en el dominicano que parte del legado de Los Trinitarios (1844), y que se magnifica en la obra de los restauradores (1863-1865), reivindicada por el pueblo que resistió a las principales intervenciones yanquis del siglo XX en el país (1916 y 1965). En otras palabras, puro romanticismo político embriagado por un entusiasmo noble pero infantil y acientífico.

Otros pensadores menos aéreos y más prudentes, vinculan esta ola de subversión (líquida a mi entender y siguiendo a Bauman), al estado general de cosas inconstitucionales que viene cosechando con éxito la clase política reinante en los últimos 4 períodos de gobierno, cultivado a base de injusticias, corrupción, incapacidades, abusos, burlas y otras tantas características malditas que hoy lamentablemente opacan lo que puede considerarse grandes logros institucionales de la era del PLD.

Sin entrar en contradicción con la perspectiva anterior, pero diferenciado por un enfoque más pragmático, me parece que este posible “despertar” del “sueño de la indiferencia”, activado por una saturación de indignación, tiene su causa directa más palpable en la obra y trayectoria de algunos hombres y mujeres, a quienes quizás (solo si la realidad venidera corresponde con nuestro ideal) después de todo tendremos que agradecer con creces haber sido lo que son y hecho lo que mejor saben hacer, como funcionarios y políticos de profesión, que por buen tiempo han detentado el Poder Público, logrando con este lo que entendieron un deber (sarcasmo incluido resaltado con negritas y subrayado con marcador fluorescente); entre estos: Radhames Camacho Cuevas, Félix Bautista, Diandino Peña, Alejandrina Germán, Lucía Medina Sánchez, Ángel Francisco Estévez Burdiel, Miguel Vargas Maldonado, Jean Alain Rodríguez, Gonzalo Castillo, Domínguez Brito, Sonia Mateo, José del Castillo y demás compañeros, todos bajo las habilidades excepcionales de nuestros titiriteros políticos más éxitos del Siglo XXI: Leonel Fernández Reyna y Danilo Medina Sánchez.

De manera que, cuando se sienta que el fuego propio por esta nueva lucha disminuya o el cansancio se manifieste, recomiendo pensar en estos hombres, sus tantos huevos históricos y la amenaza de que puedan continuar siendo, haciendo y poniendo desde el Poder, y de seguro que esas ideas servirán de causa renovada y harán de combustible para que el fueguito motivador que aún se tenga se transforme en incendio de magnitud.

Por otro lado, cuando se estudien las causas de estas manifestaciones sociales, no se distraigan con el dedo que apunta y enfóquense en el firmamento: excluyan considerar un culpable, una gestión de gobierno en específico o un hecho en particular, y mucho menos identificarlas en un tiempo remoto desconectado con la realidad contemporánea, y siendo más prácticos y preclaros, pensemos en las tantas injusticias, abusos, burlas, subestimaciones constantes y especialmente en los múltiples crímenes contra la cosa pública patrocinados por una impunidad histórica sin reservas, que hoy desbordan el vaso de la tolerancia de una masa significativa de dominicanos que desde la Plaza de la Bandera y puntos estratégicos en todo el país, repiten a un solo grito de desesperación (y aunque quizás sin racionalidad política ni capacidad de prever mayores consecuencias, pero con innegable pretensión de corrección): ya tá bueno, basta yá!

Así, muchas de las causas más directas de este fenómeno social las encontramos descritas en las tantas cartulinas cargadas de la creatividad de los indignados, y que de seguro su publicidad masiva en las redes hiere a los detentadores del Poder más que lo que haría una mísil dirigido:  “Toy harta de meterme el celular en los panti camino a casa! Necesitamos un cambio”; “Dañino, te odiamos más que al Pachá”; “El Gobierno es más falso que el amor de Margarita a Leonel”; “Creo más en los Astros de Houston que en la JCE”; “Uno es cuero pero no bruto”, etc.

Pero como en política nada es simplemente blanco y negro, y las cosas no siempre son lo que parecen, quizás más correcta resulte otra interpretación de las manifestaciones comentadas, tomando las palabras de otro ciudadano anónimo indignado: “el gobierno se jodió porque se metió con la generación que llega a las 4 AM de una rumba y se levanta a las 6 AM a trabajar y/o estudiar”; o bien, se está jodiendo porque simplemente su equipo de inteligencia no ha sabido corresponder a esta crisis, y aunque con la intención de hacerlo en protección de sus intereses partidarios e imagen, los tiros les han estado saliendo por la culata.

En fin, como la paciencia no conoce de derrotas, propongo que esperemos -protestando o no, como se prefiera- el día de las próximas elecciones y ahí sin otra opción con el voto expresemos la más importante manifestación que tenemos a disposición para que no queden dudas sobre qué motiva que, que país quiere la mayoría de los dominicanos y como aspira a esa meta. Si se registra el menor nivel de abstención de los últimos 30 años, no se va la luz ni se frisa el sistema, lograremos la decisión electoral más legítima que recuerde -al menos- mi generación, y resulte probable que discutir sobre las posibles causas de este malestar social no mantenga un interés inmediato más que para historiadores y politólogos, y la preocupación se vierta sobre el próximo paso necesario: implique lo que implique, jamás volver atrás. Pero como muchas veces dice un ciego a otro: ya veremos…