Estados Unidos fue el país donde se engendró el huracán financiero más fuerte desde la gran depresión, el cual hace más de tres años ha causado destrucción en términos políticos, sociales y económicos.

Desde que se formó en EEUU, la trayectoria del huracán le llevó al viejo continente, donde las economías con altos desequilibrios como Portugal, España, Italia, Irlanda y Grecia, han recibido fuertes ráfagas desembocando en altos niveles de desempleo, aumentos exorbitantes de la deuda y altísimos déficits públicos.

De los países que han tenido que ser rescatados, Grecia ha estado acaparando la atención internacional desde que tuvo que acceder a un rescate por 110.000 millones de euros el pasado año.

Desde entonces el país heleno ha estado envuelto en todo tipo de reyertas sociales y políticas, acentuadas ante la aprobación del paquetazo fiscal la semana pasada, acaparando la atención de la prensa internacional en estos últimos meses hasta el día de ayer, cuando la atención paso a sus vecinos lusos.

El pasado martes la reconocida calificadora de riesgo Moody´s, redujo la deuda lusa en cuatro peldaños hasta bono basura, lo que ha subrayado las dudas de los inversores sobre la situación del país, provocando pánico en el mercado: caída de las bolsas europeas, euro cotizando a la baja y el disparo de la prima de riesgo.

Esta estrepitosa caída en la calificación de la deuda lusa, se debe a que Moody´s considera muy probable un segundo salvamento por parte de la Unión Europea para mantener operativa la economía, al mismo tiempo que pone en tela de juicio la capacidad del país para cumplir los objetivos de disminución del déficit y de equilibrio de su deuda. Dejando la opinión abierta a una posible “Greciarización” de la economía lusa.

Este hecho obstaculiza toda posibilidad de refinanciación barata, ya que a mayor prima de riesgo, más dinero debe de ofrecer Portugal para ser atractiva su deuda ante los inversores. Esto quedo claro el miércoles, cuando efectuó la primera emisión del tercer trimestre del año, en el que se tenía previsto subastar entre 750 y 1.000 millones de euros; finalmente colocó 848 millones en letras a tres meses con una alta rentabilidad cercana al 5%, consecuencia de la incertidumbre de los inversionistas sobre el futuro de las finanzas portuguesas.

El cambio de las autoridades y el paquete de reformas iniciadas este año no han logrado calmar el miedo de los inversionistas, dejando a Portugal en el ojo del huracán financiero.

La falta de confianza está por cobrarse otra víctima: un país con un alto desempleo, un gasto público desmesurado y una inherente falta de competitividad.